Pressia

Piedras

Pressia está concentrada en las notas que ha escrito en madera y piedra. El problema está claro: Willux estaba loco, y lo estaba tanto cuando detonó el planeta como ya de joven. En una página garabateó «El bueno de Bucky» en una esquina, «Collins» en otra —¿serían colegas suyos?— y el resto de la página está lleno de serpientes entrelazadas. En una página solo hay unos números —20,62, 42,03, NQ4— y la frase «Fui forjado por el fuego y resucitado por las llamas». ¿Qué significa todo eso? Parecía gustarle la poesía y estaba trabajando en un poema que aparece en distintas hojas, siempre en versiones distintas:

A diario trepa hasta lo más alto

y en el cielo con la punta del ala

roza y acaricia la montaña santa.

Todo esto te diría si la voz no me faltara

porque en belleza eres igual de sagrada.

Trazó una flecha desde «todo esto te diría si la voz no me faltara» hasta un verso alternativo: «La verdad está allí arriba escrita» y luego una lista de palabras que riman con ala —escala, cala, bengala— y con alto —salto, falto, cobalto—. Walrond lo había calificado de romántico. ¿Acaso escribió esos poemas para la madre de Pressia? La sola idea le repugna.

Lo que en realidad le gustaría sería encontrarse con fórmulas, disertaciones sobre células, degeneración, renovación, nanobiología… En lugar de eso, sin embargo, solo dispone de páginas de lo que parecen constelaciones, pájaros, florituras, espirales que se van estrechando…, un folio tras otro.

Se queda mirando las motas de polvo que revolotean en el haz de Fignan. Se siente tan sola… Mira el hombro de Bradwell, que sube y baja a cada respiración, la mandíbula, la mejilla. Desde que la llamó por su nombre, se incorpora para comer y anda un poco apoyándose con la mano en la pared, encima de las niñas fantasma, a las que no parece ver. Mira a Pressia como si intentara ver al otro lado de un cañón; a veces susurra su nombre y le dice gracias. Y Pressia siente como si el suelo se abriera bajo sus pies. Y que cae y cae, eso es lo que siente cuando su nombre sale por sus labios. Así y todo, sigue durmiendo la mayor parte del día, mientras que ella no para de volver siempre a la misma pregunta: ¿cómo se coló Walrond en la mente de Willux? La habitación parece dar vueltas con las caras de todas las niñas fantasma mirándola, instándola y urgiéndola. «¿Y si nada llega a tener sentido nunca?».

Sabe la respuesta: las niñas fantasma le darán caza y no la dejarán irse nunca. «Por estas orillas vagarán y cazarán por siempre jamás, vagarán y cazarán por siempre jamás».

—Pasa la página —le dice a Fignan, y aparece una nueva de los cuadernos de Willux, otra más llena de garras de pájaros.

En esa ocasión, sin embargo, en el margen se lee una palabra: «Brigid». Su segundo nombre: Emi Brigid Imanaka. Willux no pudo ponerle ese nombre; ni siquiera supo que existía hasta varios años después de nacer, de modo que ¿por qué apuntó su segundo nombre… casi una década antes de que ella naciera? Siente que la rabia se apodera de ella.

Se lo toma por lo personal, como si estuviera chinchándola: ¿qué quiere de ella?

Se levanta y le dice a Bradwell, que sigue profundamente dormido:

—Vale, vamos a repasarlo otra vez.

Señala la esquina superior derecha de la mesa.

—Todo esto hace referencia a los Siete, a cómo empezaron y qué significaban para Willux. Cada miembro de los Siete tiene una zona.

Después de Willux, las notas más completas versan sobre su padre y su madre. Tal vez debería avergonzarse de dedicarles tanto tiempo, pero no puede evitarlo. Le encanta cómo sonríe su padre, y ve su propia cara en la de él, un poquito de aquí, otro poquito de allá. Se queda maravillada con el más mínimo gesto, como cuando recoge algo que se le ha caído a alguien y se lo devuelve. Tenía que empezar por alguna parte, así que… ¿por qué no por su padre, la parte perdida de sí misma?

—En esta piedra grande he escrito todas las referencias al «cisne»; esta parte de la tabla de cortar está dedicada a los números, porque se ve que Willux tenía varios números favoritos. Esta piedra es donde he anotado las referencias a las cúpulas de cualquier tipo. —De joven Ellery estaba obsesionado con ellas.

Vuelve a la mesa, se apoya en ella, con una palma extendida y el puño de muñeca contra la piedra reservada a Lev Novikov. Tal vez no sea capaz de introducirse en la cabeza de Ellery Willux, pero ¿y de Lev Novikov, la primera víctima de Willux? Se acuerda de la vieja película en que iba de la mano de su madre.

