ANTES SOLO QUE BIEN ACOMPAÑADO
Cuándo de veras hacen falta socios
Socios: el recurso más caro de todos
Vamos con uno de los asuntos más controvertidos de este libro: los socios. ¡Ojo! No me refiero a los socios capitalistas que poseen acciones, que comparten la propiedad de una empresa, pero no trabajan en ella. Me estoy refiriendo a los socios que van a compartir capital y trabajo. Estamos hablando de emprendedores, no de inversores. Es decir, de personas que van a poner dinero para emprender juntos, a la vez que van a poner todo o parte de su tiempo de jornada laboral en ese proyecto. El contenido de este asalto se refiere a socios entendidos como personas con las que no sólo invertiremos, sino que también trabajaremos.
Vaya por delante este dato. Los emprendedores noveles tienden a iniciar su negocio con otros socios en un porcentaje mucho más elevado que cuando se trata de una segunda o tercera iniciativa empresarial.
¿Por qué será?
«Cuando emprendes sueles ser joven, y los jóvenes cometen muchos errores. El error es inherente al ser humano, pero si eres joven aún más. La juventud también te da cierta inseguridad y en ese aspecto eres vulnerable a asociarte con otras personas, con más socios te sientes más seguro[5]».
¡Ay! ¡El maravilloso mundo de los socios!
Antes de asociarse con nadie, responda a la siguiente pregunta: «¿Por qué se asocia?». Sé que en este punto, si ya ha invitado a varias personas a subirse a su barco, se sentirá incómodo y, atendiendo al inapelable efecto de la denominada disonancia cognitiva, a partir de ahora va a negar lo que viene a continuación. Bueno, no lo negará. Hará algo más sutil. Se dirá a sí mismo: «Ya, pero éste no es mi caso. Yo necesito a mis socios».
Voy a poner el dedo en la llaga. El motivo principal por el cual el emprendedor novel se asocia es éste: miedo.
Miedo a emprender, miedo a que las cosas vayan mal, a no tener en quién apoyarse, miedo a no ser capaz de hacerlo todo, miedo a cometer errores, miedo, en definitiva, a estar solo.
Los emprendedores inexpertos buscan compañeros de viaje más por el miedo, la aversión al riesgo y el querer sentirse acompañados que por verdadera necesidad.
Armando Lerís, otro entrevistado, también lo ve así: «Es mejor emprender solo si puedes aguantar la presión. Como dice mi refrán: «Mejor solo que bien acompañado». La ventaja de ir solo es la velocidad y el no tener que soportar socios sin valor añadido. Lo que pasa es que hay pocos empresarios natos e ir acompañado resta el miedo de las decisiones. La gente prefiere llorar junta que reír separada.
Existen verdaderos promiscuos en esto de invitar a socios a meterse con ellos en la cama. Es preciso preguntarse si los socios a los que se está dando entrada son en verdad necesarios o sencillamente se trata del amigo del amigo que siempre estaba presente cuando se hablaba del proyecto, que había aportado algunas sugerencias, y, ¡claro, no se le va a dejar de lado! Hay personas que por el mero hecho de compartir la idea y de recibir algunas aportaciones interesantes ya sienten la obligación de invitar a uno más a la fiesta.
Déjese de historias y malos sentimientos, de invitar porque sí a gente que ni lo merece ni le interesa su vida emprendedora, personas que, en realidad, están buscando si pueden ganar más dinero del que ganan, gente cuyo interés en la idea que en un momento dado les explicó usted parte en realidad de alguno de los que en el asalto primero llamé lamentables motivos del emprendedor.
Pero, claro, en los primeros compases, cuando sólo hay una idea sobre la mesa, da la sensación de que cualquier recurso añadido, cualquier sugerencia, cualquier contribución, cualquier cabeza pensante que —¡además!— le ve potencial a nuestra idea no puede ser excluida del proceso. O, cuando menos, hay que tenerla en cuenta.
¡Nada de eso!
Vamos a hablar de recursos. Porque, lo siento, voy a ser muy directo: un socio es un recurso más. Y como tal debe considerarlo el emprendedor. Ese recurso tiene dos salvedades: una, que es el más caro de todos los recursos (¡se remunera con acciones!). Y dos: es un recurso que puede llegar a tener la capacidad de paralizar nuestra actividad. Es un crédito a muy largo plazo y al 22 por ciento, a un tipo de interés tan abusivo como descomunal.
