Lyda

Temblor

Y entonces, por debajo de la puerta, aparece de la nada un sobre; por un momento revolotea en el aire por el impulso, hasta que aterriza en el suelo, se desliza y se detiene. Lyda se queda mirándolo: es un sobre normal, blanco y liso, algo más abultado por el centro.

Lo coge pensando que será una invitación o algo parecido, a pesar de saber que ya nunca la invitarán a ninguna parte.

Pasa un dedo por la solapa de atrás y lo abre.

Hay un trozo de papel recortado y plegado, con palabras en tinta azul. Parece viejo y está lleno de agujeros.

Lo coge y lo despliega.

Un copo de nieve de papel. El corazón se le dispara.

Ve la huella espectral de las palabras al dorso. Al darle la vuelta las ve flotar en la hoja.

Lyda. Ve su propio nombre. Unos cuantos números, como en una lista. Las palabras «cápsulas» y «memoria».

Ese copo de nieve solo tiene una explicación.

Mira por el falso espejo. ¿Está ahí? ¿La ha visto?

Es su regalo, el que le prometió cuando estaban en el vagón de metro. La besó en los labios con tanta delicadeza… Se lleva los dedos a la boca y recuerda el beso. Está con ella, y él sabe que está aquí. Siguen unidos.

El copo de papel le tiembla en la mano. Se le escurre y oscila en el aire, a un lado y otro, hasta que se posa en el suelo.