[MARCA: 12.17.46]

—¿Quién es… Samus? —pregunta el oficial de comunicaciones. Entonces se estremece y se quita el auricular de los oídos.

—¡Informe! —le grita Gage.

—Una interrupción repentina y grave, mi señor —le contesta el oficial de comunicaciones mientras teclea en su consola con destreza para poder volverse a conectar—. Patrones de interferencias. Sonaba como la distorsión de un enorme patrón tormentoso, como si el mal tiempo hubiera aislado el área de Leptius Numinus.

—¿Ha perdido la transmisión? —le pregunta Gage.

—La transmisión de voz con Leptius Numinus se ha interrumpido —le confirma el oficial de comunicaciones.

—Sin embargo, el enlace de datos continúa activo —le dice el magos del puesto de control que está al lado—. La información sigue siendo procesada y transmitida por el motor de datos del palacio.

—Restablezca ese vínculo —le ordena Gage al oficial de comunicaciones.

Gage cruza hasta el estrategium donde el capitán Hommed y sus oficiales están examinando la rápida elaboración de un plan táctico. Es una representación holográfica en tres dimensiones de Calth y sus regiones cercanas.

Lo que cuenta es muy amargo.

Prácticamente, todos los muelles orbitales han desaparecido, o están tan dañados que sería mejor reemplazarlos en lugar de reconstruirlos. Las formaciones de la flota de la XVII Legión están bombardeando el hemisferio sur de Calth. El resto de la flota ha establecido una clara posición de superioridad orbital.

La flota de Ultramar está diseminada. Se ha visto reducida a un cincuenta por ciento de su fuerza original. Las naves que quedan huyen al otro lado de la estrella local para evitar el ataque de la flota y el inexorable fuego de la red de armas o, como el Honor de Macragge, están indefensas y a la deriva en la zona de anclaje alta.

No queda prácticamente nada con lo que luchar. Están derrotados. Todo se acabó ya. Es sólo cuestión de que los Portadores de la Palabra acaben con las últimas naves de combate de la XIII Legión.

La red de armas parece no estar teniendo ninguna dificultad en hacerlo. Ha destruido el mundo forja local, una pequeña luna con capacidades ofensivas, una fortaleza estelar cerca del punto Mandeville del sistema, y numerosas naves de combate principales.

—Disponemos de sensores —informa el capitán—. Y estamos empezando a producir energía. Creo que tendremos capacidad para las armas o para la impulsión dentro de quince minutos. Pero no para ambas.

—¿Qué pasa con los escudos protectores? —pregunta Gage.

—Me pareció que las armas o la impulsión eran mayores prioridades.

Gage asiente. La teoría es sólida. Efectivamente, hay tres naves de crucero de los Portadores de la Palabra acopladas a la nave insignia. La red de armas no disparará al Honor de Macragge mientras estén tan cerca. Las naves no dispararán, porque ya lo habrían hecho. Se han acercado tanto para comenzar el abordaje.

El enemigo quiere la nave insignia intacta.

Gage ve el patrón. Durante un momento no podía entender por qué, de las naves supervivientes de los Ultramarines, la mayoría eran las naves más grandes, poderosas e importantes. Probablemente, un enemigo con el control de la red de armas escogería primero las amenazas más serias.

Las naves que se han salvado están todas indefensas y a la deriva. En cuanto logran deshacerse de los efectos del código corrupto o del impulso electromagnético, y se mueven o levantan los escudos protectores, la red las destruye.

Los Portadores de la Palabra pretenden apoderarse de tantas naves principales de la legión intactas como les sea posible. Quieren reforzar su flota con más naves de guerra. Quieren aumentar su poder de ataque.

Pretenden volver las naves de los Ultramarines contra el Imperio.

¿Qué era esa tontería que Lorgar estaba gritando al final? ¿La traición de Horus? ¿Una guerra civil? Estaba loco, y además, ése no era Lorgar. Era alguna manipulación genética de los xenos. Se trataba de algún efecto de una brecha en el empíreo.

Gage sabe que se está mintiendo a sí mismo. Hoy ha cambiado la forma de la galaxia de una manera que no podrían haber previsto las más alocadas teorías. Tiene la esperanza de no vivir para sufrir el nuevo orden.

Independientemente de lo larga que resultase ser su vida, no va a permitir que las naves de Ultramar sean usadas contra el Imperio.

Se vuelve a Empion.

—¿Están reunidas tus escuadras?

—Sí —le confirma Empion.

—En marcha —le ordena Gage—. Repeled a los asaltantes. Encontradlos y sacadlos de la nave.