Epílogo

—Es sobre la serie de asaltos en el mar de Albión… —prosiguió la hermana Kate, leyendo el informe que acababa de recibir—. Parece que la situación es delicada. Existe el riesgo de que se produzca un escándalo que implicaría a algunos nobles de Albión. Nuestro personal ordinario ya no puede hacer mucho más…

—Pues habrá que enviar a algún agente… Otra operación más para Ax —suspiró Caterina, al lado de la ventana.

Desde que la luna había empezado un nuevo ciclo, había comenzado a hacer más calor de repente. El sol que iluminaba la plaza de San Pedro ya era casi primaveral y las ropas de los peregrinos se volvían cada día más ligeras.

—No hay otro remedio. Albión es uno de los Estados seculares más poderosos. Además, estamos en deuda con ellos por el caso del secuestro del dirigible… Por si acaso, vamos a enviar a uno o dos agentes. Krusnik y Sword Dancer están libres, ¿verdad?

—¿Eh? La verdad es que…

—¿Qué ocurre?

Caterina miró extrañada a la monja, que hablaba con voz entrecortada. ¿Se habría confundido con las asignaciones de los agentes?

—Eminencia…, Sword Dancer todavía no ha regresado a Roma.

—¿Cómo es eso? Ya hace más de dos semanas que llegó el informe de la destrucción del clan de vampiros en Ámsterdam. Pensaba que ya estaba aquí, descansando.

—Bueno, está de vacaciones pero…

La monja entrecerró los ojos, que ya de por sí eran pequeños.

—El padre Hugue —explicó en voz baja— informó de que entre los vampiros eliminados en Ámsterdam no se encontraba el culpable de los asesinatos. Ha ido a Amberes para seguir investigando.

—Ya he leído ese informe. Lo pasé al departamento correspondiente para que valoraran si era necesario enviar una unidad especial. ¿Qué ha pasado con eso?

—Parece que el padre Hugue ha ignorado las instrucciones y ha ido directamente a Amberes… ¡Os ruego que me perdonéis! —se disculpó Kate, sonrojada, cuando la cardenal dio un golpe sobre la mesa.

—¿¡Cómo puede ser tan desobediente…!?

Después del súbito arrebato, Caterina volvió a calmarse. En el fondo del monóculo, los ojos no habían perdido en ningún momento la luz fría. Con cuidado de no mirarla a los ojos, Kate preguntó temerosa:

—¿Cuáles son vuestras instrucciones, eminencia?

—Avisa a Krusnik y saca a Dandellion de la jaula. Que se encarguen ellos de lo de Albión.

—Yo os preguntaba por las medidas que queréis tomar respecto a Sword Dancer.

—…

La hermosa cardenal se quedó pensativa, jugueteando con el rosario.

Quien había decidido enviarle a los Países Bajos sin tener en cuenta el riesgo que conllevaba había sido ella misma. Además era verdad que el caso de Ámsterdam aún estaba por resolver.

—De momento, vuelve a mandarle órdenes de regresar. Si obedece deprisa, le dejaremos pasar por esta vez sin una investigación por violación del código.

—Comprendido. Ahora mismo preparo la comunicación.

—Por cierto, Kate…

La monja parecía haberse tranquilizado, pero la siguiente pregunta de la cardenal volvió a hacer que se pusiera tensa.

—¿Cómo avanzan las cosas en Milán? Pregúntale al doctor cómo va la recuperación de Gunslinger.