Hablemos, pues, de recursos:
Si está pensando en tener socios porque necesita dinero, hable con un banco.
Si está pensando en tener socios porque solo no puede con todo, emplee un trabajador.
Si está pensando en tener socios porque hay un área que no domina, subcontrate ese servicio.
Si está pensando en tener socios porque necesita comentar ciertas cosas, contrate un coach.
Si está pensando en tener socios porque tiene miedo, haga deporte[6].
Un socio es un asunto muy, muy serio. Hay una confusión tremenda por parte del emprendedor novel a la hora de considerar los recursos de los que dispone. Para que los recursos salgan baratos, se suele invitar a socios.
El crédito cuesta intereses. El trabajador cuesta su sueldo y las cargas sociales asociadas. La contratación de servicios supone costosos honorarios. En cambio, el socio… ¡es gratis! ¿Verdad?
¡Mentira! El socio es el más caro de todos los recursos porque se remunera con los frutos que su actividad emprendedora sea capaz de dar. Y si usted es una persona que tiene el don, la capacidad, el empuje, la tenacidad, la audacia… —llámele como quiera— de crear y mantener un negocio, no se le ocurra compartido con nadie. No por egoísmo, sino porque en el futuro estará pagando muy caro un momento de flaqueza acontecido varios años atrás cuando aún tenía que descubrir y, probablemente, creerse lo que usted era capaz de hacer.
La soledad del mando
Hable con emprendedores de mucha experiencia. Verá cómo, en la intimidad, reconocen que es mucho mejor estar solo. No me refiero a que la compañía no sea buena, sino a que todo lo que, desde un punto de vista psicológico, un socio pueda aportarle, lo obtendrá hablando con otros emprendedores o con sus propios colaboradores, si se trata de problemas del día a día.
En todas las entrevistas que he llevado a cabo he encontrado un consenso completo y arrollador en pocas cosas. Una, ya lo he dicho antes, es la importancia de la ilusión como motor de todo. Pero la segunda es que, ante la pregunta de si solo o con socios, el 95 por ciento de todas las personas entrevistadas respondió: ¡solo!
Algunos testimonios:
«Claramente, es mejor emprender solo. Porque a medio y largo plazo los objetivos de las personas son, por definición, divergentes. Cambia la vida, cambian las circunstancias. Como mucho, socios capitalistas y, aun así, entendiendo muy bien qué es lo que esperan».
«Buscar un socio es compartir el riesgo y la aventura. Te da cierta seguridad. Aunque, personalmente, creo que es mejor emprender solo que con un socio».
«Cada vez soy más reacio a tener socios, nunca los he tenido y quizá un día me equivocaré y los tendré, pero de momento no me lo planteo».
Para quien aún dude de esto: «En el caso de la editorial fracasé por la idea. Pero en el caso de la empresa de servicios educativos, fracasé por los socios. No tuve el valor para dar un puñetazo en la mesa porque no estaba definida la estructura de poder. En tales casos es mejor cortar y volver a empezar; sencillamente, te has equivocado».
Se han establecido muchos paralelismos entre el mundo de la empresa y el de la guerra. Los términos estrategia, objetivos, tácticas, recursos, costes, eficiencia y un largo etcétera provienen del campo militar. Yo fui oficial del ejército español al realizar mi servicio militar como alférez. Y hubo un capítulo de las casposas ordenanzas cuyo título jamás olvidaré: «La soledad del mando». Y es rigurosamente cierto. Mandar, dirigir, ordenar, llevar las riendas… supone soledad.
Uno ha de tener la mayoría. Alguien debe tener el poder y la autoridad. Las empresas donde manda más de uno no funcionan. Porque cuando hay problemas alguien debe tener el mando y decir la última palabra en relación con lo que hay que hacer. Es necesario dejar muy claro quién es el líder, quién es el que manda. En la manada no todos pueden mandar. Sólo puede hacerlo uno.
Hoy en día, a diferencia del pasado, uno de los factores más importantes en el mundo empresarial es la velocidad en la toma de decisiones. Esa velocidad es difícil de imprimir cuando hay que consultar con socios cualquier decisión. Decidir solo permite decidir rápido. En el siglo XXI esto es una ventaja competitiva incuestionable.
