Mientras colocaba encima de la mesa un ramo de flores atado con una cinta negra, Noélle se sentó en la silla acolchada.
—Bueno, vamos a empezar.
Afortunadamente, no había nadie en el amplio despacho del presidente, y eso favorecía que pudiera utilizar su especial habilidad. Se relajó y cerró gradualmente los ojos rasgados. En ese instante, todas las escenas que se reproducían a su alrededor vinieron al tercer ojo, que se le había abierto en la mente, como si fueran imágenes monocromáticas invertidas.
—¿En qué lugar estaba más interesado el presidente…?
Algunas partes de las escenas, que parecían un negativo fotográfico, brillaban de color fluorescente. Sus colores eran variados: el azul indicaba curiosidad intelectual, el naranja era la codicia… La botella de licor de la barra lucía un color rosado claro, porque mostraba la necesidad fisiológica del dueño de esa habitación. La habilidad de Noélle era leer los sentimientos de los seres vivos según los colores. No llegaba a tanto detalle como si realmente leyera, pero podía hacerse una idea general, incluso aunque no se encontrara directamente con la persona: era capaz de observar los restos de un lugar como si fueran imágenes infrarrojas. Ese poder la había ayudado mucho cuando era una agente en activo.
—La caja fuerte… ¿Será ésta?
Efectivamente, apareció una robusta puerta de hierro debajo de una maqueta de la ciudad, en el rincón de la habitación. Era una tarea fácil para ella. Noélle introdujo dos horquillas en la cerradura y empezó moverlas poco a poco.
«¿Crees que es seguro?»— Se acordaba de la cara de alguien que se preocupaba mucho —. «En eso, no ha cambiado nada. Él se preocupa por los demás, pero intenta evitar que los demás se preocupen por él, como si pensara que no tiene derecho a ello».
Mientras había estado de servicio, Noélle siempre quería apoyarle y estar con él.
Sin embargo, lo que le había hecho dudar era una sombra oscura que se cernía sobre él. Cada vez que le miraba, aparecían unas tinieblas y tenía miedo de algo oscuro que le planeaba por encima. Noélle se sentía incapaz de amarle con eso o temía no poder amarle una vez que supiera qué era eso.
Un leve ruido de la cerradura la devolvió de los amargos recuerdos a la realidad. La puerta se abrió automáticamente. Dentro se hallaba tan sólo un archivo grueso.
—… ¿Qué es esto?
Plan de traslado del edificio de la oficina principal era el título del documento. Noélle pestañeó varias veces. Su contenido era un simple plan de traslado.
—¿He fallado…?
Pasando páginas del documento, chasqueó ligeramente la lengua.
Lo único raro era ese edificio que la empresa Doménec había adquirido para su oficina central, porque desde hacía algún tiempo una caprichosa empresa privada compraba y vendía el mismo edificio repetidamente. En efecto, se trataba de una gran compra, pero nada extraña, y además el negocio era por completo legal.
Sin embargo, ¿por qué se habían hecho varias reformas raras después de la adquisición? Era como si fuera…
Noélle dudó un momento, pero golpeó el pendiente.
—… Abel, ¿me oyes?