[MARCA: 23.43.16]

Guilliman contempla la creciente tormenta desde el puente del Samotracia, con una tripulación de repuesto en los puestos de control del puente de mando. Todas las autoridades fiables dicen que es el peor recuerdo de toda su vida.

—Debemos efectuar la traslación del sistema, mi primarca —le informa el capitán—. La flota debe marcharse antes de que seamos arrasados.

Guilliman asiente. Comprende la necesidad. Aunque sólo sea por un motivo: hay que llevar un claro mensaje de advertencia sobre la amenaza demoníaca a los sectores centrales del Imperio y a los Quinientos Mundos de Ultramar.

—Tenemos cientos de miles de los nuestros ahí abajo —le dice a Thiel mientras estudia los informes del planeta destrozado.

—Hemos sacado a todos los que hemos podido —le responde Thiel—. Ahora es imposible realizar más evacuaciones.

—¿Qué hay de los demás?

—Están refugiándose en las arcologías —le informa Thiel—. Es bastante probable que los sistemas de habitáculos subterráneos y las catacumbas los puedan proteger de los efectos de la radiación solar. Quizá logren sobrevivir a la tormenta hasta que podamos volver con una flota de la legión para evacuarlos.

—Podrían pasar años.

—Así es —admite Thiel.

—Si alguna vez podemos…

—No. En el peor de los casos serían años —insiste Thiel—. Volveremos. Los salvaremos.

Guilliman hace un gesto de asentimiento.

—Thiel, tienes que disculpar mi estado de ánimo. He perdido un mundo de Ultramar. He perdido… demasiado. No me estás viendo en mi mejor momento.

—Teoría: el inverso de esa afirmación es cierto —le contesta Thiel.

Guilliman suelta un bufido. Tiene el rostro gris por el persistente dolor.

—¿Algún mensaje de Gage?

—Nada, mi señor.

—¿Ventanus está entre las fuerzas que logramos evacuar?

—No, mi señor. No estaba —dice Thiel.