[MARCA: -0.18.30]
Telemechrus se despierta de nuevo. Se despierta por completo, se despierta chillando, se despierta aullando, igual que si saliera de una pesadilla. Un sudor frío le baja por la espalda, sólo que ya no tiene espalda. Tiene sangre en la boca, sólo que ya no tiene boca. Tiene los ojos abiertos de par en par, pero ya no tiene ojos.
Una oleada repentina de datos lo ha activado de forma abrupta. Lo ha afectado tanto que durante un momento le impacta el recuerdo físico de su vida antes de la transformación. No de su última transformación. De un periodo todavía anterior, anterior a su transformación formativa mediante la bioingeniería genética que lo convirtió en un marine espacial. Durante un segundo, lo asalta el recuerdo de despertarse de una pesadilla cuando todavía era un ser humano sin modificar.
Cuando todavía era un niño.
Se da cuenta de que no se trata tan sólo de la onda de choque provocada por una oleada repentina de datos. También ha sufrido un impacto físico. Su sarcófago se visto violentamente zarandeado, arrojado, derribado.
El reloj implantado le indica que ha permanecido en estado durmiente durante nueve horas y diez minutos. Los sensores exteriores están desconectados. No puede ver. No puede abrir el sarcófago. No existe noosfera alguna. No existe recepción alguna de datos.
Sus propios sensores, los sensores ciberorgánicos de la montura del chasis de combate, le indican que la temperatura exterior del sarcófago supera los cinco mil grados Celsius. Los localizadores inerciales le indican que está cabeza abajo y que está cayendo.
A una velocidad terminal.