[MARCA: 12.00.00]
—Ventanus de la 4.ª compañía —responde Ventanus—. Por favor, espere mientras verificamos su código de autorización y su identificación.
Ventanus baja el micrófono y espera hasta que Cyramica le retransmite una confirmación de la servidora.
—Aquí Ventanus de nuevo —repite—. Me alegra oír su voz, señor de capítulo.
—Y a mí la tuya, Ventanus. —La respuesta rebota, alterada por la tonalidad de la señal encriptada—. Hasta hace unos minutos estábamos completamente ciegos. Pensábamos que la superficie estaba muerta.
—No del todo, mi señor —le contesta Ventanus—. Pero no puedo negar que la imagen no es muy buena. Hemos sufrido graves pérdidas. Hemos pasado las horas desde el ataque tratando de volver a establecer una red de transmisiones y recuperar algo de la capacidad de datos. Dentro de pocos minutos comenzaré a transferirle las fuerzas supervivientes de la superficie y sus posiciones a medida que me lleguen. Tenemos aquí a una servidora del Mechanicum, y está procesando la información entrante para nosotros.
—Ventanus, ¿puedes recuperar el control de la red de armas? —resuena en el comunicador—. ¿Es la servidora capaz de hacerlo? El enemigo tiene el control sobre la red, y la está usando para destruir la flota. No podemos pretender lograr algo frente a su control de la red.
—Espere —contesta Ventanus—. Creo que la potencia de reflexión de este motor de datos es insuficiente, pero el servidor está examinando el problema. Voy a hablar con ella ahora. Ya deberían estar llegándole los datos. El capitán Sydance permanecerá a la escucha para seguir manteniendo el contacto.
—Gage. Recibido.
Ventanus le da el micrófono a Sydance y regresa a la sala de almacenamiento con Cyramica. Hay una mirada tranquila pero mortal en el rostro de Tawren, como si su cuerpo estuviera vacío, como si su mente hubiera escapado sutilmente hasta remotos confines subetéricos y abandonado su envoltura física.
—Ya hemos establecido contacto con sesenta y siete grupos de supervivientes —le comunica Cyramica—, incluidos dos escuadrones de motocicletas en el norte de Erud, una compañía blindada cerca de la bahía de Lisko, y la 14.ª de Infantería Pesada de Garnide, que sobrevivió prácticamente intacta en un bunker en la provincia de Sylator.
—Continúen con la clasificación. El primarca coordinará la práctica activa.
—El señor de capítulo respondió desde la nave insignia —comenta Cyramica—, no su primarca. ¿Han hablado ya sobre las pérdidas orbitales?
—¿A qué te refieres?
—Las pérdidas orbitales son enormes, y se incrementan a cada minuto a medida que la red alcanza nuevos objetivos. ¿Sigue vivo su primarca? ¿Sería posible incluso una práctica activa?
Ventanus la mira fijamente.
—¿Puedo hablar con el servidor? —pregunta.
—Se encuentra en la conexión más profunda.
—Y yo aprecio sus esfuerzos, pero necesito hablar con ella. —Cyramica asiente con la cabeza y emite una suave señal binaria.
Tawren abre los ojos.
—Capitán —lo saluda ella con un gesto de asentimiento y una trémula y subyacente señal portadora tras su voz.
—Nuestra prioridad es la red de armas, servidora. ¿Qué progresos ha hecho?
—Puedo confirmar que este motor no es capaz de anular el control de la red ni de gestionar el funcionamiento de la red después de una sustitución —le responde Tawren con tranquilidad—. Simplemente, no dispone de la potencia necesaria.
—¿Existe alguna alternativa?
—Estoy intentando decidirlo —contesta ella—. Hasta ahora no parece haber ni un solo motor de datos activo en Calth considerado suficiente para ese trabajo que no esté infectado ya con el código corrupto enemigo. Para una respuesta definitiva, sin embargo, debe esperar hasta mi evaluación final.
—¿Cuánto tiempo llevará? —pregunta Ventanus.
—No lo sé, capitán —le responde ella.
Ventanus oye unos pasos detrás de él y se da la vuelta para ver de quién se trata.
Selaton está en la puerta.
—Será mejor que venga, señor —le dice.
Ventanus asiente.
—Infórmeme en cuanto tenga una respuesta —le dice a Tawren, y se marcha.
Tawren se dirige de nuevo al datoverso. Su serenidad es ensayada y deliberada. Un servidor puede manejar una gran cantidad de datos mientras su mente está en un estado de calma. Pero lo cierto es que está luchando contra una crisis de ansiedad.
Con el motor de datos en funcionamiento, puede verlo todo. O, al menos, puede ver más de la totalidad de la situación que nadie, excepto el enemigo. Puede ver el verdadero grado aterrador de las pérdidas: el número de muertos, el paralizante daño que ha sufrido la XIII Legión, las ciudades en llamas, las poblaciones masacradas, la devastada geografía y la sistemática aniquilación de la flota. Bajo cualquier otra circunstancia, Calth hubiera sido considerada una pérdida, y la batalla una derrota.
La determinación característica de los Ultramarines es lo único que los mantiene: su audaz determinación para diseñar una nueva práctica, para evitar y superar incluso las probabilidades sin esperanza.
Hay algo peor que probabilidades sin esperanza. Tawren puede verlo. Tiene una vista de datos simultánea del mundo, y comprueba que hasta las fuerzas leales supervivientes están en apuros y moribundas, acorraladas, luchando contra los ataques por todos lados, enfrentándose lentamente a la eliminación. Están demasiado desperdigadas y aisladas. El enemigo es superior en todos los sentidos.
Esto es la extinción. La red podría haber marcado la diferencia, pero no hay forma de acceder hasta ella y controlarla.
Esto es la extinción. Esta es la muerte de Calth. Éste es el fin de XIII Legión.