[MARCA: 19.50.23]
La 4.ª Compañía ataca.
Lo primero que los Portadores de la Palabra saben de ella es un bombardeo salvaje y en serie de cañones ligeros y piezas de artillería, apoyado por la inmensa potencia de fuego de un Shadowsword y un puñado de otras máquinas de guerra de gran tamaño.
Los Portadores de la Palabra tenían fuerzas posicionadas junto a Tránsito Ketar, una vía principal de acceso que une los almacenes de contenedores con las instalaciones del norte del puerto de Lanshear. Las fuerzas debían proteger el ejército principal de Hol Beloth de cualquier contraataque que rodeara el perímetro al este del Muro Escudo hacia el interior del territorio de Numinus.
Las fuerzas no se dan cuenta de que, ocupando la zona de alrededor del Tránsito Ketar, también están vigilando eficazmente el motor de datos del gremio de manipulación de cargas en el sistema de bunker bajo la casa gremial.
Había sido un edificio majestuoso. Salpicado con los agujeros de los disparos, la casa gremial continúa siendo un edificio inspirador, coronado por estatuas de operarios del gremio trabajando duro y el soberbio símbolo de Ultima.
La zona no ha sido arrasada por completo. No es militar, es comercial. El servidor Hesst la eligió muy bien.
La descarga cae sobre la carretera, los niveles de tres bloques de habitáculos, y dispersa la formación enemiga. Cientos de hermanos de cuchillo son aniquilados por el fuego de artillería, y también docenas de portadores de la palabra. Los vehículos blindados quedan destruidos y envueltos en llamas bajo la lluvia. Un titán traidor Warhound se alerta repentinamente y avanza hacia delante como un moa enfurecido a la caza de una presa apetitosa. Un torrente de disparos de cañón lo alcanza, lo golpea y aniquila su escudo de vacío con una enorme e implacable insolencia. Luego habla el Shadowsword, y una lanza de luz blanca acaba con el Warhound como el arma de algún dios vengativo.
Cae una lluvia de escombros en un radio de cientos de metros, lo que mata a algunos de los adoradores en retirada. Otros, obligados por sus furiosos señores vestidos de color carmesí, se atrincheran detrás de los muros y barricadas de cascotes y comienzan a devolver el fuego.
Los mensajes de disformidad resuenan por toda la zona; desesperadas llamadas de socorro.
Los Land Raiders se lanzan a la carga, con los cascos chorreando agua de lluvia y levantando una cortina de salpicaduras en su avance. Atraviesan los muros, ruedan sobre los escombros y aplastan a los hermanos de cuchillo atrapados por cobertura que habían decidido usar. Los cañones láser montados en las barquillas chirrían en la blanquiazul luz del crepúsculo, haciendo que la lluvia se evapore y se arremoline. Los bólters pesados trituran el aire con su ruido y empapan las posiciones enemigas con otra lluvia, una de destrucción.
Ventanus dirige el avance a pie detrás de los Land Raiders, y atraviesa a paso ligero las destrozadas calles. A su izquierda, las unidades lideradas por Sydance, Lorchas y Selaton. A su derecha, las unidades comandadas por Greavus, Archo y Barkha. Los skitarii de Cyramica forman un amplio flanco derecho, bloqueando y castigando un intento de los Jeharwanate de reagruparse y contraatacar. La infantería de Sparzi ataca por la retaguardia y a la izquierda del asalto de los legionarios, expulsando a los hermanos de cuchillo de sus posiciones y trincheras a lo largo del extremo noroccidental de la enorme calzada.
Los Portadores de la Palabra, una línea carmesí bajo la lluvia, se levantan para detener la carga principal. Los misiles alcanzan al primer Land Raider de Ventanus, dejándolo sin cadenas y envuelto en llamas. El fuego de los cañones automáticos y los proyectiles explosivos de los bólters hacen que varias figuras de color azul cobalto se desplomen en mitad de la carga.
