[MARCA: 13.30.31]

Los truenos retumban a través de los apesadumbrados cielos sobre el destrozado palacio de Leptius Numinus. Comienza a caer una lluvia torrencial. Los patrones atmosféricos del maltratado planeta se estremecen de nuevo.

Ventanus se queda de pie por un momento y deja que la lluvia torrencial limpie el asqueroso icor de color negro de su armadura. Puede sentir las gotas de lluvia golpeando contra su rostro. Abre los ojos y ve a los escuadrones lanzallamas de Sparzi achicharrando el lodo, la carne gomosa negra y las tóxicas entrañas renegridas que el demonio dejó atrás cuando explotó. Las columnas de llamas chisporrotean y crepitan ferozmente bajo la lluvia.

Camina hacia lo que queda del atrio del palacio. Selaton lo está esperando.

—Lo mataste —le dice Selaton.

—No estoy muy de acuerdo con tu definición.

—Lo eliminaste, entonces. ¿Cómo lo hiciste?

—Suerte. Suerte de la peor clase.

Ventanus vuelve a mirar hacia los destrozados jardines, los derruidos muros, los escombros de la puerta.

—No podemos quedarnos aquí. Cxir dijo que se aproximaban más fuerzas. Este lugar ya era difícil de defender antes. Será imposible hacerlo de nuevo. Esto nunca fue una fortaleza.

—Estoy de acuerdo, pero ¿qué pasa con el motor de datos? —pregunta Selaton.

—Buena pregunta.

Ventanus se da cuenta de que su sargento lleva un saco. Lo coge y mira en su interior.

Está lleno de dagas negras. Puñales rituales. Algunos de ellos son de metal negro, otros de cristal, y algunos tienen piedras incrustadas; algunas empuñaduras son de alambre, otras de cuero, otras de piel de serpiente. Selaton los ha recogido de entre los miembros de la hermandad muertos.

—Usaste el arma de Cxir contra el demonio —le dice tranquilamente Selaton—. La teoría: estas cuchillas funcionan. Sus propias armas funcionan.

—Puede que tengas razón —dice Ventanus. Mira otra vez al interior del saco. Las cuchillas brillan y relucen entre las sombras—. Pero me temo que todas estas cosas son tan nocivas y peligrosas como los monstruos contra quienes las queremos usar. Tíralas, Selaton. Lánzalas a un pozo. Mete una granada dentro del saco y arrójalo a una zanja. No podemos empezar a usarlas.

—Pero…

Ventanus lo mira.

—La teoría: así es como comenzó con la XVII Legión —le dice—. El uso oportuno de un arma desconocida para derribar a un inesperado y resistente enemigo. Unas extrañas dagas encontradas en algunas tumbas o templos de los xenos, ¿qué daño podían hacer? Atraviesan la carne del demonio. Merece la pena correr el riesgo.

Una mirada de repugnancia absoluta recorre el rostro de Selaton.

—Voy a deshacerme de ellas —le dice.

Ventanus camina hacia el almacén. Pasa por la sala en la que Sydance está observando cómo los magi tratan de reconectar el comunicador.

—Excelente combate —le dice Sydance, aplaudiéndolo.

—Esta vez he sido yo el eldar número trece —le contesta Ventanus—. Pero no volveremos a tener esa suerte de nuevo. ¿Está arreglado el comunicador?

—Están trabajando en ello. El enlace de datos continúa estando activo. La servidora quiere verte.

—Está bien. Yo también quiero verla a ella.

Ventanus entra en el almacén. Tawren se ha desconectado del motor de datos. Uno de sus magos, Uldort, ha ocupado su lugar en el enlace para mantener el procesamiento de datos.

—Capitán —lo saluda Tawren.

—Servidora.

—Este motor de datos no es lo suficientemente potente como para hacerse con el control de la red.

—Así que ¿eso es todo? —pregunta Ventanus—. ¿Ahora nuestra contribución consiste en… recopilar y suministrar información a la flota hasta el momento en que seamos exterminados?

—Ese será el destino de Leptius Numinus —le dice ella—. Sin embargo, por favor coloque esa contribución en su contexto. Éste es el único motor de datos en funcionamiento en Calth. No es solamente una fuente vital de datos; es la única fuente de datos.

