[MARCA: 8.10.32]

El sistema de túneles desemboca en el perímetro de Leptius Numinus. Durante los últimos kilómetros, la estructura del subsuelo está rota, y los túneles están inundados hasta la altura de las rodillas. El líquido procedente de la capa freática desbordada y las aguas residuales de las plantas de tratamiento de la ciudad se ha filtrado y ha inundado el sistema de túneles. Se ven obligados a caminar por el agua.

Ventanus los guía hacia los terrenos del palacio rodeado por el escuadrón principal de Arook, que se ha sumado a sus fuerzas durante el viaje. Varios escuadrones de skitarii también se han unido a ellos, haciendo que los efectivos del Mechanicum se acerquen al millar. Además, han contactado con cerca de treinta ultramarines, procedentes de varias unidades diezmadas, y con cuatrocientos hombres de la 10.ª de Regulares de Neride, teóricamente bajo el mando de un tal coronel Sparzi.

El palacio es elegante, un complejo rectilíneo de villas. Revela lentamente sus líneas majestuosas a través de la espesa niebla. Los jardines están en ruinas. Las abrasadoras ráfagas de viento de las ondas de choque y de las explosiones han destrozado los ploineros, los hapos y los huertos de árboles de pistacho y han convertido los viñedos en tocones quemados. Los muros ornamentales se han desplomado. Los estanques de carpas son cuencas secas; el agua se ha evaporado. Encontraron los esqueletos encorvados y carbonizados de los jardineros y campesinos detrás de los árboles astillados.

El palacio está cerrado durante el invierno. El gobernador de la ciudad estaba en su residencia en la Torre Dera en la ciudad. Ventanus cree que el gobernador probablemente ya esté muerto. Todos los marcos de las ventanas, excepto los cristales blindados y el cristalflex de las secciones reforzadas, han sido arrasados por los salvajes vientos transcontinentales. Las habitaciones, la mayoría de ellas llenas de muebles tapados con telas para protegerlos del polvo, están cubiertas de cristales rotos y montones de restos destrozados.

Fuera, el valle y las llanuras lejanas son de color oscuro bajo un manto de niebla. No sopla el viento. Todo está inquietantemente tranquilo. Una calma que recuerda la quietud forzosa de la muerte.

Al noroeste, las montañas del Crepúsculo forman un borde de color gris con las llanuras cubiertas de niebla. Al sur y al sureste, la oscura silueta del Muro Escudo rodea la ciudad. La parte posterior de la cordillera se eleva por encima de la niebla untuosa y lánguida. Sus famosos bosques ya no son más que astillas de madera destrozada, despojados de ramas y hojas.

Numinus arde en una gigantesca niebla de luz dorada. No es el único resplandor que pueden contemplar. Otros muchos aparecen en casi todas direcciones, y el embrutecido cielo se ve iluminado por ellos. De vez en cuando, algo cae desde la parte posterior del cielo, dejando una estela de fuego, y se adentra en el escondido paisaje con un temblor lejano.

Entran en el palacio, rompiendo puertas cuando es necesario. Algunas de las habitaciones y pasillos están cubiertos de mampostería rota donde habían caído los muros y los techos. Ventanus ve fragmentos de molduras de yeso, algunos de ellos decorados. Ve héroes destrozados de los inicios de los Quinientos Mundos. Ve el símbolo de Última, el que todos llevaban en sus armaduras, roto en pedazos.

Tawren reúne a un grupo de trabajo de magos para localizar y preparar el motor de datos del palacio y el aparato transmisor de alta frecuencia. Ventanus, previa consulta con Selaton, Arook, Sparzi y el capitán Sullus, un superviviente de la 39.ª Compañía, prepara las defensas. Aunque el muro perimetral y la zanja son bastante considerables, el palacio propiamente no está diseñado para la resistencia militar de una cierta magnitud. Los hombres de Sparzi encuentran algunos cañones autopropulsados y piezas ligeras de campo en un recinto al oeste, y los colocan apuntando hacia la llanura.

—Si nos encuentran aquí, nos van a hacer mucho daño —comenta Sullus.

—Si nos encuentran aquí, los mataré —contesta Ventanus.

Sullus asiente con la cabeza. Una sonrisa le cruza la boca. Desde el amanecer ha perdido a la mayoría de sus hermanos de la compañía. Ha visto otras secciones de la XIII Legión reducidas por el fuego de las tropas o aniquiladas por armas pesadas. Ventanus sabe que para mantener la efectividad de Sullus tiene que avivar su desesperación. Ventanus ya ha considerado poner a Greavus, el sargento de Sullus, en su lugar en la cadena de mando. Sullus es mayor, un veterano. Es como si hubiera sido golpeado por el viento.

Greavus camina hacia ellos. Lleva su casco bajo el brazo. Tiene el pelo y la cara manchados de polvo de yeso. El pelo casi rapado de Greavus es de color rojo, como oro sucio. El polvo hace que parezca que haya envejecido prematuramente.

