[MARCA: 12.53.09]

Erebus está allí de pie, rodeado de seres demoníacos.

Continúa en la parte alta del norte, en la ahora maldita Meseta Satric. El cielo es de color rojo sangre, el color de la armadura de su legión. El horizonte es un anillo de fuego. La tierra es un montón de cenizas. Las piedras negras señalan el círculo ritual, unas piedras traídas desde el mundo de tumbas en el que se ha convertido Isstvan V, que palpitan con un poder incandescente. El viento sopla. Con sus estridentes notas, como voces cantando, es la verdad. La Verdad Primordial. La verdad de Lorgar. La verdad de las palabras que portan.

Los supervivientes del Tzenvar Kaul hace mucho tiempo que se retiraron hasta una distancia segura a unos quince kilómetros del valle. Sólo quedan los guerreros de Gal Vorbak, liderados por Zote, y sus formas inflexibles son una prueba contra el mortal viento y el antinatural fuego. Erebus está cansado, pero también eufórico. Es casi la hora de la segunda salida del sol. El segundo y gran Ushkul Thu. Le hace una señal a Essember Zote.

Alrededor de Erebus, en las laderas calcinadas y rocas renegridas, los demonios se arrastran, alterados por su movimiento. Disfrutan del diabólico resplandor, reluciendo, brillando, chirriando; algunos lentos, otros deseosos de ser desatados.

Los calma con unas palabras suaves. Sus formas se extienden a su alrededor tan lejos como le llega la vista, como una colonia de pinnípedos tomando el sol en una orilla maldita. Dan vueltas unos alrededor de los otros, con los cuerpos entrelazados, abrazados, unidos. Se retuercen y gimen, gritan y susurran. Alzan las cabezas para proferir sus inmundos gritos hacia el moribundo cielo. Unos enormes moscardones revolotean por todas partes ennegreciendo el asqueroso aire. Los cuernos y las crestas se balancean al espantoso ritmo. Las alas de murciélago se extienden y aletean, las patas seccionadas se agitan y sacuden.

Erebus los señala. Conoce sus nombres. Algolath. Surgotha. Etelelid. Mubonicus. Baalkarah. Uunn. Jarabael. Faedrobael. N’kari. Epidemius. Seth Ash, quien cambia de aspecto. Ormanus. Tarik renacido, el que es ahora Tormaggedon. Laceratus. Protael. Gowlgoth. Azmodeh. Y cien mil más.

Samus acaba de regresar, sumergiéndose en el círculo para revestirse en una nueva carne. Por lo que se ve, todavía quedan algunos enemigos capaces de presentar batalla si es que son capaces de devolver a alguien como Samus a la disformidad.

Eso no será suficiente. Nada vencerá a lo que está descendiendo.

La realidad se está derrumbando. Erebus puede oírla rasgarse y crujir a medida que se retuerce. Calth no puede soportar tanta tensión.

Entonces se desatará la ruina, como una tempestad.

Zote lleva el frasco de disformidad.

Erebus lo sintoniza para poder establecer conexión con el muelle Zetsun Verid y con Phaeron.

Erebus se da cuenta de que le sangra la boca. Se limpia la sangre.

—Comenzad —les dice.