[MARCA: -16.44.12]
En la torre de vigilancia orbital, el servidor de instrumentos Uhl Kehal Hesst se encuentra en comunión con la noosfera. El código está hablando. Está farfullando.
Los pliegues de su túnica del Mechanicum, que llegan hasta el suelo, están tan rígidos que da la impresión de que lo han tallado en piedra. Se encuentra de pie en la cumbre de una torre de vigilancia que es igualmente elevada y esbelta. La sombra de la torre se extiende sobre Kalkas Fortalice, la ciudadela blindada que se encuentra enfrente de Ciudad Numinus, al otro lado del caudal centelleante del río Boros. Es un caldero de murallas y torres almenadas, una ciudad por derecho propio, aunque su función sea la de defensa, un salvavidas colocado al lado de Ciudad Numinus para protegerla de todo mal.
Diez mil personas se afanan en el interior de la torre de vigilancia, y otras cincuenta mil se encuentran en las torretas artilladas y en los edificios administrativos que la rodean. Está alerta, es un lugar con conciencia propia. Su arquitectura noosférica fue diseñada en el mundo forja de Hesst, en Konor, y la apoyan unas tecnologías llevadas hasta allí directamente desde las fábricas de Marte.
El puente de mando de la torre de vigilancia es enorme, y está abarrotado de personal. Las ventanas, que tienen levantadas las cubiertas blindadas, contemplan el río y la ciudad hacia un lado, y hacia el otro observan las tierras bajas. Hesst se imagina el tráfico que habrá en el espaciopuerto, el polvo que se levantará en las llanuras por las tropas que se reúnen, la tierra brillante y el cielo teñido de tormenta, pero no está interesado en ninguno de aquellos paisajes.
La torre posee su propio campo colector, que no deja de absorber datos para él y para el resto del personal de rango superior. Lo hace a un ritmo equivalente a las comunicaciones noosféricas de ochocientos titanes de combate. Sesenta moderati con las mayores cualificaciones que trabajan en el interior de varios receptáculos amnióticos de cristal blindado colocados en el puente ayudan a frenar ese flujo de información y a adaptarlo para su comprensión.
Desde este puente, desde esta cumbre, Hesst tiene la capacidad de dar una orden mediante un sencillo código de mando enviado a través de su enlace permanente de la unidad principal de instrumentación: la orden de activar toda la red de armas del planeta. Doscientas cincuenta mil posiciones artilladas con base en la superficie, incluidos los silos lanzadores de misiles y los cañones de plasma pesado automatizados, además de las torres y las torretas de artillería, las bases de campo y los pozos de armas solares. Puede activar los inmensos sistemas de escudos de vacío que cubren los centros habitados principales de Calth. Puede activar las novecientas sesenta y dos plataformas orbitales, incluidos los sistemas de protección frente a ataques exteriores como las redes de intercepción que apuntaban hacia la superficie. Y todavía más: es capaz de hacerse con el mando y coordinar todas las fuerzas disponibles que se encuentren en la superficie del planeta y a cualquier escuadra naval que esté anclada en órbita alta o en los astilleros.
Eso significa que hoy, debido a la unión de las diferentes fuerzas de combate, el servidor Hesst dispone bajo su control inmediato y personal de una potencia de fuego mayor de la que posee el señor de la guerra Horus o, si eso es concebible, el propio Emperador.
Esa idea no impresiona al servidor Hesst, ni lo llena de ansiedad. Sin embargo, es consciente de que la magos Meer Edv Tawren está leyendo sus elevados niveles de adrenalina.
Tawren es joven y eficiente, alta, y está completamente modificada. Ha destacado en su ascensión a lo largo de los niveles de desarrollo del Mechanicum, y es extremadamente eficaz en sus tareas. Supervisa el Analyticae. A Hesst le gusta. Apenas accede a sus emociones, pero en las contadas ocasiones en las que decide utilizarlas, siempre se da cuenta de la calidez con la que la percibe. Sus modificaciones son técnicamente agradables, y su organismo básico posee cierta cualidad estética atractiva.
«Detecto un sobrecalentamiento», le dice Tawren en código binario, en una transmisión que dura un microsegundo en el modo directo privado.
