Agradecimientos

Agradecimientos

Como siempre, a cuatro personas sin las cuales esta novela no habría visto la luz:

Ben Abercrombie, que se fatigó los ojos leyéndola.

Nick Abercrombie, que se fatigó los oídos oyendo hablar de ella.

Rob Abercrombie, que se fatigó los dedos al pasar sus páginas.

Lou Abercrombie, que se fatigó los brazos sosteniéndome.

Y, también, mi agradecimiento más cordial.

A toda la gente tan encantadora como inteligente de mi editorial británica, Gollancz, y de su pariente Orion; sobre todo Simon Spanton, Jon Weir, Jen McMenemy, Mark Stay y Jon Wood. Y, cómo no, a todos los que han contribuido a hacer, publicar, publicitar, traducir y, sobre todo, vender mis libros, en cualquier parte del mundo en que se encuentren.

A los artistas responsables, del modo que sea, de hacerme parecer elegante: Didier Graffet, Dave Senior y Laura Brett.

A los editores del otro lado del charco: Devi Pillai y Lou Anders.

A quien mantuvo al lobo al otro lado de la puerta, donde debía estar: Robert Kirby.

A todos los escritores cuyos caminos se cruzaron con el mío, ya fuese en Internet, en el bar o, en algunos casos, en el tablero de D&D, y que se pusieron a tiro, ofreciéndome ayuda y risas, junto con un montón de ideas que valía la pena robarles. Ellos ya saben a quiénes me refiero.

Y finalmente, aunque hubiera debido decir primeramente:

A mi cómplice en los crímenes perpetrados contra el género fantasy, Gillian Redfearn, porque, digo yo, a Butch Cassidy no lo asesinaron de manera gloriosa cuando iba solo ¿a que no?