Pedí a Kevin que me ayudara y se negó. Así que me llevé a Hat, Molly y Charlene para que le insistieran.
—A ver si lo entiendo bien —dijo Kevin, frunciendo el ceño—. ¿Queréis que yo y dos amigos nos pongamos nuestros disfraces de Monstruo del Lodo y asustemos a alguna chica en el bosque?
—A alguna chica, no —repliqué impaciente—. A Courtney.
—Se lo tiene merecido —se apresuró a añadir Charlene—. De veras. Es como si lo hubiera estado pidiendo a voces.
Era sábado por la tarde. Estábamos en el jardín trasero de casa. Kevin tenía la manguera de riego en la mano. Los sábados solía hacer muchos trabajos de jardinería. Ahora se disponía a regar las flores.
—El vídeo ya está terminado —dijo Kevin, ajustando la boquilla—. Estoy encantado de no tener que volver a ponerme ese disfraz y todo el chorreante maquillaje de la caracterización.
—¡Por favor! —supliqué.
—Será divertido —le dijo Hat—. Será la mar de divertido.
Kevin hizo girar la boquilla, pero no salió apenas agua.
—Tienes enredada la manguera —dije yo, señalando—. Deja que te la desenrede. —Me agaché y empecé a soltar el nudo que se había formado.
—Courtney y su amiga Denise tienen una casa en un árbol del bosque, cerca del río Lodoso —le dijo Charlene a Kevin.
—Ya lo sé —respondió él—. Allí hemos hecho nuestro vídeo. Utilizamos la casa del árbol. Los Monstruos del Lodo trepaban a la casa para matar a un fulano. Resultaba genial.
—¡Formidable! —exclamó Molly—. ¿Qué tal una repetición?
—¡Por favor! —rogué. No hacía más que rogarle a Kevin desde que se me ocurrió la idea.
—De modo que queréis que esperemos los tres allí durante la noche, ¿no es eso? —preguntó Kevin.
Deshice el nudo de la manguera. El agua brotó y fue a parar directamente contra las zapatillas de Hat.
Gritó y dio un salto hacia atrás, sobresaltado. Nos echamos todos a reír.
—Lo siento —dijo Kevin, dirigiendo el agua hacia las flores—. Ha sido un accidente.
—Sí. Tú y tus amigos esperáis en el bosque. Luego, cuando esté bien oscuro, salís y le dais un susto de muerte a Courtney.
—Quieres decir que hagamos ruidos fantasmales y nos movamos balanceándonos a un lado y otro, fingiendo perseguirla —sugirió Kevin.
—Exacto —respondí ansiosamente. Me di cuenta de que empezaba a interesarse.
—¿Cómo conseguiréis que esté allí de noche? —preguntó Kevin.
Buena pregunta. La verdad es que no lo había pensado.
—Yo la llevaré allá —dijo de pronto Molly. Había estado muy callada toda la tarde.
—¿Fingirás que eres Denise? —pregunté—. No dio muy buen resultado el otro día.
—Esta vez no necesitaré ser Denise —respondió misteriosamente Molly—. No te preocupes. La llevaré allí.
Kevin levantó la manguera hasta que el chorro de agua se elevó por el costado de la casa. Estaba vuelto de espaldas a mí. Me di cuenta de que se hallaba reflexionando.
—¿Qué? ¿Lo harás? —pregunté, presto a reanudar mis súplicas y mis ruegos—. ¿Llevarás también a tus amigos?
—¿Qué gano yo con ello? —me preguntó Kevin, sin volverse.
—Pues... —Pensé rápidamente—. Seré tu siervo durante una semana, Kevin —dije—. Haré todos tus trabajos de jardinería. Cortaré el césped. Regaré y escardaré. Y... lavaré los platos todas las noches. Y limpiaré tu habitación.
Se volvió y me miró con los ojos entornados.
—Déjate de bromas —murmuró.
—¡No! ¡De veras! —insistí—. Seré un siervo total. ¡Total! Durante toda una semana.
Cerró la boquilla de la manguera. El chorro menguó y se convirtió en un hilillo.
—¿Qué tal un mes? —dijo.
Jo. Un mes era mucho tiempo. Un mes de hacer todos los trabajos de Kevin y cumplir todas sus órdenes. Un mes entero...
¿Valía la pena? ¿Valía la pena convertirme en un pobre siervo abrumado de trabajo durante un mes sólo para darle un buen susto a Courtney?
¡Claro que sí!
—De acuerdo —dije—. Un mes.
Sonrió y me estrechó la mano. La suya estaba mojada por el agua de la manguera.
Me entregó la manguera.
—Continúa tú, siervo —ordenó.
Cogí la manguera. El agua me goteó encima de los pantalones.
—¿Y cuándo queréis que aparezcan los tres Monstruos del Lodo? —preguntó Kevin—. ¿Cuándo queréis asustar a Courtney?
—Mañana por la noche —respondí.