[MARCA: 14. 01. 59]
Resuenan los truenos.
Fuera, en la tenebrosa bruma del canal, Oll conduce el bote a través de las oscuras aguas, pasando junto a embarcaciones en llamas medio hundidas e hinchados y pálidos cadáveres que flotan sobre la espuma marrón.
Le parece que hay un bote detrás de ellos, siguiéndolos. Pero puede que sólo sea el eco de su propio motor en la niebla.
Krank duerme. Zybes está sentado con la mirada perdida hacia proa. Katt y Graft están dondequiera que vayan sus mentes.
Rane se estremece, atrapado en las garras de una pesadilla. Lo han arropado con algunas mantas. Probablemente no se recuperará de la terrible experiencia que ha sufrido.
Oll saca su brújula y comprueba la orientación lo mejor que puede.
Thrascias. Aún sigue pareciendo thrascias. Esa solía ser la palabra que usaban para denominar al viento procedente del nor-noroeste antes de que los puntos cardinales de la brújula fueran atribuidos a otros propósitos y se le dieran significados más esotéricos. Thrascias. Así era como los grekanos lo llamaban. Así lo llamaban cuando navegaba de regreso a través de las soleadas aguas de Tesalia con la tripulación de Jason, con una bruja y una piel de oveja como prueba de sus esfuerzos. Los romanii, lo llamaban circius. Abajo, donde se encuentran los remeros del galeón, no se había preocupado demasiado por los nombres de los vientos contra los que remaban. Los frankos lo llamaban nordvuestroni.
Oll mira hacia arriba. Una estrella ha aparecido de repente, visible a pesar de la oscura niebla y la contaminación atmosférica. Es luminosa, brillante, de color blanco y azul. Es malévola. Una estrella de mal augurio.
Eso significa que el fin se acerca, y se aproxima rápidamente.
Pero al menos ahora tiene una estrella con la que guiarse.