Se va hacia los lados de la habitación y va mirando a los ojos a las niñas fantasma. Hay una que siempre la hace detenerse, tiene algo en la cara, una chispa de luz en los ojos, que le recuerda a su amiga Fandra, la única que tuvo en la infancia. Ella y su hermano Gorse huyeron antes de que se los llevara la ORS. Tenía el pelo rubio por los hombros, ojos azules y la mano izquierda impedida. Cuando reía, emitía un ruido extraño, una especie de ronquido, que a Pressia le hacía mucha gracia. No hace mucho se encontró con Gorse en la reunión de las antiguas lecciones de Historia Eclipsada a la que acudió, y le sorprendió verlo con vida. Cuando quiso preguntarle por Fandra, este se limitó a decir «no». Fandra había muerto.

Y aunque esa niña no tenga el pelo dorado, Pressia tiene la sensación de que hay algo de su amiga en la imagen.

—Fandra… —murmura—, ¿qué estoy haciendo?

Lo que sí sabe es lo que su amiga haría: seguir adelante.

Pressia necesita una piedra nueva para la palabra «Brigid».

—Ahora vuelvo —le dice a Bradwell, y cierra la puerta con cuidado tras ella.

No puede quitarse de la cabeza las palabras de Willux —«Fui forjado por el fuego y resucitado por las llamas»— y la imagen de las serpientes enroscadas, siempre entrelazadas de dos en dos y formando una especie de espiral.

—Lev Novikov —se dice mientras se adentra bajo las ramas y coge una piedra.

¿Qué decía el recorte sobre su muerte? Que Willux intentó salvarlo en el entrenamiento. El joven cadete Walrond declaró que había sido un día triste, mientras que un oficial afirmó que era la primera vez que Lev nadaba esa temporada, que había estado malo pero se había recuperado.

Pressia se agacha, coge una piedra grande y ovalada y se la pega al pecho. Le viene entonces a la memoria la expresión de Willux cuando su madre le cogió la mano a Lev. ¿Estaba enamorado de ella y sintió celos del otro?

Recuerda cuando casi se ahoga en el río helado y oscuro (y las manos, está segura de que eran manos tirando de ella) y se imagina a Lev Novikov pero con las manos de Willux tirando de él hacia abajo. Visto desde arriba, ¿quién puede distinguir si el esfuerzo es para salvar a alguien o para hundirlo? Y si Walrond tenía a Willux en un altar, seguro que pensó lo mejor. Lev era de naturaleza débil, por eso resultó más fácil creer que se había ahogado y que el rescate no había salido bien. Willux no tenía un móvil aparente y Lev era amigo suyo.

Se apresura a volver a la cabaña y cerrar bien la puerta. Bradwell está inquieto; los pájaros aletean en la espalda. Pone la piedra en la mesa y dice:

—Fignan, enséñame el mensaje de Walrond, el que era para los Siete.

Fignan se enciende y el robusto y rubio Art Walrond vuelve a la estancia.

—Pásalo hacia delante. —La imagen se acelera—. Para.

Art se lleva los dedos a la boca, se cruza luego de brazos y dice: «Uno no decide de la noche a la mañana convertirse en genocida. Hay que prepararse para semejante acto de aniquilación, y no me cabe duda de que Ellery lo ha hecho, y todavía está en ello. Pero empezó bastante joven, yo ya lo conocía por entonces. Podría haber hecho algo, pero no lo he visto hasta ahora, al echar la vista atrás. Lo más irónico es que mató a la única persona que podría haberlo salvado».

«Mató a la única persona que podría haberlo salvado». Lev Novikov. ¿Era él quien tenía la fórmula?

—Quiero volver a ver los historiales médicos —le pide a Fignan—. Lev Novikov. —La caja negra hace aparecer la carpeta de Lev.

Lee los garabatos escritos por el médico: «Temblores en las extremidades. Leve parálisis en la cabeza. Pérdida de audición. Deterioro de la vista de 20/20 a 5/20»…

Pressia reconoce los síntomas de la degeneración rauda de células. Según le contó su madre, Willux empezó de muy joven a someterse a potenciación cerebral. Tal vez esa fuese una de las razones para montar la sección internacional de los Mejores y Más Brillantes, un esfuerzo global para asegurarse de que las mejores mentes fuesen aún mejores. Si Novikov y Willux ya habían empezado con el tratamiento, durante un tiempo no debieron de sufrir efectos adversos. Wilda temblaba porque su cuerpo era demasiado joven para admitir dosis intensas y Willux lo hace ahora por la acumulación de potenciaciones durante décadas. Quizá Novikov padeciese de alguna dolencia médica subyacente que hizo que le afectara más la potenciación, o tal vez se sometió a muchas más que Willux, y que nadie.

«Willux mató a la única persona que podría haberlo salvado».

Vuelve a empezar de nuevo. Novikov tenía degeneración rauda de células, según los informes médicos, pero después ya no, mejoró. Es posible que Novikov supiese que las potenciaciones tenían inconvenientes; o tal vez incluso se indujo la degeneración rauda porque había conseguido revertirla y quería probarlo. Lo cierto es que mejoró: era su primer baño de la temporada.

—Los apuntes de Novikov —le dice a Fignan—. Quiero todo lo que Walrond recogiera sobre él, y todo lo que esté escrito con su caligrafía.

La pantalla da como resultado un único archivo: «Notas de Novikov».

