AGRADECIMIENTOS

Los libros siempre necesitan de gente que te ayude. Así que ahí van los nombres de quienes, de una u otra manera, me echaron una mano para hacer posible el que ahora se publica.

En Madrid, tengo que citar a Pilar Rubio (de la librería Altai’r), los amigos Padres Blancos del CIDAF (misiones en África), Manu Leguineche (hermano en estos menesteres viajeros y en muchos otros), Julián Martínez y Paco Basterra (dos viejos amigos de los tiempos de Londres, que se volcaron con mi primer libro africano), Mariano López (de la revista Viajar), Joseph Simkope (trompetista de Zimbabue que triunfa en Clamores), Leandro Martín Calvo (médico que preparó mi botiquín de viaje) y Adela Butrón (que me vacunó para sobrevivir todo el siglo XXI). A mi mujer, Chelo, y mi hermano Jorge, que me corrigieran el primer manuscrito del libro.

En Suráfrica, mi amigo de tantos años Fabián Ortiz y mi nuevo amigo Alberto Masegosa (ambos corresponsales de Efe).

En Zimbabue, Luis Simkope (que triunfó en Clamores con su clarinete y luego le echaron de España bajo un gobierno socialista).

En Tanzania, los padres blancos John Slinger y José Sotillo, que me abrieron las puertas de su iglesia y un buen bar en el pueblo de al lado.

En Kigali, Lola Castro.

En Kinshasa, el doctor Joaquín Sanz Gadea, el padre blanco Santiago Rodríguez y el embajador José Antonio Bordallo.

Y en el río…, mis inolvidables Carlos Dos Ramos, Celestine y Mak, que me salvaron la vida. Y todos los pasajeros sin nombre de las barcazas del Akongo-Mohela.