OYE, la tira de autores de ficción se toman libertades con la historia para que la novela sea entretenida. Cambiamos detalles de gente famosa, inventamos nuevas tecnologías, imaginamos guerras, alienígenas, monstruos y lo que haga falta. Todo es poco para mantener al lector pegado a la página.
Pero aunque tu humilde escritor es también culpable de esos cargos, al investigar al Destripador encontré fascinación por arrobas en la realidad pura y dura. En consecuencia, gran parte de los aparatos, así como muchos de los detalles referentes a los personajes históricos de esta novela son históricamente exactos. ¿Qué es real y qué no? ¡Algunas de las respuestas te sorprenderían! (bueno, a mí sí…).
Jack el Destripador
Pues sí, el primer asesino en serie mundialmente famoso existió, no fue atrapado y su identidad sigue siendo un misterio que ha alimentado cientos de libros, novelas y películas. Los detalles sobre sus abyectos crímenes londinenses son ciertos y también lo es la en teoría sexta víctima, Alice McKenzie. Dos de las cartas supuestamente escritas por él se reproducen en esta novela de forma literal. Aunque los asesinatos de Nueva York son ficticios, en 1895 todo el mundo seguía recordando a Jack, y más de un periódico se preguntaba si alguno de los asesinatos más truculentos de la época no serían obra suya. Sin embargo no tuvo ningún hijo, que se sepa, y, dada su actitud hacia las mujeres, es improbable que lo tuviera. ¿Estuvo alguna vez en Nueva York? Quizá. Un sospechoso llamado Francis Tumblety volvió allí tras los asesinatos de Whitechapel y, por petición de Scotland Yard, la policía neoyorquina lo vigiló una temporada.
Allan Pinkerton
La emocionante carrera del primer detective privado de Estados Unidos es muy parecida a la descripción que el señor Hawking hace de ella, incluyendo su debilitante apoplejía, su notable recuperación y su enfrentamiento con sus hijos para controlar la agencia que había creado. Sí es una invención que legara una cuantiosa cantidad a los agentes de ficción Hawking y Tudd para fundar la Nueva Pinkerton, pero me gusta pensar que le hubiera encantado la idea.
Teddy Roosevelt
Después de ver a este hombre bullanguero y de sonrisa dentuda a quien el osito de peluche (Teddy Bear) debe su nombre, retratado en películas como Una noche en el museo, me figuraba que sus gritos y sus hazañas eran una exageración. Qué va. El TR de carne y hueso es la figura más excitante que he tenido el gusto de conocer en los libros. He reproducido con exactitud los detalles sobre él y su vida, citándolo incluso cuando era posible. Es cierto también que fue Comisionado de la Policía de Nueva York y que se asomaba por la ventana de la jefatura de la calle Mulberry gritando ¡yieeeii! para atraer la atención de la prensa. Más adelante fue Secretario Adjunto de la Armada, Vicepresidente y, cuando el Presidente McKinley fue asesinado, Presidente de Estados Unidos. Pero esto no es ni la mitad de la historia. Fue un gran cazador que participó incluso en una expedición para encontrar a un monstruo.
Alice Roosevelt
Se dice que la hija mayor de Roosevelt, una figura extravagante y problemática para su padre durante toda la vida, solía decir: «Si no puedes hablar bien de nadie, siéntate a mi lado». Creo que la frase la retrata con bastante precisión, aunque dudo que la dijera a la temprana edad con que figura en este libro. Es más posible que una jovencita tan vital sintiera inclinación por alguien como Carver. Otra de sus frases preferidas era: «Mi filosofía es muy sencilla: llena lo que está vacío, vacía lo que está lleno y ráscate donde te pique».
Metropolitano neumático de Alfred Beach
Ya, ya, la sede de la Nueva Pinkerton es puro cuento, pero el asombroso tren que conduce hasta ella no. El Sistema de Transporte Neumático de Beach existió tal y como se describe. En 1870 se accedía al mismo desde el Devlin’s Clothing Store (comercio de ropa para caballeros), situado en la esquina de las calles Broadway y Warren. En su primer año de vida, unos 400.000 viajeros recorrieron el corto trayecto que acababa en una vía muerta. Se rumorea que Beach no consiguió fondos para continuar el trazado porque no sobornó como era debido al corrupto gobierno municipal, aunque fuentes más fiables afirman que no encontró apoyo financiero debido al crac del mercado bursátil. El primer metropolitano subterráneo estadounidense ha sido inmortalizado en la canción Sub-Rosa Subway del grupo canadiense Klaatu y goza de una breve aparición en Cazafantasmas 2. Aunque ya no existe, en 1912 la estación y la vía se excavaron para hacer sitio a un metro nuevo. Mirando un poco en internet se encuentran imágenes del vagón cilíndrico (por ejemplo, en el vídeo Pneumatic Transit de YouTube), sobre todo si buscamos «Beach pneumatic transit».
Ascensor neumático
Yo creí que era invención mía, pero parecía una consecuencia tan lógica del metro neumático que no podía estar seguro. Por eso miré en internet, y de hecho hay unas cuantas compañías actuales que fabrican estas monadas. Se les llama elevadores neumáticos de vacío y suelen fabricarse para casas particulares y un único pasajero. Sin embargo, hacia 1895 no hay ningún documento que acredite su existencia.
Tubo acústico
El tubo acústico del despacho de Tudd en la Nueva Pinkerton era un medio de comunicación habitual en barcos y oficinas desde el 1700. Eran de metal, caucho o incluso lino, y a principios del siglo XX seguían usándose en muchos lugares.
