Josep entraba por la puerta de la vieja mansión absolutamente rendido. La luz ya cruzaba las ventanas pero el día había amanecido nublado por completo. Era cierto que iba a llover. Se quitó la ropa intentando no hacer ruido ni ensuciar demasiado y se metió en la bañera. Escuchaba la ópera Turandot a un volumen casi inapreciable y se enjabonaba el cabello. Después de ocho horas cavando a oscuras se preguntaba si aquello sería la felicidad. Seguramente era lo más parecido.
Media hora más tarde estaba cepillándose el pelo frente al espejo cuando comenzó a oír unos golpes contra la pared del baño y unos gemidos nada disimulados. Entonces miró la cesta de la basurera que había junto al lavabo y vio varios preservativos usados; Haldór y Kata habían vuelto. Se puso un albornoz rosa que le venía ridículamente pequeño y bajó a la cocina para desayunar. Estaba hambriento. Calentaba agua para el té cuando alguien llamó a la puerta. Josep fue a abrir; nadie más estaba levantado. Era Brigitte con el bueno de Tim.
—¿Qué llevas puesto, monada? —preguntó ella en tono burlón.
—Es lo primero que pillé —alegó Josep con las manos en los bolsillos del albornoz.
Se dieron un fuerte abrazo.
—¿Qué pasa, chico? ¿Te acuerdas de mí? —dijo Josep mientras Tim le olfateaba los pies.
—Anoche oí por ahí que estabas en la ciudad. ¿Cómo no viniste a verme?
Parecía que ya no era un secreto que estaba de nuevo en Ashbourne.
—Bueno, he venido a pasar el fin de año.
—No digas más tonterías. He hablado con Deirdre. Lo sé todo.
—No quiero que se corra la voz. Es imposible guardar un secreto en Irlanda.
El agua de la katel ya hervía.
—Me da un poco de pena que pases el fin de año allí solo. ¿No podrías dejarlo para mañana?
—Sabes que no. No te preocupes. Estaré bien. Incluso me comeré las uvas; cogeré unas pocas de la nevera.
—¿Qué quieres decir con comer las uvas?
—En mi tierra hay una vieja costumbre según la cual, la noche de fin de año, a las doce en punto, hay que tomar doce uvas. Trae suerte. Lo que desees se cumplirá.
—¿Crees en esas cosas?
—La suerte ayuda a quien se deja ayudar, ¿no crees?
Hubo un silencio, tan sólo se escuchaba la calefacción, que ya se ponía en marcha.
—¿Estás seguro de lo que vas a hacer? John dice que te vas a meter en un lío.
—¿John? ¿También John? ¿Lo sabe todo Ashbourne?
—Oh, vamos. John es mi pareja. La comunicación es fundamental en una relación.
Los dos rieron. Josep había decidido rendirse a la evidencia. Jamás se podría tener un secreto en aquel país.