[MARCA: 12. 39.22]

Con las armaduras selladas, la escuadra de combate seis sale por la escotilla Babor 86. Thiel está al mando. Empion le ha dado personalmente la responsabilidad, aunque hay varios capitanes entre las naves supervivientes que han reunido que habrían considerado esa tarea como un honor.

Cuarenta escuadras se mueven a lo largo del casco del Honor de Macragge. Cuarenta escuadras de combate, compuestas por treinta hombres cada una. Armados con bólters y armas para el combate cuerpo a cuerpo. Tres hermanos en cada escuadrón van cargados con minas magnéticas.

El escuadrón de Thiel emerge de popa de uno de los propulsores principales de babor. Es un gigante, una masa sólida parecida a la torre de un bloque de viviendas, con toberas de escape en cada lado que podrían parecerse a las cúpulas de los templos de un tamaño considerable.

Calth aparece sobre el conjunto propulsor: un brillante amanecer planetario se eleva sobre una torre embrujada. Calth tiene el aspecto de la Vieja Terra: masas de tierra verde y mares de color azul, con pinceladas de nubes blancas.

Pero Thiel, sin embargo, puede ver sus daños irreversibles. Una espiral de partículas de polvo de tormenta compuesto de hollín de color marrón ya forma parte de la esfera, y otras zonas se parecen a las manchas en la piel de la fruta. La decoloración atmosférica es impensable. Tras la curvada sombra de la luz del crepúsculo, unas secciones del sur del continente están impregnadas con un luminoso brillo de color naranja, como las ascuas ardientes en el fondo de la rejilla de un horno.

Los cierres magnéticos de sus botas lo mantienen en la superficie del casco. Avanza y amplía su visión. Puede ver los alrededores de Calth con extraordinaria claridad. Puede ver las órbitas brillando con energía de fuego salvaje a medida que son consumidas por la conflagración. Puede ver el más cercano de los satélites del planeta ennegrecido y salpicado de manchas de fuego.

Más cerca hay naves. Miles de naves, naves en llamas. Naves a la deriva, inundadas, destrozadas, despedazadas y destruidas; lentas aglomeraciones de escombros, silenciosas nubes de brillantes residuos metálicos. Los rayos de energía guiñan y parpadean a través del vacío.

El campo estelar, esa enorme extensión sin fin de la galaxia, lo mira todo con desprecio, sin impresionarse.

La luz estelar es fría. Es como una noche clara y nítida de tremenda luminosidad. No hay nada que pueda interrumpir el fresco brillo blanquiazul del sol de Veridian. Todas las sombras son profundas y afiladas. Alrededor de él, la luz del sol es dolorosamente brillante y las sombras profundamente oscuras.

Todos los legionarios están entrenados para soportar el vacío y la gravedad cero durante el combate. Aunque esto no es estrictamente así. El buque insignia proporciona una fuente limitada de gravedad y una envoltura de fina atmósfera, el revestimiento atmosférico que se adhiere al casco de la nave mantenido por los generadores del campo magnético para facilitar la función de apertura de los hangares de lanzamiento y los muelles de atraque.

Todavía queda una pequeña sensación de subida y bajada. El paisaje de babor de la nave se abre ante ellos como un enjambre en el horizonte. Es una densa y compleja arquitectura de tuberías y torres, conductos de ventilación y arcos, bloques y postes de enorme magnitud. La escuadra de combate avanza a saltos gigantescos de una superficie a otra, desplazándose bajo un lado de la nave como si fueran acróbatas cruzando un paisaje urbano de tejado en tejado.

El bajo nivel de gravedad potencia sus esfuerzos. Un paso firme se convierte en un salto de diez metros. Tardan sólo un segundo en dominar la práctica, a pesar de las horas de teoría e instrucción. Es demasiado fácil sobrepasarse, presionar demasiado, volar demasiado lejos. A través de los espacios más grandes, los pozos de las rejillas de ventilación de babor y los enormes cañones de las almenas de cubierta, los miembros de la escuadra de combate cambian a chorros cortos de sus arneses de vacío, y así cruzan los abismos divisores de adamantium y acero.

