Capítulo 3

LOS ILUMINADOS DE BAVIERA

Weishaupt. La Orden de los Iluminados[68] (primeramente llamados «Perfectibilistas») fue fundada en Ingolstadt (Baviera), el 1.º de mayo de 1776, por, un joven de veintiocho años que enseñaba derecho canónico en la Universidad de dicha ciudad. Weishaupt tenía ideas de reforma social sumamente «avanzadas» y fundó dicha Orden con el fin de hacerlas triunfar.

Consiguió que entraran en su Sociedad numerosos francmasones, que habían roto con la regla que prohibía las discusiones religiosas o políticas en las Logias: en su apogeo, la Orden contaba, en 1783, con seiscientos miembros, solo en Baviera, y cierto número de afiliados en toda Europa. Pero el éxito había de ser de corta duración… ¿Cuáles eran la organización y los fines de esa Sociedad secreta paramasónica?

Los grados. Los grados formaban una jerarquía de tres series sucesivas, debida a Weishaupt y a sus amigos:

  1. Almáciga
    1. «preparatorio»
    2. «novicio»
    3. «minerval»
    4. «Illuminatus minor»
  2. Masonería
  3. Misterios

Los fines reales de la Orden eran desvelados poco a poco, a medida que el adepto ascendía en la jerarquía:

  1. El Illuminatus minor prestaba un juramento de obediencia absoluta a sus superiores. Se le enseñaba que el fin de la Sociedad era hacer de toda la humanidad un solo cuerpo, gobernado por los superiores.
  2. El Illuminatus dirigens prometía «luchar contra la superstición, la maledicencia y el despotismo», y hacerse el campeón «de la virtud, de la sabiduría y de la libertad».
  3. En el grado de sacerdote, se ponía al candidato aún más al corriente de las doctrinas de la Orden: «En él se decía que el mejor medio para verse libre de dirigentes importunos eran proceder mediante la operación de una sociedad secreta que apuntara a apoderarse de todos los poderes del Estado. Príncipes y sacerdotes debían ser exterminados. El patriotismo habría de ceder el lugar al cosmopolitismo…»[69].
  4. En el grado de mago, se predicaba el panteísmo materialista: «Dios y el mundo no son más que uno —decía Weishaupt—; todas las religiones son igualmente sin fundamento, puros artificios inventados por ambiciosos».
  5. En fin, el grado más elevado (rey) enseñaba al adepto que todos los individuos tenían iguales derechos, que el hombre debía ser su propio soberano «como en el estado patriarcal, y que las naciones habían de ser llevadas a este estado por todas las vías que a ello pueden conducir, es decir, por medio pacíficos, si es posible; si no, por la fuerza, pues toda subordinación debía desaparecer de la superficie de la tierra».

Los Iluminados se designaban con seudónimos antiguos: «Espartaco» (Weishaupt), «Filón» (el barón von Knigge), «Catón» (el juez Zwackh), etcétera; además, en su correspondencia designaban a Baviera «Grecia», a Munich «Atenas», etcétera.

Fin último perseguido por los Iluminados. El fin último de los Iluminados era nada menos, al fin y al cabo, que la Anarquía, en el sentido filosófico del término: «He propuesto —decía Weishaupt— una explicación de la Francmasonería, ventajosa desde todos los puntos de vista, por cuanto se dirige a los Cristianos de todas las confesiones, los libra gradualmente de todos los prejuicios religiosos, cultiva y reanima las virtudes de sociedad por una perspectiva de felicidad universal, completa y rápidamente realizable, en un Estado donde florecerán la libertad y la igualdad, un Estado libre de los obstáculos que la jerarquía, la clase, la riqueza, arrojan continuamente a nuestro paso… No tardará en llegar el momento en que los hombres serán dichosos y libres»[70]. (El subrayado es nuestro). Anotemos al pasar, que ciertos historiadores han atribuido a la Francmasonería propiamente dicha los propósitos de los Iluminados, que, al contrario, trataban de confiscar la institución en provecho propio; así, B. Fabre[71] escribe, para caracterizar la finalidad de los Masones: «Nada de autoridad, así pues, nada de gobierno; nada de leyes, de modo que nada de legislador; nada de familia; nada de sociedad; no más nacionalidades; no más fronteras; no más patrias».

Disolución de la Orden. Los progresos de la Orden fueron muy grandes después de la adhesión, en 1782, de un Francmasón ilustre, el barón von Knigge, que fue jefe del «círculo» de Westfalia; pero Knigge se cansó pronto de los modales autoritarios de Weishaupt, y en compensación este lo acusó de «fanatismo» y de «mojigatería», diciendo que había dejado una parte demasiado grande al elemento religioso en el ritual (principalmente por el «Festín de amor», celebrado con motivo del grado de Illuminatus dirigens, en el curso del cual «J. de N.» [es decir, Jesús de Nazaret] era invocado como fundador de la Orden); por último, «Filón» se retiró de la Sociedad, que, en ese momento, estaba seriamente amenazada; ya en 1787 el Elector de Baviera había ordenado una investigación sobre esa Orden cuyos designios revolucionarios comenzaban a conocerse; después de la defección de Knigge, cuatro afiliados, alarmados, se asustaron, y fueron a revelar todo al Elector, declarando «que la Orden abjuraba el cristianismo…, que se entregaba a placeres epicúreos, justificaba el suicidio, repudiaba el patriotismo y la lealtad como prejuicios de espíritus estrechos, condenaba la propiedad privada, permitía que se hiciera el mal cuando de él había de salir un bien, y en fin, colocaba los intereses de la Orden por encima de toda otra consideración»[72]. En 1785 quedó disuelta la Sociedad: Weishaupt fue destituido de su cátedra y expulsado de Baviera, así como otros tres altos dignatarios…

La influencia ulterior de los Iluminados de Baviera en la Revolución francesa es todavía del dominio de las conjeturas: se ha pretendido que Mirabeau y el duque de Orleáns (el futuro «Felipe-Igualdad») habían estado afiliados al movimiento; pero faltan las pruebas decisivas.