[MARCA: -124.24.03]

Las primeras naves de la flota en llegar han acomodado sus cascos cubiertos de marcas y cicatrices en las plataformas de inmovilización y han quedado atracadas en los muelles de anclaje de órbita elevada sobre Ciudad Numinus. Son naves de combate que han recorrido grandes extensiones de la galaxia y han acabado con muchos enemigos, y muestran con orgullo la insignia y los emblemas de la XVII.

Luciel abre la escotilla de la esclusa de aire. A su compañía le han asignado la tarea de proteger el anclaje de órbita alta de Numinus. Él mismo en persona ha solicitado esa misión.

Tan alto como un individuo grande montado sobre los hombros de otro individuo grande, tan corpulento como tres atletas musculosos, su enorme cuerpo parecía incluso más voluminoso debido a las enormes placas de ceramita reluciente de la armadura de la clase Pretor que llevaba puesta, Luciel cruza la esclusa de aire.

La luz del interior lo ilumina con un brillo azul y dorado. Lleva el casco puesto, pegado al cráneo. Detrás de los visores, los ojos de Luciel reaccionan con la misma rapidez que los sistemas ópticos de las ranuras de visión. El instinto de combate se apodera de él de forma involuntaria. Ante él se extiende un nuevo espacio abierto, por lo que debe evaluar y considerar cualquier posible amenaza. Se trata del compartimento de la esclusa de aire, sesenta metros cúbicos, con la cubierta provista de gravedad artificial, paredes blindadas autosellantes y una atmósfera respirable y neutral, aunque Luciel nota la falta de presión debido al final de ciclo de las bombas de aire. Hay una escotilla idéntica a la que se ha cruzado en el otro extremo del compartimento estanco.

Un individuo espera delante de la escotilla. Es otro marine espacial con todo su equipo de combate.

Luciel pertenece a la XIII Legión, es un ultramarine. Es azul y dorado, limpio y claro. La armadura está pulida hasta mostrar un brillo propio de la seda. El diseño Pretor es una variante nueva que sólo se fabrica en las forjas de Veridia y que todavía no se ha aceptado de un modo formal por el conjunto de las Legiones Astartes.

El otro pertenece a la XVII Legión, es un portador de la palabra. La armadura que lleva puesta es la variante Mark IV, la Maximus, construida para lograr la supremacía del Imperio. La armadura frontal y el casco anguloso le son familiares.

El color de la armadura no lo es. Ahora es de un color carmesí oscuro con rebordes metalizados. Los símbolos de las compañías y los numerales de las escuadras, que forman oscuras siluetas lacadas, son casi indescifrables, ya que han sido borrados y todavía no están pintados. ¿Qué ha sido del antiguo color gris con grabados de plasma?

El portador de la palabra casi resulta irreconocible. Durante un nanosegundo, el individuo es, a los ojos de Luciel, un desconocido, una amenaza.

La respuesta automática sobrehumana actúa sin que medie su voluntas: las descargas de adrenalina para acelerar una capacidad de respuesta ya por sí formidable. Los músculos recuerdan. Luciel lleva su bólter, un arma robusta, negra y bien cuidada, en la funda de su musiera. Es capaz de empuñarla, de apuntar y de disparar en menos de un segundo. Los separa una distancia de seis metros, y el objetivo está a plena vista. No hay posibilidad alguna de fallar. La armadura Maximus, reforzada en la parte frontal, es capaz de detener un proyectil explosivo, por lo que Luciel disparará dos veces apuntando a las rendijas oculares. Las paredes de la cubierta de la esclusa son autosellantes y serían capaces de soportar el impacto de los disparos láser, pero un proyectil de bólter la desgarraría por completo, por lo que Luciel también se prepara para la descompresión explosiva provocada por un disparo fallado o rebotado. Con una simple orden subconsciente, los electromagnetos de la suela de las botas se activan para aferrarlas a las placas de la cubierta.

Luciel piensa de un modo teórico, pero, por supuesto, no existe teoría alguna al respecto. No se conoce ningún precedente táctico de un enfrentamiento entre marines espaciales. Esa idea es una estupidez. Él piensa de un modo práctico, y por eso fija la mirada en las rendijas de los visores. Es capaz de efectuar un disparo a la cabeza, limpio y mortífero, en menos de un segundo y medio, con dos proyectiles para asegurar la muerte del oponente y también probablemente la integridad atmosférica del compartimento de la esclusa de aire.

Todo eso lo decide de un modo instintivo, sin realmente pensar en ello, en menos de un nanosegundo.

El portador de la palabra alza la mano derecha. ¿Hacia dónde la dirige? ¿Hacia su arma principal, un rifle de plasma que lleva en una funda que se abrirá al tirar del arma?

La mano se abre como una flor con la palma hacia delante. La luz centellea en los diminutos anillos de la cota de malla.

—Luciel. Hermano —lo saluda el portador de la palabra.

—Tchure —le contesta Luciel, con la voz convertida en un gruñido por el altavoz del casco—. Hermano —añade al cabo de un instante.

—Me alegro de verte —dice el guerrero de la XVII al mismo tiempo que da un paso hacia delante.

—Ha pasado mucho tiempo —comenta Luciel mientras avanza hacia él. Se abrazan, y los avambrazos resuenan al golpear en las placas posteriores de la armadura—. Cuéntame, hermano, ¿qué más cosas has aprendido a matar desde la última vez que nos vimos?