Ella le muestra las pantallas con los cuadros de datos.

—Hemos desarrollado un esquema de resistencia por todo el planeta. Está roto y disperso, pero es fuerte. Se extiende a través de cientos de ubicaciones, al menos treinta mil de sus hermanos de batalla y doscientos mil soldados y guerreros del Mechanicum continúan activos. Coordinados, pueden lograr mucho más que si actúan descoordinados.

—Este palacio sólo puede proporcionar esa coordinación por poco tiempo —dice Ventanus—. El enemigo está en camino.

—Esa imagen no es totalmente oscura, capitán. Hace aproximadamente quince minutos hice un descubrimiento muy importante.

Tawren sonríe al recordar el hallazgo. Es un tanto agridulce, casi doloroso de recordar y, sin embargo, estimulante. Había encontrado el regalo de Hesst. Descubrió en lo que estaba trabajando cuando murió, aquello que él escondió tan escrupulosamente para que estuviera a salvo hasta que ella lo descubriera.

—Mi predecesor intentó configurar un código asesino para combatir la secuencia del código corrupto enemigo. Consiguió esta proeza antes de morir. Fue un acto de desesperación y genialidad. Es una sublime e intuitiva pieza de codificación, y sólo Hesst podría haberlo hecho.

—¿Lo podemos utilizar para efectuar una purga? —le pregunta Ventanus.

—Hesst escondió el código asesino en un motor de datos seguro que seguidamente cerró y selló. El motor de datos es el cogitador de manifiestos del gremio de carga y descarga en el espaciopuerto. Se encuentra en un bunker seguro en la zona industrial entre el espaciopuerto de Numinus y las pistas de aterrizaje de Lanshear. Lleva a cabo las operaciones de carga de ambos puertos, y por lo tanto es lo suficientemente poderoso como para dirigir la carga de datos de la red de armas planetaria. Como se trata de un motor civil, no era un objetivo militar principal. Hesst lo limpió con su código asesino y luego lo aisló.

Ahora Tawren se da cuenta de ello, de por qué se mantuvo hasta el último momento. Por eso no podía abandonar su puesto, ni siquiera cuando el código corrupto había dañado su mente. Sentía que tenía que terminar. Estaba decidido a terminar. Estuvo aguantando todo el tiempo que pudo para conseguir hacerlo.

—¿Puedes utilizar ese motor por control remoto? —pregunta Ventanus.

—No, capitán. Necesito acceso directo a la conexión principal para lanzar el código asesino. Una vez que haya conseguido depurar una vía en el sistema, puedo crear un nuevo colector y asumir el control de la red.

—No será fácil llegar hasta la zona del puerto.

—Por supuesto que no lo será —le contesta ella—. Hay un problema adicional.

—Continúa —dice Ventanus.

—El enemigo controla la red usando un motor de datos que capturaron en una de las plataformas orbitales supervivientes. Puedo depurar el sistema, pero no puedo anular ese control. Necesitamos ayuda de la flota para dirigir el objetivo hacia la plataforma.

Asiente con la cabeza.

—¿Y qué pasa con este motor? —pregunta él.

—Debe mantenerse en funcionamiento el máximo de tiempo posible —le contesta Tawren—. El magos Uldort se ha ofrecido voluntario para quedarse y mantenerlo operativo todo el tiempo que pueda.

—Es una sentencia de muerte —le dice Ventanus, mirando al joven magos del enlace—. Los Portadores de la Palabra están llegando.

—Calth es una sentencia de muerte, capitán —le contesta la servidora—. Lo único que importa es cómo nos enfrentamos a ella.

El capitán se queda callado durante unos momentos.

—Prepara a tus hombres para viajar, servidora —le dice—. A ver qué puedes hacer a través del enlace de datos para coordinar el apoyo a nuestro asalto en la zona del puerto.

Regresa a la sala de comunicaciones. En el pasillo, les dice a Sydance, Selaton y Greavus que movilicen las fuerzas.

—Estamos evacuando este lugar. Vamos a regresar al puerto. Reunid todas las fuerzas que podáis. Especialmente vehículos de combate. Vamos a tener que abrirnos paso a la fuerza.