—Informe del servidor, mi señor —dice, dirigiéndose a Ventanus en vez de a Sullus—. Han encontrado el sistema de transmisión. Hay algunos problemas de energía, pero esperan poder hacer una prueba de emisión dentro de una hora.

—Bien. ¿Y el motor de datos?

—Nada aún, señor —contesta Greavus.

Arook se mueve de repente, alzando su miembro armado principal.

—Contacto establecido —informa—. Dos kilómetros desde la puerta norte, saliendo de la niebla.

—¿Identidad? —pregunta Ventanus.

—Oculta.

Ventanus coge su estandarte.

—Selaton, cubre la línea sur. Coronel Sparzi, el nordeste. El resto venid conmigo.

Se dirigen hacia la puerta, cruzando los jardines que una vez estuvieron decorados. Los equipos contra incendios de los soldados del ejército estar colocados en trincheras excavadas a toda prisa. Ventanus observa una buena distribución práctica de las pocas armas de apoyo y morteros de las que disponen. Sparzi ha leído un manual o dos. Probablemente, alguno de Guilliman.

Pasan de largo por delante de la artillería de campaña y llegan a la puerta. Fuera, el puente de acceso salva la zanja del terraplén. Más allá de dos obeliscos que marcan las distancias, la carretera continúa a través de maleza: el inicio de las famosas y majestuosas llanuras de Dera. La niebla y la oscuridad estropean la vista.

—Tenemos fuentes de calor —dice Arook—. Cuerpos calientes.

—Confirmado —informa Greavus, usando un auspex de mano.

—Están usando la niebla como protección —apunta Sullus con cierta hosquedad—. Eso no puede ser bueno.

—Si yo estuviera dirigiendo refuerzos hasta aquí desde la estación de Erud, también usaría la niebla como protección —comenta Ventanus.

Mira al señor de los skitarii.

—¿Hay señales de comunicación?

Arook niega con la cabeza. La luz de color rojo de su ojo dañado se va desvaneciendo poco a poco.

—Mencionó una palabra código —le dice Arook.

—Sí. Espera —le ordena Ventanus.

Se levanta una ligera brisa. Las hojas del suelo susurran entre los escombros bajo sus pies.

—Una señal —avisa Arook. Todos ellos captan el sonido de los códigos binarios con el silencio de fondo—. Atención palacio. Identificad a los ocupantes —traduce el skitarii.

—¿Es el Mechanicum? —pregunta Ventanus.

—Puedo confirmar que el código fuente de la señal es del Mechanicum —afirma Arook—. Pero eso no demuestra nada. Si es Gargoz, está siendo prudente.

—Insisto en que yo lo sería si me estuviera aproximando a este lugar esperando encontrar amigos y temiendo encontrar enemigos —apunta Ventanus.

—La señal se ha repetido por segunda vez —le informa Arook.

—Responde —dice Ventanus—. Solicita confirmación de identidad.

Arook emite un breve chirrido.

—La respuesta dice: «Elementos de apoyo del punto de reunión de Erud en busca de refugio» —traduce.

Ventanus clava la punta del estandarte en la tierra para poder sujetar su casco.

—Demasiado fácil —declara el capitán—. Nadie de mi compañía se expondría tan fácilmente. No en un día como el de hoy. Nadie de mi compañía ni de ninguna otra compañía. Pídeles la contraseña.

—¿Cuál es el número del eldar pintado? —pregunta Arook.

Esperan un segundo.

—No hay respuesta. Repiten que son elementos de apoyo del punto de reunión de Erud.

—Pregunta de nuevo —insiste Ventanus. Mira a Sparzi—. Prepara a sus hombres —le ordena.

El coronel asiente y se va corriendo.

—Respuesta —dice Arook—: «Esto es una solicitud de confirmación de actividad de los xenos en esta zona. Confirmen, ¿son fuerzas eldar?»

—No comprenden la pregunta —comenta Ventanus.

—Yo no comprendo la pregunta —declara Arook.

—La cuestión es que Sydance debería entenderla —le contesta Ventanus—. Y cualquier otro oficial de la 4.ª Compañía. Pídeles que verifiquen su respuesta. Diles que nos mantendremos a la espera.

Arook lo hace.

Tras una larga pausa, vuelve a hablar.

—Nos piden que confirmemos la actividad de los xenos en esta zona.

Ventanus levanta el estandarte.

—Arook, que tus skitarii señalen las fuentes de calor de ese banco de niebla para ayudar a disparar a las dotaciones de artillería. Dile al coronel Sparzi que abriremos fuego dentro de sesenta segundos.

—¿Vas a abrir fuego? —grita Sullus—. ¿Estás loco? ¿Y si son de nuestra propia…?

—No lo son. No voy a permitir que se acerquen más.

—¡Pero y si son de la XIII Legión! —insiste Sullus—. ¡Y si son de Ultramar!

—No lo son, capitán —le replica Ventanus con firmeza.

Más allá de la zanja, al borde mismo de la niebla, empiezan a asomar la primeras figuras. La débil luz del sol capta el brillo opaco de las armaduras de color carmesí.

—¡Fuego! —grita Ventanus.