Se trata de una comunicación no verbal, pero la descarga contiene significantes codificados para Hesst y para una unidad de titanes de combate que está sobrecargando sus impulsores.
«En absoluto. Reflexión: hoy es un día muy exigente».
Tawren asiente con la cabeza. Está supervisando su turno de guardia. Hesst es consciente de su presencia en el colector que se encuentra al lado de su hombro, del mismo modo que se encuentra de pie en la cubierta de la esfera física. Los dedos de la magos tiemblan cada vez que toca unas teclas invisibles y coordina los datos mediante los sutiles sistemas táctiles de control. Hoy lo difícil es no dispararle a algo.
Debido a las dos flotas que se están agrupando, la densidad del tráfico naval en la órbita de Calth es especialmente elevada. Prácticamente, todas las naves se están moviendo según unas directrices de tráfico que no son estándar o que están ajustadas de modo individual, unos cambios de rumbo, de posiciones estacionarias y de distancia de proximidad fuera de lo común que no se encuentran codificados en los registros de vigilancia habituales. Se trata de una ocasión única, apta para un solo día. La responsabilidad que tienen es la seguridad y la organización orquestada y segura de una inmensa armada.
La red de armamento de Calth posee múltiples redundancias y formas estratificadas de autorizaciones y de comprobaciones cruzadas. No se puede utilizar de un modo impropio o por error por parte de ningún individuo: ni Hesst, ni los otros cuarenta servidores de la torre de vigilancia, o los seis mil doscientos setenta y ocho magi y adeptos desplegados por todo el planeta, los comandantes de las guarniciones del ejército o las divisiones locales. Nada puede ocurrir sin su permiso.
Cada vez que llega una nave, o se mueve, o sobrepasa a otra, o se une a una formación, o entra en un muelle, o en un astillero, o comienza a repostar, o comienza a realizar un recorrido hacia la estrella para comprobar el estado de sus motores, suena una alarma. Cada movimiento o maniobra que no es estándar activa el sistema de puntería de la red de armamento, y Hesst tiene que rechazar una nueva solicitud de permiso de disparo.
En realidad, se trata de una prueba soberbia de fiabilidad y una demostración de la capacidad de la red de armamento de Calth, pero ya comienza a ser agotador. El servidor Hesst controla desde la cima de la torre de vigilancia toda la potencia de fuego efectiva de una flota de combate principal, y esa potencia de fuego está repartida entre la superficie del planeta y su órbita. El sistema es hipersensible para que nada pueda pillarlo por sorpresa y de ese modo conseguir una ventaja. Cada movimiento no planificado introduce una solución de disparo en la red de armamento, que Hesst se ve obligado a rechazar en persona de un modo discrecional. En estos momentos recibe entre dieciocho y veinticinco solicitudes por segundo.
Tawren sabe que la respuesta operativa estándar del Mechanicum ante este tipo de condiciones, tal y como recomiendan tanto los señores de la forja de Konor como los encumbrados ancianos de Marte, es circunvalar de forma temporal los procedimientos automáticos multinodulares de los procesadores de alerta de la red y transferir el control de aprobación a los puestos automatizados mientras duran las maniobras de la flota. Que las máquinas con consciencia propia de las plataformas soporten esa sobrecarga. Que ellas efectúen las comprobaciones cruzadas en el flujo constante de datos entrantes. Que ellas verifiquen los códigos de anclaje y las marcas de registro del tráfico naval.
También sabe que Hesst es un individuo muy decidido que se enorgullece sobremanera de su trabajo y de sus deberes como servidor. La red planetaria de Calth está optimizada para ser capaz de funcionar mediante los procedimientos automáticos multinodulares de los procesadores aunque deban ser uno o varios servidores los que den la aprobación final a todas y cada una de las operaciones. Cambiar al modo automático por completo es admitir la debilidad de la materia cerebral. Es recurrir al uso único de la máquina en vez de utilizar la síntesis biomecánica. Es reconocer los límites del ser humano y someterse a la eficiencia clínica de un código frío.
