[MARCA: 8.55.49]

El enemigo llega a Leptius Numinus. Es difícil calcular el número debido a la escasa visibilidad, pero Ventanus calcula que son al menos seis mil. La base de la fuerza está compuesta por unidades auxiliares del ejército adscritas a la XVII Legión, las llamadas hermandades. A Ventanus le parecen más unos fanáticos de los rituales que soldados propiamente dichos, lo típico en unos zelotes con la mentalidad propia de la XVII Legión. Ventanus está seguro de que la raíz de muchos de los males de hoy reside allí: en el fanatismo de los Portadores de la Palabra. Siempre estaban al límite y eran inestables, siempre con una inclinación religiosa. Adoraban el Imperio como doctrina y al Emperador como a un dios. Esa fue la razón principal para reprenderlos. Por eso el Emperador usó a la XIII Legión, probablemente sus guerreros más cuerdos, para hacer el trabajo.

Esto debería haber sido suficiente. Debería haber acabado con la forma de pensar rebelde de los Portadores de la Palabra, y devolverlos a ellos y a su despreciable primarca de vuelta al redil.

Pero evidentemente, no fue así.

Los Portadores de la Palabra han fomentado el desacuerdo desde aquel día. Al alcanzar alguna clase de crisis de fe, algún cruce de caminos epistemológicos, se han rebelado. Se han rebelado contra el Emperador a quien una vez adoraron.

Ventanus se pregunta con qué han sustituido su concepto de dios.

El capitán teme que la reunión de tropas en Calth haya sido una oportunidad aprovechada por la XVII Legión para demostrar su nueva lealtad. La elección de Calth no puede haber sido casualidad. Esta era una oportunidad para dañar y avergonzar a la legión que los había castigado hacía ya tantos años. Al ser el instrumento de la salvaje reprimenda contra Monarchia cuarenta y cuatro años atrás, los Ultramarines se convirtieron ellos mismos en el objetivo. Convirtieron en objetivos a los Quinientos Mundos de Ultramar.

Todavía quedan demasiadas preguntas que responder para la tranquilidad de Ventanus. ¿Qué fuerza o concepto ha usurpado al Emperador como la causa devoradora de los Portadores de la Palabra? ¿Qué, aparte de la venganza maliciosa, esperan conseguir en el sistema Veridian? Si aplastan a los Ultramarines en Calth, ¿cuál será su siguiente paso?

¿Exactamente cuántos de ellos hay ahí fuera, en la niebla?

Los líderes enemigos lanzan hacia adelante a los adoradores en un número elevado. Los guerreros de las hermandades, vestidos de color negro, están cantando, y Ventanus también oye tambores. Los Portadores de la Palabra se mantienen a la espera y hacen avanzar a los adoradores como tropas de choque contra la zanja del terraplén y la puerta.

Los artilleros de Sparzi han estado bombardeando la línea enemiga durante unos veinte minutos aproximadamente. Han logrado un daño relativamente grave considerando el escaso calibre que tienen las piezas de artillería de campo con las que disparan. El suelo de más allá del terraplén está salpicado de cráteres y cubierto de muertos. Los observadores de tiro de los muros del palacio están dirigiendo a los tiradores sobre la masa en movimiento. Los proyectiles caen sobre las líneas enemigas levantando en el aire los cuerpos destrozados con columnas de restos ardientes.

Continúan llegando, una oleada tras otra.

—¡Armas ligeras! —ordena Ventanus a los defensores de la puerta y el muro.

Su estrategia es dejar que el ejército se lleve la peor parte de este ataque, porque los legionarios necesitan reservar sus bólters y la munición pesada para los Portadores de la Palabra.

El ejército parece estar de acuerdo con esto. Greavus y algunos de los demás legionarios se han apropiado de los fusiles láser de repuesto y de otras armas y se están uniendo a la línea. Otros se quedan donde están, con las espadas preparadas, para enfrentarse a cualquier enemigo que alcance la puerta.

Sólo Sullus parece distraído. Tiene el bólter preparado y a mano. Está ansioso por actuar, por luchar. Se siente enfadado y frustrado, y esto alimenta su impaciencia.

