«Lo más extraño era que por lo que decían correr era algo muy agresivo para las piernas, para los pies. Era como si me hubiesen dicho que mirar era malo para los ojos, o que saborear era perjudicial para la lengua o respirar negativo para los pulmones».
«Antes de correr descalzo sientes que no eres capaz de hacer muchas cosas que consideras imposibles, pero cuando ya llevas un tiempo haciéndolo esa sensación comienza a resultar ridícula y las buenas vibraciones se trasladan a muchos más ámbitos de la vida».
«Cuando corres con un escudo de gomas mullidas, corres como un elefante porque nada te afecta; sin embargo, cuando corres minimalista o descalzo te ves obligado a correr como un humano».
«La concentración precisa para poder correr bien descalzo hace que te fijes en muchos detalles. En cada paso absorbes el terreno por la vista y al mismo tiempo estás pendiente de cada movimiento de cada elemento que pueda afectar a tu desplazamiento. Esa tensión de los sentidos solidifica toda esa información que se asocia a un sensor increíble antes cegado bajo capas y capas de plásticos y cauchos».
«Las sensaciones de cansancio y pesadez se disolvían antes y los agarrotamientos o cualquier tensión muscular no existían. Llegar al final de una carrera y volver relajado a casa sin la sensación de que has machacado tu cuerpo, sino que le has dado un momento intenso pero natural, es algo fantástico en contraste con las sensaciones anteriores».
«Ver cómo los pies trabajan en todo tipo de superficies, cómo los dedos, esos gordezuelos e inútiles apéndices, se expanden para recoger el aterrizaje y ayudar a equilibrar la pisada, te permite entender mejor muchas cosas».
«Una buena transición es la clave para iniciar una nueva vida de corredor sin lesiones, otra cosa es hacerse daño a uno mismo. Una vez más».