Como era de esperar, la lluvia llegó puntual. Comenzaba a caer ligeramente cuando Josep cargaba sus cosas en la caravana. Pasaban de las siete y, a excepción de Deirdre, todos se habían marchado al pub para tomar unas cervezas antes de ir a la fiesta. Ella se entretuvo con el make up. Josep llamó a la puerta de su habitación: —Me marcho. A estas horas ya tendré el camino despejado. Todo el mundo está ya de celebración.
—Ten mucho cuidado, ¿me oyes? Lo que vas a hacer es un robo, con la ley en la mano. Vas a excavar patrimonio histórico de una finca privada sin permiso. Da lo mismo que fuesen monedas de oro o una lata de cola. Será un robo si te cogen.
—Lo sé, lo sé. No te preocupes, tendré cuidado. Dame un abrazo.
—No te pongas ñoño. Vete ya o se te hará tarde.
Antes de arrancar la caravana, Josep estuvo unos segundos mirando la casa. No podía evitar emocionarse. Sabía que nunca olvidaría los meses que vivió allí. Puso el motor en marcha y avanzó por Milltown Road. La gente que había en la calle llevaba ropa de noche. El ambiente era de fiesta pero continuaba lloviendo. El limpiaparabrisas acompañaba casi a tiempo In My Place. El asfalto estaba luminoso. Las caras de los transeúntes también. El semáforo se puso en verde y él tomó rumbo hacia delante, una vez más.