16. Separación

Desde el umbral un hombre está mirando

Sin lograr reconocer la casa.

Como una fuga fue su partida,

Por doquier huellas de devastación.

Reina el caos en las estancias.

Las lágrimas y la migraña

Le impiden abarcar

Todo el alcance del desastre.

Desde la mañana, los oídos

Le zumban sin cesar. ¿Es realidad

O bien lo sueña? Y ¿por qué le asalta

De continuo el incansable recuerdo de la mar?

Cuando la escarcha que cubre la ventana

No le permite ver la luz del día,

La angustia de la desesperada situación

Se asemeja más a los desiertos de la mar.

Le había sido tan querida

Que el más pequeño de sus rasgos

Era como la huella que el oleaje

Deja en la arena de la orilla.

Lo mismo que después de la borrasca

Los juncos se sumergen en las ondas,

Se hundieron en el fondo de su alma

Todos sus contornos y sus rasgos.

En los años de las calamidades,

En los tiempos de una existencia inconcebible,

Las olas del destino la arrancaron

Del fondo para reincorporarla a él.

Entre obstáculos sin cuento,

Superando riesgos numerosos,

Las olas la arrastraron,

Logrando unirla estrechamente a él.

Y ahora, en contra de su deseo,

Ha partido ella, quizás.

El dolor de su separación

La vida de los dos devorará.

Y el hombre mira a su alrededor.

Ella, en el momento de partir,

De los cajones de la cómoda, todo

Lo sacó, poniéndolo patas arriba.

Y él se mueve de un lado para otro,

Y hasta entrada la noche coloca

En los cajones las desperdigadas telas

E incluso de la costura el patrón.

Y al clavarse una aguja,

Olvidada en una de las prendas,

Se le aparece de repente ella

Y unas silenciosas lágrimas le caen.