Dos días después del encuentro de Carmen con Tomás Pardos, ella fue a Villamayor a conocer su casa. Llevó consigo a Teodoro sin advertirle de su destino porque deseaba observar sus reacciones. No esperaba nada en concreto, simplemente deseaba observarle por lo mismo que iba a echar una mirada a la antigua casa del viejo Castro: por curiosidad; una curiosidad no exenta de alguna pálida esperanza, de una vagarosa intuición.

—Para, para. ¿Adónde vas? —dijo Teodoro en cuanto vio que Carmen se plantaba delante de la casa y tocaba a la puerta.

—¿Recuerdas la casa? —dijo ella por toda respuesta.

—¡No la voy a conocer! —protestó el otro—. ¡Pues no he estado aquí yo veces ni nada en otro tiempo!

—¿No te importa acompañarme, verdad?

—No, pero…

—Tú conoces a Tomás Pardos, ¿no?

—De vista.

—Y sabes que es su casa.

—Sí, lo sé —Carmen notaba una cierta resistencia por parte de Teodoro, lo que acentuaba su deseo de insistir.

—Una buena compra, me parece a mí.

—No sé yo. No es cosa mía.

—¿Ah, no? ¿Y eso?

—Pues porque no lo es.

—Hombre, yo te pido una opinión, no que hagas un análisis.

—No sé. A ver cómo está.

—¿Por qué? ¿Qué tenía?

—Nada. Yo…

—¿Tú qué? ¡No me pongas nerviosa, Teo!

—O sea, que yo la vaciaba y la volvía a hacer nueva.

—Por dentro, querrás decir.

—Sí, por dentro.

—Anda, cuéntame por qué.

—Es que no me gusta andarme metiendo con lo que hacen otros, Carmen. Yo sólo me meto en lo mío.

—Ay, hijo, que vaya cruz; tiene una que sacarte las opiniones con fórceps. A ver: ¿con quién te tendrías que meter, con Rafael o con Tomasín?

—Es que a mí la casa no me gusta, Carmen. Era… era muy ruin.

—¿Ruin de pequeña o ruin de ruin?

—Las dos cosas: en cuanto que entrabas se achicaba sobre ti y luego había como un aire, no sé cómo decirlo… de tacañería, pero también vil, ¿me comprendes?

—Algo malvado, ¿verdad? —añadió Carmen esperanzada.

—Justamente —corroboró Teodoro con alivio, como si le hubieran sacado una espina que tuviera atravesada en la garganta.

No pudieron seguir hablando porque en ese momento se abrió el portón y salió Tomás a recibirlos.