La serpiente se abalanzó contra mí. Cerré los ojos y esperé el doloroso pinchazo.

—¡Ooh! —Un apagado grito de terror se escapó de mis labios.

Abrí los ojos y vi que Courtney tenía agarrada a la serpiente.

—Courtney, yo... yo...—balbucí.

—Eddie, no le tendrás miedo a esto, ¿verdad? —preguntó ella, levantándola hasta la altura de mi cara.

Los negros ojos del animal me miraban fijamente. El reptil proyectó la lengua hacia delante.

—Es una inofensiva serpiente verde, Eddie —dijo Courtney—. ¡No puedes tenerle miedo a una serpiente verde!

Oí la risita de Denise a mi espalda.

Courtney acarició a la serpiente, pasándole la mano por la piel y dejándola deslizarse entre sus dedos.

—Oh... no estaba realmente asustado —murmuré. Pero me temblaba la voz. Me di cuenta de que Courtney no me creía.

—Una inofensiva serpiente verde —repitió y la depositó en el suelo.

Di un salto hacia atrás. Pensé que iba a atacarme de nuevo.

Pero desapareció silenciosamente entre las hierbas que nos rodeaban.

Hat se echó a reír. Era una risa aguda y nerviosa.

Denise sacudió despreciativamente la cabeza.

—Añádela a la lista —le dijo Courtney—. Serpiente verde. Con ella van ya siete en la columna de vida animal.

—Deberíamos apuntar también «gallina» —indicó Denise, mirándome—. Así serían ocho.

—Ja, ja —repliqué amargamente. Hice una seña a mis amigos para que me siguieran y apretamos el paso por el sendero. Oímos a nuestras espaldas las risas de Courtney y Denise.

—No te apures —me dijo Hat, dándome unas palmaditas en el hombro—. Total porque te ha hecho quedar como un idiota.

Molly rió, pero Charlene se mantuvo seria.

—Courtney sólo estaba presumiendo —me dijo— . Para variar.

—Ojalá esa serpiente le hubiera mordido su perfecta nariz —añadió Molly—. Ya sabes. Que le hubiera dejado una melladura.

—En realidad, no tenía miedo —insistí con voz aguda—. La serpiente me sorprendió, eso es todo. Sabía que era inofensiva.

—Sí, claro —replicó Hat, haciendo girar sus brillantes ojillos negros. Alargué la mano para darle en la gorra, pero fallé.

—¡Paso! ¡Paso! —voceó Courtney. Ella y Denise nos adelantaron a toda velocidad, agitando al pasar la hoja de trabajo que llevaban en la mano. Denise se volvió y, mirándome, silbó como una serpiente. Courtney se echó a reír.

—Supongo que me van a estar tomando el pelo a cuenta de la serpiente verde durante los próximos cien años —dije con un suspiro.

—Todos te vamos a estar tomando el pelo durante los próximos cien años a cuenta de eso —prometió Molly.

Yo caminaba apesadumbrado por el sendero. La dorada luz del sol se filtraba entre los árboles, pero no me levantaba el ánimo. Una ardillita de piel rojiza cruzó como una bala el senderó. No sentí el menor interés.

Se me había echado a perder el día.

Me lo habían echado a perder Courtney y aquella estúpida serpiente verde.

Delante de mí, oía a los chicos comentar entre carcajadas lo sucedido. Cada vez que le miraba, Hat me sonreía como diciendo: «La verdad es que hoy te has lucido, Eddie.»

No es tan grave, me decía a mí mismo. Me he asustado por una serpiente. Y me ha tenido que salvar Courtney. ¿Y qué?

—Cuidado, Eddie. Hay una oruga. ¡Podría morderte! —exclamó alguien desde un matorral que se veía más adelante.

—¡Dejadme en paz! —exclamé furioso.

Mientras caminaba por el sendero, el bosque se convirtió para mí en una brillante y borrosa mancha verde. Los otros chicos se afanaban en confeccionar las listas de sus hojas de trabajo.

Pero yo era incapaz de ver nada que apuntar. El aire se tornó cálido y húmedo. Notaba la camiseta pegada a la espalda. Pequeños mosquitos blancos revoloteaban alrededor de mi cara.

Me alegré cuando se terminó el sendero y salimos cerca del aparcamiento. Habíamos descrito un círculo completo. El autobús de la escuela se hallaba al borde de la hierba, con la puerta abierta, como invitándonos a entrar.

Pero nadie estaba subiendo al autobús.

Para mi sorpresa, vi un nutrido grupo de chicos agolpados en círculo a unos metros del autobús. Permanecían en silencio, mirando fijamente ante sí.

—¿Qué pasa? —le pregunté a Charlene, que se dirigía a toda prisa hacia el silencioso círculo.

—¡Es Courtney!—me respondió.

Yo también eché a correr.

Los chicos mantenían un silencio absoluto. Nadie se movía.

¿Le había sucedido algo terrible a Courtney?