Hielo
Pressia siente la cabeza muy pesada y tiene una oreja contra el pecho de Bradwell, donde oye el vago latido de su corazón, como un lento reloj envuelto en algodón. Al chico se le ha ralentizado la respiración y ahora la sujeta con menos fuerza, pues ha dejado caer el brazo inerte al suelo. Lo acerca a sus cuerpos y ve la imbricada película de hielo que se le ha formado por encima. Su propio brazo también reluce con la nieve, como una delgada piel nueva de cristales blancos y brillantes. Le falta la voz y tiene las pestañas cubiertas de copos de nieve que hacen que le pesen. Desearía cerrar los ojos y que la nieve los cubriese a los dos por entero como una manta gris, que la enterrase bajo aquel encaje.
Su respiración es más profunda. Está cansada. Es de noche.
—Buenas noches —susurra sabiendo que pueden ser sus últimas palabras.
Le pesan mucho los ojos, demasiado para mantenerlos abiertos. Y cuando por fin los cierra sabe que no está quedándose dormida, sino que está muriendo, porque ve rayitos de luz parpadeando entre los árboles. Las niñas fantasma se han convertido en ángeles… Y oye sus voces surcar el aire hacia ella, como transportadas por la nieve.