Nunca he creído en el cielo, ni en el infierno, ni en el purgatorio, o tal vez sí, de chico, cuando iba al colegio de frailes y nos tocaba estudiar la Historia Sagrada y el catecismo. Aunque esto es algo muy particular, estoy convencido de que existe un Más Allá. Y en cada zona de ese Más Allá siguen y seguirán muriendo los emperadores, los reyes, los dictadores, los militares de alto rango, los políticos de izquierdas, los de derechas, los indiferentes, los «No sabe, no contesta», sin que ninguno, ni nadie, haya sido capaz de resolver las desdichas humanas, que siguen existiendo abajo, donde desde hace siglos está vigente la lucha entre los que mandan y los que obedecen, donde los pobres siguen padeciendo hambre y los ricos acumulan fortunas sin tomar conciencia que están en la sala de espera del Más Allá. En cualquier momento, cuando menos lo esperen, se escuchará una voz que dirá: «¡A ver, el siguiente!», porque la vida es efímera como un relámpago en una tormenta.