Cuando la última semana
Entró El en Jerusalén,
A su encuentro los hosannas resonaban
Y corría la gente con ramos tras El.
Vinieron luego días crueles,
No conmovía los corazones el amor,
Fruncidos con desdén los entrecejos,
Llega el epílogo, el final.
Con pesadez de plomo el cielo
Todos los patios recubrió.
Los fariseos, como zorros solapados,
Buscaban pruebas sin cesar.
Del templo las fuerzas tenebrosas
Por la escoria de la sociedad lo hacen juzgar,
Y con igual ardor con que lo habían exaltado
Maldijéronlo impertérritos después.
La muchedumbre en las calles,
Desde los portales atisbaba,
Y atropellándose, a empujones
El desenlace esperaba.
Y cuchicheando unos y otros
Las cosas más diversas se contaban,
Y la huida a Egipto y la niñez
Como un lejano sueño se evocaban.
Recordaban la majestuosa
Pendiente del desierto
Y la montaña en que con el imperio
Universal quiso tentarle Satanás.
Y de Caná las renombradas bodas
Y el milagro que a los comensales asombró
Y de su paso por el mar, por el que
En la niebla, como por tierra, la barca alcanzó.
Y el encuentro con los pobres en la choza,
Y al sótano el descenso con la vela,
Que de pronto con el susto se apagó
Cuando el Resucitado se irguió…