—Tranquilízate —le advierte Ventanus—. Te voy a necesitar cuando la XVII Legión caiga sobre nosotros.

Sullus suelta un gruñido por respuesta.

—¡Entonces será mejor que vengan pronto! —replica.

Ventanus lo deja sufriendo. Los adoradores reanudan sus ataques. Los muros exteriores del palacio están decorados con cientos de marcas de disparos. Diferentes partes de algunos parapetos se han derrumbado. Hay un incesante flujo de figuras envueltas en túnicas negras. Continúan precipitándose contra la puerta. El puente está cubierto de cadáveres enemigos, y un número considerable de figuras de negro han caído en la zanja.

Los misiles chirrían y arremeten contra los muros. La artillería de Sparzi trata de acabar con los lanzacohetes.

Ventanus está cada vez más preocupado por los suministros de municiones.

El capitán localiza a Arook en una sección del muro junto a la puerta defendida por los skitarii.

—¿Alguna señal del exterior? —pregunta.

—No —dice Arook—. Parece un poco avergonzado.

Los morteros retumban y vomitan a sus espaldas. Ventanus oye los cohetes pasar gimiendo por encima del muro.

—¿Pueden tus hombres localizar la procedencia de los cohetes? Los cañones de Sparzi necesitan acabar con esa amenaza rápidamente antes de que derriben los muros.

Arook hace un gesto de asentimiento.

—Me pregunto cómo pudieron encontrarnos tan rápidamente —murmura Arook mientras imparte órdenes a sus guerreros.

—¿Están escuchando nuestras comunicaciones? —sugiere Ventanus.

—No hay ninguna posibilidad de eso —afirma Arook—. La conexión de emergencia de los skitarii es segura.

—Entonces sólo ha sido mala suerte —dice Ventanus—. Hoy hay más que de sobra de eso para repartir.

* * *

La disformidad abre a todo lo ancho sus negras alas. Kor Phaeron se manifiesta.

—Explica tu retraso —susurra. Las criaturas de la oscuridad y del exterior farfullan inquietas a su alrededor.

Morpal Cxir, comandante de la fuerza, inclina la cabeza ante la manifestación de su superior. Una luz sucia procedente del frasco de disformidad los envuelve a ambos.

—Hemos encontrado resistencia, mi señor —le informa Cxir—. En Leptius Numinus.

—Lo conozco —contesta Kor Phaeron—. Un palacio de verano. Sin importancia estratégica. Sin viabilidad táctica. Quemadlo. Seguid avanzando.

—Hay resistencia, señor. —El cardenal negro deja escapar un leve bufido.

—Se espera que tu hueste se encuentre en el Muro Escudo dentro de dos horas, Cxir. No malgastes esfuerzos y vidas en un objetivo poco importante que puede ser arrasado por armas orbitales más tarde.

—Con el debido respeto, mi señor —insiste Cxir—. Creo que hay algo más que eso.

Hace un gesto a los guerreros agrupados en torno a él. Uno de ellos es Ulmor Nul, con su rastreador, que no deja de gruñir y de tirar de la correa.

—Nul estaba persiguiendo a un capitán de los Ultramarines que fue descubierto mientras huía del espaciopuerto. Obtuvo un rastro imborrable. Esa pista lo trajo hasta aquí, hasta el palacio.

—Sólo es un superviviente que corre hasta el refugio más cercano —declara Kor Phaeron.

—Es una ruta a seguir bastante directa y deliberada, mi señor —dice Nul—. Creo que el objetivo cuenta con la ayuda de fuerzas del Mechanicum y otros supervivientes que se reunieron hasta formar una fuerza de combate razonable.

—La defensa del complejo del palacio es decidida —añade Cxir—. Está organizada y es resuelta. Creo que tiene credibilidad táctica. La XIII Legión está tratando de conseguir algo aquí.

Kor Phaeron se queda callado. La Verdad Primordial susurra a su alrededor, un siseo que suena como las olas rompiendo en una orilla infinita.

—Vas a ser redirigido, Cxir —dice finalmente—. Prosigue con este ataque. Extermínalos.