[MARCA: -99.12.02]

Oll posee una parcela de tierra en el estuario del Neride.

Unas veinte hectáreas de buen suelo negro aluvial. Aquella tierra es la recompensa por sus años de servicio. Oll ha servido en el ejército, y para demostrarlo, tiene en el fondo del cajón de una cómoda una libreta de registro militar de color amarillento. Fueron buenos años de servicio marchando tras el estandarte del Emperador.

Oll ha pertenecido al ejército.

Su período de servicio acabó en Chrysophar, hace dieciocho años estándar. En aquel entonces era conocido como el «soldado Persson». Tiene sus papeles, su cinta de servicio y el sello en la libreta militar, y su cuota de prima, proporcional a los años de servicio. El ejército siempre redondea a la baja.

Oll pasó dos años en un transporte de ganado para viajar desde Chrysophar hasta Calth. Los anuncios y los folletos llamaban a Ultramar «el Nuevo Imperio». El lema de la propaganda le pareció un poco traidor, pero estaba claro lo que quería decir. El fabuloso racimo de planetas que el gran Guilliman había sometido y que había convertido en una poderosa república fronteriza tenía cierto aspecto de imperio. Los carteles se forzaban por llamar la atención de los colonizadores y los pioneros que se dirigían hacia el borde de la galaxia siguiendo a las flotas expedicionarias. «Venid a Ultramar y compartid nuestro futuro. Construid una nueva vida en Calth. Asentaos en Octavia. ¡Nuevos mundos, nuevos destinos!».

Si se reclamaban las cuotas de prima por el servicio en un planeta naciente como Calth, la administración te pagaba el pasaje. Oll llegó con otras mil personas, que serían sus vecinos. Para cuando llegaron a Calth, todo el mundo lo llamaba Oll, y sólo aquellos que se fijaron en el tatuaje cada vez más desvaído de su antebrazo izquierdo conocían su pasado como soldado profesional.

Las plantas de fusión de Neride generan la energía que enciende las lámparas de Ciudad Numinus y de Kalkas Fortalice. Esas plantas absorben agua del río para limpiar las palas de las turbinas, por lo que enriquecen el estuario con una fértil capa negruzca que convierte el valle ribereño en uno de los lugares más productivos del planeta. Es buena tierra. Siempre se huele el fuerte olor a remolacha y a repollo en el aire húmedo.

Oll no está casado y sólo se ocupa de trabajar. Cultiva grandes extensiones de flores llamativas para decorar las mesas, los floreros y los ojales de la alta burguesía de Ciudad Numinus, y después, en el cambio de estación, cultiva una segunda cosecha de yerbanegra para las manufactorías de fabricación de sacos. Ambas cosechas requerían una mano de obra estacional. Oll contrata a los jóvenes de las familias vecinas. Las mujeres cortan y guardan las flores, y los hombres cosechan y empacan la yerbanegra. Los mantiene organizados a todos con ayuda de un antiguo servidor de carga del ejército llamado Graft, al que no conseguía convencer de que dejara de llamarlo «soldado Persson».

Oll lleva colgado del cuello de una fina cadena un símbolo catérico, el regalo de una esposa con la que apenas había llegado a convivir antes de que muriera y la sustituyera con la vida en el ejército. El símbolo, y la fe que representa, son dos de las razones por las que vino a Ultramar. Le parece que es más fácil tener fe aquí, en el Segmentum Ultima.

Se supone que debe ser así.

Algunos de sus vecinos, que llevan dieciocho años siendo sus vecinos y a cuyos hijos da empleo, se ríen de su fe. Lo llaman el «devoto».

Hay otros que asisten con él a las ceremonias de la pequeña capilla que se encuentra en límite de los campos.

Es la estación de la yerbanegra, y los chicos ya están en los campos. Quedan por delante dos semanas de duro trabajo.

Hoy se ven muchas naves en el cielo. Son naves de tropas. Y transportes de munición. Oll entrecierra los ojos por el brillo del sol cuando las contempla pasar por encima de él. Las reconoce. Es granjero, colono y creyente, todo eso, pero también debajo de aquello sigue siendo un soldado del ejército.

Las reconoce.

Nota una vieja sensación, y le recuerda el rifle láser que tiene colgado de la pared, sobre la chimenea.