Al tiempo que Thorgest llegaba a las costas de Mainland, la isla más grande de las setenta que forman las Orcadas, para hablar con Earl Sigurd, el rey Sigtrygg lo hacía a la Isla de Man para verse con el vikingo Brodir. La bella Gormlaith iba a proponer el mismo trato a los dos líderes vikingos más poderosos de las islas del oeste de Europa; su mano y el trono de Irlanda a cambio de unir sus vikingos a las fuerzas rebeldes.
No era la primera vez que Thorgest y Sigurd se veían. Habían luchado juntos en Ulster. Sigurd recibió con entusiasmo a los navegantes: —Celebro que un guerrero como tú se quiera unir a mi pequeño ejército. Sé bien venido. Y tus hombres también.
—No nos trae hasta aquí ese propósito, aunque no me importaría hacerlo si no fuese por la gran guerra que acontece —dijo Thorgest.
El mar golpeaba ahora con fuerza y se oía un incesante romper de las olas a lo lejos.
—¿Te refieres a la Isla de Eire? Se dice que Brian Boru es más fuerte que nunca. Y que a su lado lucharán el príncipe Malachi y el viejo Ivar. Un jefe que apreciase a sus hombres no los mandaría a pelear contra ese ejército.
—Creía que te gustaban los retos —apuntó Thorgest.
—¿Has venido por eso? ¿Quieres que luche contra Boru? ¿Qué tienes que ver tú en todo esto? —preguntó Sigurd arrugando la vista.
—La bella Gormlaith me manda en tu busca. Desea que os unáis a su hijo, el rey Sigtrygg, en la defensa de la ciudad de Dublín. La gran batalla está cerca.
—Esa no es mi guerra. Ni la tuya. Son irlandeses contra irlandeses. Nos piden ayuda pero no van a permitir que nos quedemos cuando todo termine.
—La bella Gormlaith me dijo que te enseñara esto —Thorgest le mostró el medallón—. Te promete su mano y el reino de Irlanda si te unes a ellos.
En ese preciso momento, en la Isla de Man, el vikingo Brodir respondía a ese mismo ofrecimiento al rey Sigtrygg: —Contad con ello. Los mil cuatrocientos guerreros de Man estarán de vuestro lado en la batalla. Decidle a vuestra madre que Brodir le manda sus respetos. Pronto seremos familia, amigo Sigtrygg.
No es que Gormlaith quisiese traicionar a Brodir y a Sigurd. Ella estaba segura de que no sobrevivirían los dos a la batalla con Brian Boru. Incluso tenía serias dudas para creer que uno de ellos lo haría. La lucha iba a estar muy reñida y los líderes se exponían mucho en aquella época. Claro está, salvo su hijo Sigtrygg, quien nunca dirigía una batalla desde las filas. Siempre permanecía a salvo.
Cuando Öspak, hermano de Brodir de Man, volvió a la isla días más tarde no le gustó nada el trato que había hecho su hermano con el rey de Dublín.
—Esa mujer sólo pretende utilizarnos. No deberíamos luchar contra Brian Boru. No le demos motivos para venir a atacar la Isla de Man, de momento nunca le ha importado demasiado.
—No seas cobarde. Cuando le derrotemos, Irlanda entera será nuestra.
—No pienso luchar a tu lado, hermano —dijo levantándose de su sitio.
—Entonces no vuelvas a llamarme así.
Aquella noche dieciséis barcos con cuatrocientos hombres partían de la Isla de Man. Brodir se quedaba sólo con mil guerreros pero seguían siendo los mejores que podían acompañar a un hombre como él.