Pero los Portadores de la Palabra han desarrollado un gusto por el corte, un afán por el trabajo de la cuchilla. Tal vez éste proviene de los ejércitos de esclavos de sus hermanos adoradores. O tal vez simplemente tiene que ver con el simbolismo del borde afilado.
Una potencia de fuego concentrada y bien dirigida podría haber desbaratado la carga de Ventanus, pero no la aprovechan. Los Portadores de la Palabra simplemente esperan el cuerpo a cuerpo, disfrutando de la perspectiva. Desenvainan sus espadas. Quieren probar sus capacidades contra la tan alabada XIII Legión en un enfrentamiento cuyo desenlace posiblemente no llegue a influir en el desenlace final de la batalla de Calth.
Los traidores quieren probarse a sí mismos frente a los paradigmas con los que se los ha comparado tantas veces.
Se produce un choque, un impacto hipercinético. Los cuerpos de color azul cobalto a la carga llegan hasta la sólida línea roja. La destrozan. La despedazan, la desintegran, rojo y azul juntos, en una imagen borrosa. Los golpes son mutuos. Una enorme potencia, una enorme fuerza, una enorme fortaleza sobrehumana. La sangre chorrea bajo la lluvia torrencial. Los cuerpos caen al suelo salpicando agua. Las empuñaduras de las cuchillas se manchan de agua de lluvia, aceite y sangre. Los escudos se agrietan y se rompen. Las armaduras se parten. Se produce una chispa de ozono y energía mecánica; el chasquido de la descarga eléctrica.
Ventanus se encuentra en medio de todo. Bólter. Espada de energía. Estandarte cruzado a la espalda. De un disparo arranca una cabeza en una nube de humo sangriento. Empala. Corta un brazo, parte un casco en dos, diagonalmente, de un solo tajo.
Nunca antes había sentido esa fuerza. Ese impulso.
Esta justificación.
Nunca ha conocido tal estado de carencia absoluta de miedo.
Los Portadores de la Palabra ya no podrán volver a hacerle nada más. Han hecho lo peor que podían hacer. Han quemado su mundo, su flota, sus hermanos; han derramado su sangre y desatado sus demonios.
Le pueden disparar. Lo pueden apuñalar. Lo pueden agarrar y despedazarlo. Pueden matarlo.
Nada de eso importa.
Es su turno. Éste es su turno.
Esto es lo que sucede cuando dejas a un ultramarine vivo. Esto es lo que sucede cuando conviertes la traición más abyecta en tu instrumento. Así es como vuelve a recompensarte. Así es como Ultramar te lo devuelve.
Una matanza. Una matanza. Una carnicería total y absoluta. La visita de la muerte en la forma de una tormenta de oro y azul cobalto. Un portador de la palabra, tambaleándose, con los brazos extendidos, con su caparazón cortado abierto hasta la médula, dejando salir un torrente de sangre. Otro, con las manos amputadas, los muñones ardiendo, cae lentamente de rodillas con el agujero de un disparo de bólter atravesándole limpiamente el torso. Uno más, con el casco de color rojo hundido en la mitad izquierda: el mordisco de una espada de energía. Otro, sacudiéndose y convulsionando mientras los proyectiles explosivos hacen estallar su cuerpo y vencen a sus redundancias sobrehumanas. Otro, partido por la mitad con un hacha de energía. Otro, con las dentelladas de una espada sierra.
Otro.
Otro.
Otro. Gruñe, escupe, jadea, maldice, sangra, golpea, se gira, se mueve y muere.
Ventanus llega hasta la casa gremial, salta por encima de las barricadas, y aterriza entre unos hermanos de cuchillo que gritan y huyen ante él. Una armadura roja se le acerca, un sargento de la XVII Legión que empuña un martillo de trueno. Ventanus esquiva el golpe, que deja pulverizado el rococemento. Arremete y atraviesa con su espada la visera, la cara, el cráneo, el cerebro y la placa trasera del casco.
