Rugosas son del grosellero las hojas.
En la casa hay risas, y de cristales tintineo
En la cocina, donde se fermenta y se sazona,
Y se añade al escabeche el clavo.
El bosque burlón esparce
Este ruido sobre la vertiente abrupta,
Donde consumido por el sol el avellano
A las ascuas de una hoguera se asemeja.
En una torrentera termina aquí el sendero,
Y mira uno con pena los viejos y resecos
Troncos y los despojos que el otoño
En la torrentera ha amontonado.
Y apena ver que sea tan simple el universo,
Más de lo que un malicioso pudiera imaginar,
Y que al igual que el desaparecido bosquecillo
A todo alguna vez su fin ha de llegar.
Y de nada sirve tratar de comprender
Cuando alrededor todo está en llamas
Y la blanquecina humosidad otoñal
Cubre de telarañas el balcón.
Un pasadizo que entre los abedules se pierde
Se abre en la ruinosa cerca del jardín.
Se oyen en la casa risas y alboroto
Que en la lejanía vuelve el eco a repetir.