—Abrir archivo.

El archivo está vacío.

¿Por qué Walrond crearía un archivo con las notas de Novikov si no tenía ninguna?

A no ser que Walrond estuviese queriendo decir que sí tenía pero las había perdido.

—Poner otra vez el mensaje de Walrond.

La caja negra se ilumina y muestra la cara de Walrond, que hace la introducción y, conforme el mensaje avanza, va teniendo los ojos cada vez más llorosos. «Está todo aquí, la caja os conducirá hasta la fórmula. Es una misión complicada, porque no podía arriesgarme a ponerlo demasiado fácil. Y ojo, si llegáis a un punto muerto de la búsqueda, recordad que yo conocía la mente de Willux como nadie, que leí cuidadosamente sus notas y que tenía que pensar en el futuro».

—«Tenía que pensar en el futuro». ¿Por qué? —murmura, y se queda mirando las montañas de papeles y piedras que la rodean.

«La caja no me parecía lo suficientemente segura, por eso no podía almacenarlo todo aquí sin más. Si sabéis cómo piensa Willux (y todos lo sabéis, pues se convirtió en el trabajo de nuestra vida intentar dilucidar cuál sería su siguiente paso), como decía, con solo pensar en su mente, en su lógica, entenderéis las decisiones que he tenido que tomar. Y cuando lleguéis al fondo, veréis que la caja no es una caja, sino una llave. Recordadlo: la caja es una llave y el tiempo es crucial», sigue la imagen de Walrond.

—Pausa.

Fignan congela la imagen en el aire y Pressia recuerda entonces cómo Bradwell cuestionó lo dicho por Walrond. Cuando todavía tenían esperanzas de detener a Willux el tiempo era crucial, pero ya no. No tiene sentido. Y Walrond no confiaba en la caja para guardar la fórmula. El archivo es una especie de marcador de posición: nos dice que la fórmula existe pero que es posible que Walrond la escondiera.

—Pero ¿dónde?

Se sienta en el borde de la cama de Bradwell y de pronto se enfada con él, aunque no sea ni justo ni lógico. Necesita ayuda. Respira hondo y le dice a Fignan:

—Rebobinar.

Walrond desaparece de la vista para volver al poco y decir: «Cada vez los siento más cerca. Nos estamos quedando sin tiempo. Si estáis escuchando esto, quiere decir que todos nuestros intentos han fracasado. —Ríe y llora a la vez por unos instantes y luego dice—: Bueno, al fin y al cabo, Willux es un romántico, ¿no os parece? Quiere que la historia de sus glorias perdure en el recuerdo. Espero que alguno de vosotros oiga esto y que le ponga fin a esa historia. Prometédmelo».

—Pausa.

La imagen se detiene y la cabaña se queda en silencio. Fuera arrecia el viento y una ramita de hiedra golpea la ventana. Debería decirle a Fignan que se apague, pero le gusta la luz que da, ahora que está oscureciendo. La mente no para de darle vueltas.

Los pájaros aletean bajo la camisa de Bradwell. Se la levanta para ver si están bien y descubre la espalda ancha y musculosa del chico. Tiene mejor color de piel y los pájaros parecen bastante mejor, han recuperado el brillo en los ojos. Acaricia las plumas. Son bonitos… casi majestuosos. «¿Qué se sentirá estando unido a algo vivo, tener tres corazoncitos pegados a ti para siempre?», se pregunta.

Pressia le baja la camisa para que se duerman. También ella está cansada.

Bradwell se vuelve. Quiere pegarse a él y calentarse. Lleva todos esos días durmiendo en un camastro en el suelo, pero hace frío, tanto que se está formando escarcha en los cristales de las ventanas. No quiere dormir sola en el suelo, desea sentirse segura; ni tiene ganas de pensar en qué puede acechar por el huerto ni en Willux ahogando a Lev Novikov. Tampoco quiere preguntarse por qué su segundo nombre está escrito en los márgenes del cuaderno de Willux.

Se tiende al lado de Bradwell, se mete bajo la manta, le levanta el brazo y se lo pasa por encima de su propio hombro. En el acto siente el aliento cálido del chico en la oreja.

Amigos fieles, eso es lo que son, amigos, y por eso no pasa nada. Si fuese algo más se contendría. Le gusta sentir ese aliento caliente en el cuello.

Y entonces oye su voz.

—¿Estás aprovechándote de mí?

Pressia se incorpora y salta a trompicones de la cama.

—Bradwell.

Tiene los ojos despejados.

—Sabes que estoy en una situación desfavorecida. —Sonríe—. No está bien aprovecharse de la gente de esa manera.

—¡Tenía frío! —se defiende Pressia, al tiempo que se arropa con sus propios brazos—. Nada más.

—¿Es eso cierto? —Le brillan los ojos.

—Estás despierto, despierto de verdad.

Asiente y dice:

—Más o menos.

—Me alegro de que hayas vuelto. —Y es verdad, no cabe en sí de felicidad—. ¡Has vuelto de veras!

—Nunca me fui.

—Me salvaste en el río.

—Y tú a mí aquí.