—Eso no suena muy bien —dice Sydance.

—Suena como suena —contesta Ventanus—. Es la única práctica que merece la pena que nos queda. Necesito ese enlace. Necesito el transmisor. Hemos estado perdiendo el tiempo sin coordinación de la flota. Decidles a los magi que necesito hacer una transmisión.

Se alejan de prisa. Él espera. Piensa.

Aparece Arook.

—Yo me quedo —dice el skitarii.

—Podrías serme útil.

—Mi obligación es para con el Mechanicum, Ventanus. Este motor de datos necesita mantenerse activo durante el mayor tiempo posible. Comprende cuál es mi deber.

Ventanus asiente. Le estrecha la mano.

Arook la mira durante un momento, desconcertado por la desconocida actividad de la interacción social.

Aprieta la mano de Ventanus.

—Marchamos por Macragge —le dice Ventanus.

—Nosotros nos quedaremos defendiendo Marte —contesta Arook—. Significa lo mismo.

Se vuelven cuando Sullus se les acerca. La armadura del capitán está seriamente dañada y abollada. Cojea un poco. Sus huesos van a necesitar mucho tiempo para volver a unirse.

—Yo me quedaré aquí también, Ventanus —le dice—. Los skitarii podrían utilizar algunas de las armas de la legión. En este momento no estoy en condiciones de ir muy lejos. Pero aún puedo permanecer de pie y disparar.

Ventanus mira a Sullus a los ojos.

—Tellus, esto no ha sido culpa tuya —le dice—. Nada de esto.

—Esto no tiene reparación, Remus —le contesta Sullus—. No siento lástima por mí. Esto no fue culpa de nadie, pero todos vamos a acabar pagando. Toma el puerto, apodérate de la red, acaba con toda su flota. Y recuerda mi nombre mientras lo estás haciendo.

* * *

—¡Tenemos conexión! —grita Sydance.

Ventanus coge el micrófono que le da el magos.

—Al habla Ventanus, al mando de Leptius Numinus. Ventanus, Ventanus. Solicitando enlace cifrado de prioridad con la XIII flota. Responda.

—Aquí la nave insignia de la flota de la XIII —resuena en el comunicador—. Sus códigos de autorización han sido reconocidos. No se retire.

Una nueva voz se oye a través del enlace.

—Remus.

—Mi primarca —dice Ventanus. Parece sorprendido—. Pensé que tendrías oficiales que se encargaran por vos de las redes de comunicaciones, mi señor.

—Y así es. Pero sólo por esta vez. Me preocupaba que tu sorpresa pudiese proceder de los rumores de mi muerte.

—Eso también, mi primarca. Saber que estáis sano y salvo levantará los ánimos por aquí.

La comunicación empieza a fallar.

—Decía que hoy has hecho un buen trabajo, capitán —se oye a través del comunicador—. Los datos que nos estás enviando son de un valor incalculable. Gage está coordinando nuestras fuerzas.

—Es un mal día, señor.

—No soy capaz de recordar uno peor, Remus.

—Este emplazamiento no puede permanecer activo mucho más tiempo, mi señor. Esperamos perder la fuente de datos en las próximas horas. Pero vamos a apoderarnos de la red, señor. Vamos a recuperar el control de la red.

—Buenas noticias, Remus. Nos está matando. Y está acabando con el sol, también. Creo que la XVII Legión quiere acabar con todo lo que una vez estuvo vivo.

—Parece que el camino llega hasta aquí también, mi señor. Mi primarca, esto es importante. Nosotros…

La transmisión se aclara y crepita de nuevo.

—Repetimos, Leptius. Repito. Ventanus, ¿me escuchas?

—Ventanus, mi señor. Os recibo. Las interrupciones son cada vez peores. Señor, no podemos completar nuestro control de la red hasta que la flota consiga eliminar la plataforma orbital desde la que está operando el enemigo. Podemos depurar su código una vez que estemos dentro, pero no podemos destruirlo. La flota necesita descubrir y destruir la ubicación de su red de mando como principal prioridad.

—Entendido, Remus. Una prioridad. ¿Puedes identificar el objetivo?

Ventanus mira a Sydance, que le da un panel de datos.

—Puedo hacerlo, señor —le dice Ventanus.