[MARCA: 9. 44. 12]
El demonio tiene pico. Tiene pico y plumas, y cientos de extremidades vestigiales que acaban en pezuñas. Pero su cuerpo, sus treinta toneladas, es el de una serpiente, de una enorme y rechoncha constrictor. Un marine espacial podría rodearla con sus brazos y no lograría abarcar todo el perímetro de su circunferencia.
Emerge de entre las sombras de la bóveda de al lado de la sala de preparación, deslizando su enorme y contoneante cuerpo a través de una escotilla de cubierta que lleva hasta un compartimento del almacén. Thiel se da cuenta de cómo ha sido fabricada la alfombra de víctimas trituradas.
El enorme pico lanza un gruñido. Thiel ve que los cuerpos secundarios de la serpiente, docenas de ellos, forman como una barba, unos volantes debajo de la barbilla del pico. Se retuercen como tentáculos, como seudópodos. El demonio es un centenar de gigantescas serpientes fundidas en una abominación titánica que comparten una cabeza picuda.
Bormarus dispara una ráfaga de disparos con su bólter pesado, y Zabo lanza un chorro de llamas ardientes. El demonio-serpiente retrocede, y luego arremete con su abarrotada cabeza. El pico atrapa a un soldado de la escuadra, un hermano de batalla llamado Domnis, y lo atraviesa desde la ingle hasta el hombro izquierdo.
Empion avanza, inquebrantable, dándole vueltas a su martillo de trueno para ganar impulso. El demonio-serpiente lo golpea, y él lo detiene, retorciéndole el pico con un tremendo mandoble. El impacto sacude la sala y provoca un estallido de sobrepresión.
El pico está agrietado. Chorrea icor. Thiel corre en apoyo del señor de capítulo, y cuando el demonio-serpiente golpea de nuevo es recibido por el martillo y la espada larga electromagnética.
El martillo impacta sobre el puente del enorme pico y destroza una quebradiza cuenca del ojo de ave. Al mismo tiempo, Thiel lleva el filo de la cuchilla de su espada larga hasta el enorme vientre y la garganta bajo la barba de colas secundarias. La espada desgarra las escamadas, y corta la carne de color rosa brillante y el hueso transparente. Unos sacos rosados internos, rodeados de grasa blanca, explotan y el intestino se rompe.
El demonio-serpiente se levanta con el pico abierto. Sus cuerpos secundarios de serpiente y las pezuñas vestigiales se sacuden y agitan furiosamente. Parcialmente digeridos, partes desmembradas de seres humanos y de marines espaciales salen despedidos desde la profunda herida que Thiel ha causado. Los trozos de cuerpo salen arrastrados por una abundante corriente de fluido gástrico.
Los ultramarines oyen un retumbo atronador y descomunal. Es el enorme extremo final de la cola del demonio, todavía enrollado en la sección inferior, que golpea con doloroso frenesí contra las paredes metálicas del compartimento.
El demonio se desliza hacia atrás a través de la escotilla para escapar de sus torturadores.
—¡La escotilla! ¡Cerrad la escotilla! —grita Zabo. En su mano tiene una cadena cerrada con diez granadas de fragmentación. Mientras Empion golpea el mando de la escotilla, Zabo arma una granada y lanza la cadena completa en la escotilla de la cubierta.
La escotilla está casi cerrada cuando las granadas estallan. La explosión atasca la escotilla unos cuantos centímetros antes de que estuviera completamente cerrada, y la estrecha rendija concentra la onda expansiva en un apretado géiser de llamas y escombros que se eleva y quema todo el techo de la habitación.
El estruendo cesa.
Empion mira a Thiel.
—En cada puerta, un nuevo horror —le dice.
—Y cada momento es un momento perdido —le contesta Thiel.
No es la última vez que repetirán estas frases.
No es el último compartimento del buque insignia por el que tendrán que abrirse paso.