Un crucero de los Portadores de la Palabra, el Liber Colchis, una enorme bestia de color escarlata, se ha sujetado a la popa de babor del Honor de Macragge como un parásito chupador de sangre. El espacio entre los cascos de las dos naves está completamente oscuro, ya que toda la luz procedente de la estrella ha quedado obstruida.

Sin embargo, se ven luces entre la oscuridad. Thiel avanza con su escuadra y capta las chispas y el resplandor de los instrumentos de corte y los focos que hay colgados. Las escuadras de Portadores de la Palabra que están listos para la evacuación están abriendo cuidadosamente el casco de la nave insignia para instalar unos enormes pasadizos y permitir que sus fuerzas de asalto puedan cruzar directamente.

Las escuadras cuatro y ocho se suponen que están llegando desde otros puntos de evacuación para unirse contra esta invasión, pero Thiel no ve señales de ellos por ninguna parte. ¿Cuánto tiempo debería darles? Bajo el punto de vista de Thiel, la amenaza de un abordaje se ha mantenido sin resolver durante demasiado tiempo.

Mira a Anteras, su segundo al mando.

Le hace la señal.

Se ponen en marcha.

Abren los chorros de sus arneses de vacío y siguen el ancho cañón de un canal de intercambio de calor brillantemente iluminado, bajo la marcada sombra de un acople de potencia del tamaño de un puente colgante. Sus diminutas sombras de color negro los persiguen a lo largo de todo el casco de la nave.

Una mitad del grupo que tienen por objetivo se encuentra en el casco del buque insignia. La otra mitad está en el lado de una torre de acopla miento a noventa grados del resto. Están usando herramientas de fusión en las placas del casco. Unos enormes cabezales de corte se extienden desde las escotillas de carga sujetas al crucero. Desde la posición de Thiel, el crucero está situado debajo de ellos, y los cortadores cuelgan de él, mordiendo el casco del buque insignia. Los chorros de chispas incandescentes ocultan en la oscuridad los cabezales de corte.

Thiel dispara su bólter, y los proyectiles explotan delante de él. No se oye ningún sonido. Han impactado en la placa pectoral de un portador de la palabra que estaba de guardia en un puerto de intercambio de calor, aunque mirando en el sentido equivocado. Su torso estalla en una bola de llamas, esparciendo metralla y glóbulos de sangre. El impacto lo hace caer dando volteretas hacia atrás, de una punta a la otra. Thiel le atraviesa rápidamente la columna vertebral con un nuevo disparo. Falla el tercer disparo, que abre un silencioso cráter en el casco. El cuarto arranca la cara de un portador de la palabra, convirtiéndolo en un fuerte chorro de llamas y chispas. La sangre sale disparada de su cráneo destrozado, retorciéndose en el cercano vacío.

El resto de la escuadra de combate comienza a disparar. Atraviesan la zona de lucha como una escuadra de ametrallamiento de Thunderbolts, y los portadores de la palabra mueren cuando las ráfagas de disparos de bólter les impactan y los atraviesan. Los cuerpos caen y rebotan. Algunos se desintegran, liberando nubes de gotas de sangre mercurial. Un portador de la palabra es golpeado con tanta fuerza que su cuerpo sale disparado a gran velocidad, disminuyendo de tamaño a medida que deja atrás la nave. Otro de ellos es alcanzado por una explosión que provoca una avería de su arnés de vacío y estalla en una bola de fuego, chocando brutalmente contra el casco blindado del crucero que hay debajo de ellos.

Cuatro portadores de la palabra mueren sin liberar el cierre de sus botas, y simplemente permanecen en el casco, con los brazos caídos, como estatuas o como cuerpos hundidos en el lecho marino por el peso de sus pies.

El entorno está lleno de enormes masas de sangre a la deriva. Chocan contra Thiel y estallan en gotas más pequeñas, salpicándole toda la armadura. Durante un segundo, su visor queda manchado y pierde la capacidad de visión. Frena a fondo, retrae los propulsores, y aterriza.

