[MARCA: -0.18.30]

La luz es abrasadora, y el fuego llena el cielo que se extiende sobre los campos y el estuario de Neride como el chorro calcinador del lanzallamas de un dios.

Oll Persson tuerce la boca en un gesto de dolor, aunque el calor y el viento todavía estén a medio minuto de allí. Ha visto explotar naves en órbita, pero nunca ha visto algo de estas dimensiones.

El anochecer se tiñe de color naranja. Las últimas sombras de la tarde se alargan a su espalda. Los recogedores de la cosecha alzan la vista, asombrados, horrorizados.

—¿Soldado Persson? —inquiere Graft, que es incapaz de articular una pregunta más compleja.

—Que Dios nos salve —musita OH.

La yerbanegra se agita, se mece.

El viento llega hasta él, caliente, como si alguien hubiera abierto la puerta de un horno cerca de allí.