Y sin miramientos: «Hubo un momento que la empresa familiar era de mis hermanos y mía. Pero no era eficiente. Había demasiados condicionantes. Les ofrecí a mis hermanos comprar sus acciones para poder actuar con libertad[7]».
Y es que en esto de emprender hay una particular visión de las cosas que no puede ser compartida con nadie. Es una mezcla entre intuición y visión de negocio. Algo parecido a lo que sucede con los espigones de piedras con los que se hacen rompeolas artificiales. Los ingenieros no han encontrado explicación alguna para comprender por qué el mar se traga algunos espigones y otros no. En su novela Travesuras de la niña mala, Mario Vargas Llosa crea un personaje fabuloso, una especie de chamán de los rompeolas que, mirando al mar, adivina dónde una obra faraónica como es un espigón permanecerá para siempre y dónde no.
Sucede algo parecido con el emprender. Su visión particular de las cosas no puede ser racionalizada. Pero es la suya y es la que debe prevalecer por encima de todo. No todo emprendedor es un chamán que intuye dónde los espigones no serán engullidos por las olas, pero los emprendedores verdaderos le dan un gran valor a su intuición en la toma de decisiones. Y las intuiciones, por definición, son individuales y no colectivas.
Asóciese si —y solo si— no le queda más remedio. Es decir: si no consigue el capital que precisa en el banco. Porque del resto de recursos —trabajadores, proveedores, tipos que hacen coach y gimnasios donde hacer footing— hay a patadas.
El buen emprendedor sabe que mejor solo que bien acompañado.
¿Hay situaciones en que sea recomendable asociarse?
Dicho esto, es cierto que hay situaciones en las cuales un socio capitalista puede ser necesario. Porque existen proyectos en los que un banco no va a confiar y, en cambio, una sociedad capital riesgo o un business angel sí va a hacerla. Proyectos de empresa que cuestan bastante más dinero del que uno dispone. En dicho caso, reconozco que un socio capitalista es la única de las opciones. Insisto: socio capitalista.
Socios sólo si los necesita y, además, capitalistas. Nunca socios para desempeñar trabajo. Socio capitalista, pero trabajando juntos es difícil, por no decir imposible.
La única situación que justifica contar con un socio es que exista alguna carencia que usted no pueda cubrir por sí mismo o subcontratando a alguien. Por ejemplo, como veremos en el asalto dedicado a la elección del sector de actividad, quizá necesite a alguien que conozca muy bien el sector de actividad donde va a emprender y en el que usted no tiene experiencia alguna. O puede que el proyecto sea muy complejo y la concurrencia de varios puntos de vista resulte necesaria para su buena consecución.
Y si usted no se reconoce con madera de emprendedor y, además, no tiene ese carácter luchador que constituye el salvoconducto universal, entonces sí, busque socios que tengan esas características. En los momentos duros, que siempre llegan, le ayudarán a mantener el tipo. Y el buscar socios no desmerece su valía. Hay personas que tienen la facultad de saber rodearse de la gente apropiada. Y eso es también una cualidad.
Finalmente, hay una situación en la cual es bueno tener socios. Se trata del caso en que el emprendedor, debido a una enfermedad o a su edad, requiere que alguien gobierne el barco durante una ausencia temporal o definitiva. Es cierto que un socio puede cubrirte ante una eventualidad imprevista relacionada con la salud. Es rigurosamente cierto. Pero en tales situaciones, cuando llegan, normalmente hay tiempo de buscar a alguien. Es decir, recurrir a un socio por si acaso me pasa algo, es actuar con precipitación.
En el caso de un emprendedor de edad avanzada, ésta es una preocupación más lógica. A partir de cierta edad, al emprendedor le preocupa la continuidad de su negocio. Entonces, o vende o busca socios.
Siento no ofrecer muchas más situaciones porque no las hay.
—RESUMEN—
La mayoría de las veces la gente se asocia por miedo; otras veces, como medio de conseguir recursos que, a corto plazo, salen gratis, pero que a largo plazo son los más caros de todos. Emprender implica cierta soledad, pero esa soledad le dará velocidad y libertad para imponer sus decisiones e intuición. Asóciese sólo cuando requiera algo que no pueda conseguir de otro modo. Y, preferentemente, cuente sólo con socios capitalistas; no se asocie para compartir trabajo.
Cuarto FCF: contar con socios cuando en realidad puede prescindir de ellos.