Limpia el visor a tiempo para poder ver a un portador de la palabra saltando sobre él. Ambos están al lado de la torre de acoplamiento, a noventa grados en relación al nivel de la nave. El movimiento del portador de la palabra, ayudado por la ligera gravedad, parece exagerado, casi cómico. Dispara su arma. Un proyectil pasa rozando a Thiel. Este le devuelve el disparo. Unos silenciosos disparos estallan en la pierna izquierda del enemigo y destrozan sus dos hombreras. Los impactos alteran de forma violenta su trayectoria, convirtiendo su salto hacia adelante en una caída tremenda hacia atrás y un giro. Choca violentamente contra el soporte de un propulsor y rebota con un ángulo diferente.

Thiel se da la vuelta. Apenas puede esquivar un hacha de energía que aparece en la oscuridad. Mata al portador del hacha con un solo disparo que empuja la figura hacia atrás sacándola de entre las sombras y enviándola hacia la luz. Pero hay otros dos más. Ambos se abalanzan sobre él con herramientas cortantes: un soplete de partículas, que lanza un chorro ardiente, y una cortadora de energía. Los portadores de la palabra se dirigen hacia él a pasos largos y lentos.

Thiel lleva su espada larga electromagnética. La desenvaina, y antes impacta con dos proyectiles de bólter en el pecho del portador de la palabra que empuña la cortadora, creando un banco de inquietas gotas de sangre. Luego se enfrenta con el guerrero del soplete que apunta en su dirección.

Puede cortar a través de los cascos de vacío. Sin duda puede atravesarlo a él y a su armadura.

Thiel usa el alcance y el filo de su espada para conseguir el máximo efecto. Atraviesa el carenado del soplete y el brazo que lo sostenía. La sangre brota del brazo amputado, y la energía se escapa del destrozado soplete. Atrapado en la bola de fuego de color blanco, el portador de la palabra continúa luchando, golpeando, mientras se quema y se derrite. Thiel se arriesga a propinar una fuerte patada en el pecho del enemigo y lo aleja de un empujón. Inmolado, demasiado brillante como para mirarlo, el portador de la palabra gira sobre sí mismo a medida que desaparece. La energía desatada alcanza la célula del soplete y la hace estallar. La onda expansiva y la luz, ambas en silencio, inundan la torre de acoplamiento. La bola de fuego golpea el casco del crucero y se expanden hacia el exterior, agotando su furia.

Thiel se ve lanzado hacia atrás. Los sensores de su armadura se quedan en blanco durante un segundo, en el que recibe una ráfaga de energía estática y crujidos.

Trata de sujetarse al casco para volver a anclarse. El resplandor de las explosiones se desvanece. Hace una evaluación rápida del combate. Ha perdido dos hombres, hasta donde puede ver, pero las fuerzas de los Portadores de la Palabra se han visto bastante mermadas. Hay cuerpos destrozados a la deriva por todas partes, rodeados por un mar de temblorosas y asimétricas gotas de sangre. Sin embargo, aún no hay ninguna señal de las otras escuadras de combate.

Thiel baja corriendo hacia los enormes cabezales de corte. Son unos instrumentos descomunales, cada uno de ellos más grande que un Rhino, maniobrados por los titánicos servobrazos desde el interior del crucero enemigo. Thiel le hace una señal a Bormarus, que es uno de los hombres asignados para llevar las minas magnéticas. Comienzan a colocarlas sobre los primeros cabezales de corte. Thiel deja a Bormarus trabajando y eleva el servobrazo hasta una plataforma de control colocada a media altura. Si consiguiera dirigir el mecanismo hacia el interior de la nave enemiga…

Como una lluvia de cometas, los proyectiles explosivos caen a su alrededor. Algunos de ellos golpean la plataforma y la barandilla protectora, estallando con destellos brillantes. El diluvio de fuego es inmenso. Más abajo, media docena de sus hombres mueren. Los cuerpos con armaduras de color azul comienzan a vagar a la deriva junto a los de armaduras de color rojo. Las trémulas y brillantes gotas de sangre son todas del mismo color.

Mira hacia «arriba».

El ataque de su escuadra de combate no ha pasado desapercibido. Una fuerza de Portadores de la Palabra está saliendo por las escotillas de carga del crucero. Aparecen disparando e impulsándose con sus propios arneses de vacío.

Thiel y sus hombres son superados en número en una proporción de ocho a uno.