[MARCA: -111.02.36]
Están cargando las cajas de munición en los muelles de la orilla meridional del ría Boros. Ciudad Numinus se encuentra frente a ellos, al otro lado de las anchas aguas de color grisáceo.
La tarea es pesada, pero todos los soldados, que pertenecen al Ejército Imperial, se ríen. Después de acabar la carga descansarán para comer, tomarán un último trago, y luego subirán a la órbita en los transportes.
Las cajas son de metal pulido y se asemejan a pequeños ataúdes. Están llenas de rifles láser de diseño local, el modo Iluminator IV, una variante mejorada fabricada en las forjas de Veridia. Los soldados esperan poder utilizarlas en menos de dos semanas.
El viento sopla a lo largo del estuario y lleva consigo los olores del mar y de las dragadoras costeras. Todos los soldados pertenecen al 61.º de Numinus, infantería. Algunos son veteranos de la Gran Cruzada. Otros son reclutas novatos llamados a filas para esta operación.
El sargento Hellock mantiene alta la moral.
—¿Lucharemos contra los pieles verdes? ¿Lucharemos contra los pieles verdes? —le preguntan sin cesar los novatos, que han oído los relatos sobre esos alienígenas. Hellock les asegura que no será así.
—Se trata de un ejercicio coordinado operativo —les explica el sargento—. Se trata de una misión que no es más que una demostración de fuerza. Sólo es Ultramar flexionando los músculos. Sólo es el señor de la guerra flexionando los músculos.
Hellock les miente. Enciende un pitillo de lho y fuma bajo la sombra de la cola del fuselaje de un transporte, con el cuello de la camisa azul oscuro del uniforme abierto para que se seque el sudor acumulado en las clavículas. El sargento se lleva muy bien con su capitán, y el capitán de Hellock a veces le confía algunos detalles de las operaciones. El capitán tiene un amigo en la 9.ª Compañía de los Ultramarines, algo que forma parte de la confraternización que se quiere instaurar. El amigo sobrehumano del capitán dice que la amenaza no es teórica. Dice que considera las maniobras una «probable incursión en la zona fortificada alienígena de Ghaslakh», que es modo estúpido de narices para describirlas. Esos cabrones verdes. Esos cabrones orkos. Unos cabrones cabronazos que se están agrupando en el límite del sector, reuniendo el valor necesario para atacar y saquear Calth. Esa mierda no tiene nada de teórica.
Por eso se lleva a toda la puñetera XIII y a toda la puñetera XVII y a todas las unidades del Ejército Imperial que han podido reunir para lanzarlas contra la cabrona zona fortificada de esos cabrones de Ghaslakh, para acabar de una vez por todas. Mandas a una puñetera fuerza de sometimiento capaz de aniquilar un sistema planetario por completo y al mismo tiempo acabas con ese imperio de bárbaros. Simplemente lo matas. Muerto, eliminado, adiós. Te sacudes el polvo de las manos y se acabó la amenaza, da igual que sea teórica, cabrona o lo que sea.
Se organiza una fuerza de sometimiento como no se ha visto desde Ullanor, en los primeros días de la Gran Cruzada, con dos legiones completas de los mejores guerreros del Emperador, y atraviesas sin piedad el podrido corazón verde y el rancio cerebro verde y la puñetera espina dorsal verde de la zona fortificada de Ghaslakh, y acabas con todos ellos.
Así es como lo ve el sargento Hellock.
El nombre de pila del sargento Hellock es Bowe. Ninguno de los soldados bajo su mando lo sabe, y sólo uno o dos de los que sobrevivan llegarán a saberlo, cuando, más tarde, lo lean en la lista de bajas.
Bowe Hellock estará muerto dentro de dos días.
No será un orko quien lo mate.