Periscopio de oficina
Desde la subterránea Nueva Pinkerton se ve la calle a través de lo que Tudd describe como un periscopio. Aunque la recepción en el espejo, los tubos curvos y la distancia involucrada son licencias literarias, el periscopio es un instrumento óptico (consistente en un tubo vertical con espejos o prismas) que lleva siglos dando vueltas por ahí. Johannes Gutenberg, más conocido por su imprenta, ya se los vendía a los peregrinos allá por la década de 1430 para que vieran algo por encima de las cabezas del gentío en las festividades religiosas.
Correo neumático
La idea de enviar objetos utilizando aire para desplazarlos por un tubo fue inventada por William Murdoch hacia 1799. A todo el mundo le encantó, pero no fue realmente útil hasta la invención de la cápsula en 1846. Eso sí que fue grande. El correo neumático se popularizó enseguida en las oficinas y siguió utilizándose hasta 1960. En los últimos tiempos, un McDdonald de Medina, Minnesota, anuncia que entrega los pedidos por correo neumático, pero no sé yo las bebidas…
Fonógrafo
Aunque hubo algunos precursores fascinantes, el exitoso aparato de Edison para grabar y reproducir sonidos data de 1877. En 1895 su uso estaba bastante extendido, sobre todo entre los hombres de negocios para grabar sus dictados. El público normal podía disfrutarlos en los salones descritos por Carver, donde por cinco centavos escuchaban la música grabada en el cilindro.
Electrobastón
En términos de tecnología disponible, el electrobastón de Carver es el único anacronismo de esta obra, eso, sí de tomo y lomo. Para aturdir o dejar sin sentido a un hombre se necesitan unos dos millones de voltios y en esa época no disponían de las baterías necesarias para acumular tanta carga: la pila de cinc carbono, comercializada en 1896, producía tan solo 1,5 voltios. Las llamadas armas de electrochoque (pistolas, porras…) no aparecieron hasta 1970. Pero, oye, ¿en un laboratorio secreto con un montón de recursos, quién sabe qué tramarían?
Ganzúa automática
Las ganzúas son tan viejas como las cerraduras (4.000 años lo menos) pero, por lo que yo sé, la automática que tan bien le viene a Carver es invención mía. En la actualidad las hay eléctricas, así que no veo por qué no pueden inventar una automática. Ahora que, como venga en kit, no seré yo quien la monte.
Carruaje eléctrico
Aunque puede ser el vehículo del futuro, fue también el del pasado. No muchos se dan cuenta, pero hubo una competición de treinta años entre los ruidosos y apestosos motores de gasolina y sus tranquilos homólogos de pilas. La batalla duró desde la década de 1890 hasta la de 1920. Después de algunos ajustes, el motor de gasolina proporcionaba bastante más autonomía y velocidad, así que ganó la batalla. En Nueva York no aparecieron carruajes eléctricos hasta 1897, dos años después de la fecha de esta novela, pero si una agencia secreta de detectives no puede conseguir unos cuantos por adelantado, ¿quién si no?
Aparato ferroviario de Hawking
El aparato de latón con tantas piezas y tornillos que Albert Hawking pasa horas y horas limpiando y montando es, por desgracia, totalmente ficticio. Parte de la idea procede de la película Pelham 1, 2, 3, en la que utilizan un instrumento similar para que el tren avance sin maquinista. Dicho esto, tampoco es tan descabellado. En los primeros tiempos del ferrocarril, los maquinistas cambiaban de vía golpeando la palanca del cambio de agujas con un palo grueso o similar cuando pasaban por su lado; y no se me ocurre una razón que impida desenganchar los vagones con la herramienta adecuada.
Armas de hojalata
Un poco más de extravagancia. Los motores y otros mecanismos existían en aquel tiempo, pero una pistola de cuerda da como un poco de miedo, ¿no?
Centralita telefónica de la jefatura de policía
Como se dice en el libro, una vez que finalizó la patente de Alexander Bell sobre el teléfono, hubo una avalancha de compañías que daban servicio, como ocurre actualmente con los móviles. La gran diferencia es que entonces se necesitaban cables para conectar todos los teléfonos. Los grandes edificios de oficinas, gubernamentales o no, se volvían locos para conectarse, por lo que siempre disponían de centralita propia. La versión que Carver utiliza es un modelo de la época descrito en un viejo catálogo que descubrí durante mi investigación.
Máquina analítica
Aunque me he tomado la libertad de imaginarla manipulando una gran base de datos, la máquina analítica, o primer ordenador del mundo (alimentado por vapor), es real, en el papel al menos. Fue diseñada en 1837 por el matemático inglés Charles Babbage, aunque por desgracia no pudo construirla en vida. Según sus planos, el programa debía introducirse mediante gruesas tarjetas perforadas (que en aquel tiempo se utilizaban ya para automatizar telares, al modo del cilindro de una pianola). Necesitaba además una impresora y una campanita para indicar que había acabado la tarea. Babbage unió algunas piezas antes de su muerte, en 1871. En 1910 su hijo Henry construyó un modelo más grande y lo usó para imprimir la respuesta (incorrecta) de un problema matemático. Hasta 1991 no se construyó la versión completa, obra del London Museum of Science. En internet hay fotos y, permíteme que te lo diga, es lo más molón del mundo… más o menos como el vapor del steampunk.