[MARCA: -50.11.11]
Existen numerosas pistas. Existen numerosas señales. Dad la extraordinaria meticulosidad con la que la XIII Legión mantiene su preparación para entrar en combate, se puede considerar algo trágico, o algo incompetente, que a pocos de esos casos se les prestara atención.
La verdad es que, en este caso, los Ultramarines no saben qué es lo que deben buscar.
En la superficie de Calth, bajo la luz de la mañana, Tylos Rubio espera con el resto de la escuadra el momento de subirse a los transportes. Todos pertenecen a la 21.ª Compañía, bajo el mando del capitán Gaius.
A Rubio le duele la cabeza. Nota las palpitaciones detrás de los ojos. Hace cado omiso del dolor. Durante un momento piensa en comentárselo a su apotecario, pero decide no hacerlo. Han sufrido largos períodos de actividad sin descanso alguno a lo largo de bastantes días durante la base de preparativos. No le ha sido posible desconectar las funciones mentales superiores y dormir o, al menos, meditar para aliviarlo.
Atribuye el dolor de cabeza a eso, al cansancio que sufre. No es más que otra fragilidad de la biología humana que su cuerpo sobrehumano localizará y neutralizará en menos de una hora.
No se debe al cansancio. Rubio lamentará más tarde no haber mencionado ese dolor. Lo lamentará con más amargura que nada de lo que suceda en Calth. El remordimiento le acosará hasta que llegue a la tumba, muchos años más tarde.
Después de las muertes y las matanzas, después de los combates y de las masacres, cuando el destino ha dado un paso extraordinario y ya lo ha apartado de la zona de batalla, cuando por fin tiene un momento para pensar, Tylos Rubio se dará cuenta de que, en su absoluta determinación por cumplir los edictos del Emperador, ha hecho caso omiso de una señal de aviso que era vital.
No es el único. Entre los doscientos mil ultramarines que hay aproximadamente en Calth o sus alrededores ese día, existen varios centenares de individuos dotados como él, todos reducidos de un modo obediente y desinteresado al rango de simples guerreros. Todos hacen caso omiso de los dolores de cabeza.
A diferencia de Rubio, muy pocos sobreviven el tiempo suficiente como para arrepentirse de ello.