Arranca la hoja. El sargento cae, se desploma, la sangre brota de su visera reventada como el aceite procedente de un barril recién abierto.
La sangre corre por el canal. Ventanus derriba a dos miembros del Tzenvar Kaul lo suficientemente estúpidos como para atacarlo, y seguidamente dispara a un portador de la palabra que está bajando los escalones destrozados por los disparos que hay frente a él. La explosión le revienta la cadera, y lo hace caer hacia un lado. Ventanus lo mata con su espada de energía antes de que pueda levantarse de nuevo.
Sydance adelanta a Ventanus al subir los escalones. Dispara su bólter apuntando a los portadores de la palabra que encuentra en la parte superior, junto a las puertas principales de la casa gremial. Le devuelven los disparos. El ultramarine que tiene a su lado, el hermano Taeks, finaliza su servicio aquí, con los sesos desparramados. Los proyectiles del bólter de Sydance lanzan de espalda al asesino de Taeks contra las puertas paneladas.
El primer destacamento de la XIII Legión está en el edificio. Ventanus está con ellos. La sangre y la lluvia gotean sobre el suelo de mármol.
—Retroceded —les advierte Ventanus.
Se apartan.
Un Land Raider atraviesa las puertas, derribándolas, y haciendo astillas la madera. Ventanus y sus hombres cubren la escotilla lateral mientras se abre y varios skitarii salen con Tawren de su interior.
—Daos prisa —le dice la servidora a Ventanus.
—No es ése un punto en el que sea necesario hacer hincapié, servidora —le replica el capitán.
Los líderes de asalto de Hol Beloth no tardarán mucho en darse cuenta de que no es un contraataque contra Lanshear. La casa gremial es un objetivo concreto.
Varias armas cortas disparan contra ellos desde las galerías superiores del gran atrio. El sargento Archo le hace señas con la mano a una escuadra de combate y se dirige a buscar a los hermanos de cuchillo.
La artillería y el armamento pesado continúan golpeando fuera. Las lámparas colgantes del atrio tiemblan y se balancean. Los trozos de cristal y los azulejos del techo caen desde la claraboya.
Selaton localiza el ascensor blindado que lleva hasta los subniveles de la casa gremial. Pueden transferir energía desde el Land Raider para iluminar y poner en funcionamiento el sistema, pero necesita un código de anulación. Tawren lo introduce.
—La fecha de mi nacimiento —dice ella, dándose cuenta de que Ventanus la está observando.
—Había dos códigos —le comenta él.
—Tengo dos fechas de nacimiento. Mi concepción orgánica y el día de la modificación completa de mi conexión. Hesst las conocía las dos.
—Erais parientes cercanos —señala Ventanus.
—Sí —le contesta ella—. Él era, supongo, mi marido. Mi compañero de vida. El Mechanicum no piensa en esos términos tan pasados de moda, y nuestras conexiones sociales son más sutiles. Pero sí, capitán, éramos parientes cercanos. Una forma binaria. Lo echo de menos. Hago todo esto por él.
El ascensor se cierra. Durante un segundo, Ventanus siente envidia del sentimiento por su pérdida. No importaba que su relación con Hesst hubiera sido sólo aproximada a una relación humana normal; seguía siendo algo. Un semejante.
Él es sobrehumano. No conoce el miedo, y hay otras emociones simples que nunca experimentará de forma similar.
* * *
Fuera, empapado por la lluvia, el coronel Sparzi se da la vuelta cuando los disparos acarician los muros que hay tras él.
—¡Oh, maldita sea! —grita.
Sus hombres también lo ven.
Hol Beloth se aproxima.
Desciende hacia la casa gremial con afán de venganza. Viene para castigarlos. Lo acompañan titanes y catafractos y los guerreros del Gal Vorbak.