Ya lo han discutido antes. Lo han discutido incluso utilizando sus voces orgánicas, sus cuerdas vocales, sin conexión alguna. Hesst alberga la visión más pura del sueño del Mechanicum, y ella lo adora por ese motivo. No es lo que creen muchos miembros sin modificar de la sociedad, no es la adoración hacia la máquina, sino el uso de la máquina para extender las capacidades de la humanidad. Es la apoteosis mediante la síntesis. Apartarse y dejar que las máquinas hagan el trabajo es algo que repele a Hesst. Probablemente, la idea le parece más aborrecible a él que a cualquier ser humano sin modificar.
«Sabes que no se puede considerar la aceptación de un error», declara Tawren.
Ha retomado una conversación que tuvieron dos días antes, como si no hubiera transcurrido el tiempo hasta ese momento.
Hesst se da cuenta del hecho al reconocer el marcador de conversación añadido al código de Tawren y que reabre el archivo que había guardado de esa discusión.
«De hecho, se trata de una práctica recomendada por Marte».
Hesst asiente.
«Si construimos sistemas que no podemos controlar, ¿qué sentido tiene construirlos? Dime adonde nos lleva eso, magos Tawren».
«A la aniquilación del yo. A la negación de la propia consciencia».
—Exacto —le contesta Hesst.
Tawren se siente sorprendida al oír que Hesst utiliza su voz orgánica, pero se da cuenta de inmediato que ha cambiado del código binario y pasado al lenguaje oral para subrayar lo que decía de un modo simbólico. Eso le parece divertido a Tawren, y ella le muestra que lo encuentra divertido mediante la expresión facial apropiada.
—Crees que no lo hago por orgullo, ¿verdad, Meer? —le pregunta el servidor.
Ella se encoge de hombros. Al igual que él, Tawren sigue realizando mientras habla una serie de sutiles movimientos en las conexiones hápticas a la vez que filtra el flujo de datos de la noosfera.
—Creo que nadie, ni siquiera un adepto con el rango de servidor, o superior, ha supervisado una operación como ésta sólo en modo discrecional. Creo que lo que intentas es establecer alguna clase de récord. O ganarte una medalla. O desgarrarte un órgano importante.
Su voz es clara, pura como un código. Hesst a veces desea que la utilice más.
—Simplemente se trata de una cuestión de seguridad y de eficiencia —le responde—. La red de armamento se diseñó para que fuera multinodular. Ésa es su fuerza. No posee un único corazón o un único cerebro. Es global. Elimina cualquier nódulo, incluso esta misma torre de vigilancia, incluso a mí, y cualquier otro servidor o magos de rango superior puede tomar mi lugar. La red sencillamente se ajustará y reconocerá al siguiente de la línea de mando. Si esta torre se derrumbase, un servidor del otro extremo del planeta en encargaría de inmediato de la situación. La redundancia multinodular es un sistema perfecto. No puedes matar algo que no tiene centro. Así pues, prefiero no debilitar lo más mínimo la integridad del sistema defensivo de este planeta al pasar al modo discrecional y transferir el control de la aprobación a las máquinas orbitales.
—Se espera que este agrupamiento todavía dure uno o dos días más —le contesta ella—. ¿Cuándo te gustaría que tomara tu lugar? ¿Antes o después de que te colapses y te desplomes en el suelo?
Tawren se da cuenta de que no la está escuchando. Hesst está preocupado por el flujo entrante de datos.
—¿Qué ocurre? —le pregunta.
—El código corrupto.
Cualquier sistema complejo de información produce código corrupto como resultado de la degradación interna. Tawren ya lo sabe. Se pregunta a qué se refiere, y le echa un vistazo al colector.
Ve el código corrupto, unas hebras de color ámbar de información enfermiza enterrada en la masa de datos sanos. Hay un dos por ciento más de código corrupto de cualquier pronóstico calculado por el Analyticae para la noosfera de Calth, incluso si se tienen en cuenta las circunstancias irregulares de un día como éste. Se trata de un margen inaceptable.
«La filtración no se despeja. No sé de dónde procede».
Hesst ha vuelto a comunicarse en un breve chorro de código binario. No hay tiempo para hablar con palabras.