[MARCA: 19.29.37]
Tienen lo que necesitan. Sus objetivos. Sus prácticas.
Están preparados.
El primarca tardó diez minutos en determinar el objetivo. Diez minutos. Thiel lo vio trabajar. Guilliman lo hizo a simple vista, por observación, consultando los montones de notas y apuntes a lápiz que había esparcido por todo el estrategium.
Tenía la resolución mucho antes de que el enlace de datos de Leptius estuviese restablecido.
«Debe ser una instalación con un buen funcionamiento —pensó—. Tiene que tener una clasificación de motor de datos de al menos… ¿qué, un 46nCog? Necesita tener un enlace de datos activo, que probablemente podamos detectar usando un rastreador de huellas. Los Portadores de la Palabra han hecho tan buen trabajo destruyendo las instalaciones de la plataforma que resulta más fácil encontrar las que han dejado deliberadamente en pie». Señaló a la pantalla. El muelle Zetsun Verid.
Después debían decidir la práctica. El capitán Hommed recomendó un bombardeo a distancia: espinales primarios, lanzas. El Honor de Macragge indudablemente tiene potencia de fuego suficiente. Gage apoyó la sugerencia. Pero si no lograban una destrucción total con la primera descarga, había una posibilidad muy elevada de que el enemigo pudiera tomar represalias con la red y acabar con la nave insignia.
Empion prefería un ataque directo: toda la energía de la nave insignia a los impulsores, con escudos protectores activados, y deshacerse de los cruceros enemigos rodeándolos y dirigiéndose directamente a por el muelle. Reventarlo de cerca. Embestirlo, si fuera necesario.
Excepto que en el momento en que se movieran, en el momento en que indicaran un aumento de potencia, el Honor de Macragge se convertiría en un objetivo primario. La nave insignia se podía mover con mucha rapidez y con efectos devastadores, pero ¿más rápidamente de lo que se podría reorientar y descargar la red de armas? Y esto suponiendo que no se encontraran con nada a su paso, como un problema en los impulsores o una nave enemiga.
Así que el plan de Empion tuvo que ser rechazado y tomada en cuenta la alternativa de Gage: desviar toda la energía al sistema de teletransporte. Transferir una escuadra de combate, o tal vez dos si había suficiente energía, directo a Zetsun Verid. Hacerlo a la antigua usanza.
—Yo lo lideraré, por supuesto —dice Guilliman.
—Eso ni hablar —le contesta Gage.
Casi todo el mundo presente retrocedió ante la mirada que el primarca le lanzó a su señor de capítulo.
—Muy bien —admite Gage.
—Maldita sea, Marius —refunfuña Guilliman—. Si no es ahora, ¿cuándo?
* * *
La primera escuadra de combate compuesta por cincuenta ultramarines, comandados por Guilliman, Heutonicus y Thiel, se reúne en la terminal de teletransporte de la nave insignia. Si queda energía suficiente, un segundo escuadrón liderado por Empion los seguirá.
Los cascos de Heutonicus y de los líderes de sección están pintados de color rojo para que coincida con el de Thiel.
El limpio y pulido equipo de guerra de Guilliman lo hacen parecer más que nunca un vengativo dios marcial. La placa frontal de su casco está cubierta de alas doradas. Su puño izquierdo es una enorme garra de energía, y en el derecho empuña una magnífica arma bólter decorada a juego con su armadura.
Se puede sentir el olor a ozono en toda la sala, un penetrante hedor metálico que proviene de la pesada plataforma color gris mate del sistema de teletransporte. El vapor del líquido refrigerante se enrosca sobre sí mismo como la niebla bajo la luz amarilla. Guilliman recibe una señal de sus jefes de escuadra, luego hace una señal a su vez a los magi de teletransporte detrás de las pantallas revestidas de plomo.
La energía aumenta. Aumenta hasta que se oye un chillido doloroso.
Como una tormenta a punto de estallar y de descargar su furia.