[MARCA: 10. 40. 21]
Ventanus se adentra en el subsótano. Puede sentir la suave calidez de las máquinas funcionando. Los magos del Mechanicum merodean por los alrededores, observando, vigilando. Unos cuantos trabajan en los integradores de circuitos, los ajustes finales.
Tawren está en la sala del generador, conectada al traqueteante motor de datos por un enlace umbilical. Parece tranquila.
Lo mira mientras se aproxima, pero está muy ocupada reconfigurando la estructura de transmisión de datos de su cabeza para hablar.
Sullus mira a Ventanus.
—La 4.ª Compañía acaba de salvarnos —le dice Ventanus.
—Como ella dijo —le contesta Sullus, señalando con un gesto de la cabeza hacia la servidora—. Está construyendo una visión táctica. No comprendo los detalles, pero deduzco que está recogiendo y seleccionando datos estratégicos de cualquier sistema y fuente de información con la que pueda enlazar.
—¿Por todo el planeta? ¿Orbital? —pregunta Ventanus.
—Aún no, capitán —dice Cyramica, la ayudante de la servidora—. Por ahora es sólo a nivel local, continental. Como estaba inactivo y aislado, el motor de datos no resultó infectado con el peligroso código corrupto. La servidora está extendiendo su alcance poco a poco, manteniendo cordones de códigos de protección para no contaminarse a sí misma con transferencias de datos infectadas. Además, existe la duda de si este motor será lo suficientemente potente como para coordinar una noosfera completa y global.
Ventanus asiente. Aprecia la forma que tiene el Mechanicum de no suavizar nunca las noticias.
—¿Y qué hay de tomar el control de la red de armas del planeta? —pregunta Sullus.
—No —replica Cyramica con brusquedad—. La red activa está bajo control enemigo y está infectada con su invasivo código corrupto. Todo lo que la servidora puede hacer es reunir datos de modo pasivo. El motor no es lo suficientemente potente para arrebatar el control de la red de los motores de datos controlados por el enemigo, e incluso si lo fuera, tal proceso requeriría funciones de conexión activas, que permitirían al código corrupto una ruta viable de infección cruzada. Como ha quedado demostrado hoy, no tenemos un cordón con código de protección o código asesino lo suficientemente potente como para eliminar y limpiar el código corrupto.
—¿Así que Tawren se ha visto obligada a permanecer pasiva? —pregunta Ventanus.
—Para proteger la integridad de lo que tenemos aquí —le confirma Cyramica.
—Pero ¿puede reunir y clasificar datos tácticos para nosotros?
—Extensamente. Sus magi ya están organizando los primeros informes de datos.
Ventanus mira a Sullus.
—Ella nos puede preparar el material necesario para formular las teorías apropiadas. Luego podemos usar el transmisor para coordinar las prácticas.
—Cualquier represalia coordinada va a ser algo tan bienvenido como no te haces una idea —dice Sydance mientras entra en la estancia. Se saca el casco manchado de sangre y le sonríe a Ventanus—. Pensé que estabas muerto, Remus.
—Y yo esperaba que tú lo estuvieras —le contesta Ventanus.
—Espera todo lo que quieras —bromea Sydance.
Se abrazan con un estrépito de armaduras.
—Siempre hay un eldar número trece, Lyros —dice Ventanus.
—Doce, siempre sólo doce —le contesta Sydance.
Rompe el abrazo de oso y le sonríe a Sullus.
—Me alegra verte en pie, Teus —lo saluda.
—Marchamos por Macragge —le contesta Sullus seriamente.
—Marcha donde demonios quieras —replica Sydance—. Yo me marcho directamente a por la garganta de Lorgar, hoy mismo. He visto…
Titubea y frunce los labios en señal de desagrado.
—Los hombres están muertos y enterrados, hermanos —dice tranquilamente, sonriendo con tristeza—. Te ahorraré la lista por ahora, pero son demasiados. Amigos, guerreros… héroes. La lista de los caídos te haría llorar. Llorar. Los cabrones nos masacraron. Desprevenidos. Mientras dormíamos. El ataque por sorpresa es una honorable tradición de guerra, pero no por un supuesto amigo. Ah, estoy seguro de que viste muchos en tu camino desde el puerto, Remus.
—Sí.
—Voy a hacer un océano de sangre —dice Sydance—. Un océano. Empaparé el suelo con la sangre de esos cabrones. Los haré sangrar más allá de su factor de coagulación. Voy a clavar sus cabezas en estacas.
—Venganza, sí —lo secunda Sullus—. Tranquilo. De todos modos deberíamos formular una teoría sólida.
—¡A la mierda las teorías! —gruñe Sydance—. Ésta es una de esas ocasiones en las que podemos dejar a un lado nuestro planteamiento habitual de la guerra como una ciencia. Esto es la guerra como un arte. Esto es la guerra como una emoción.
—Sí —asiente Sullus—. Pintémonos las caras y carguemos contra las armas enemigas. Sólo son cuatro veces más que nosotros, después de todo. Los pocos de nosotros que quedamos, moriremos, pero al menos habremos muerto expresando nuestra ira. Eso lo soluciona todo.
Sydance hace un sonido despectivo.
—Estoy con Sydance —dice Ventanus, pero alza un dedo de advertencia rápidamente, antes de que Sullus pueda oponerse—. Con una salvedad. Dadas nuestras bajas, dada la superioridad numérica y técnica de nuestro enemigo, creo que nuestro espíritu, nuestra ira, nuestra furiosa necesidad de venganza… pueden ser las únicas circunstancias que nos den una ventaja. Han cometido el error de dejarnos heridos en vez de matarnos. Somos aún más peligrosos. Usaremos ese dolor.
Mira a Sydance.
—Pero siempre hay un decimotercer eldar.
Sydance se ríe.
Sullus es incapaz de ocultar una pequeña sonrisa.
—Debemos cubrirnos la espalda —dice Ventanus—. Debemos canalizar nuestra rabia y templarla con estrategia. Debemos emplear todas las armas: furia, venganza, inteligencia. La rabia es nuestra práctica. La inteligencia nuestra teoría. Ninguna de las dos funciona por sí sola. Deshonraríamos a Guilliman si lo olvidáramos. Información es victoria.
Se vuelve hacia Cyramica.
—Por favor, informa a la servidora que quisiera comenzar con las transmisiones. Necesito la mejor señal cifrada que me pueda proporcionar, y cualquier modificador de fuentes que pueda conseguir. Todo lo que ella pueda hacer para ocultar nuestra posición.
Cyramica hace un gesto de asentimiento con la cabeza.
Rodeado por Sydance y Sullus, Ventanus entra en la sala de transmisiones. Levanta el micrófono.