CAPITULO 16

Rosa Marqués

Socióloga, inquieta, voluntariosa, con más sentido del trabajo que del humor. Acostumbra a sentarse descalza con los pies sobre el sofá, postura asaz turbadora para el visitante. Pasó del anonimato de hacer encuestas para el vicepresidente del Gobierno a portavoz del Gobierno. Con gran sorpresa, descubrió ella misma que en tal cargo se le notaba un terrible defecto, del que ni siquiera se habían percatado sus alumnos en los años de la universidad: que no sabía hablar en público. Sobre todo le fallaban las concordancias. Buscaba ansiosamente en la memoria algunas palabras que se resistían a salir del almacén cerebral, lo que le provocaba una pertinaz arruga en el entrecejo. Esta dislalia es muy corriente en el gremio político, pero «canta» en el cargo de portavoz del Gobierno. Hay que reconocer el espíritu de superación de Rosa Marqués. A finales de 1990, en vista de que no mejoraba su expresión oral, se fue una temporada a Londres, a la Academia Dolittle, especializada en el arte de hablar en público. No se sabe si llegó a estudiar con Mr. Higgins, pero el caso es que, al cabo de unos meses, volvió con una expresión oral casi perfecta. De paso, aprendió inglés tan bien que, años después, sería nombrada embajadora en Washington. Lo malo es que en el habla castellana se le quedaron prendidas muchas expresiones anglicanas. La tacha no era mala del todo. En los círculos políticos se estilaba mucho el uso de palabras o expresiones traducidas literalmente del inglés, aunque el sentido se resintiera un poco.

Después de su estancia en Washington, Rosa Marqués accedió al puesto de comisaria de Relaciones con la Comunidad. Suya fue la iniciativa, que ahora se discute en Estrasburgo, de obligar a los Estados miembros a otorgar «en propiedad» los cargos de ministro o equivalentes. El ministro puede rotar de puesto, pero una vez que se llega a esa posición, ya no lo abandona, como sucede con el resto de los funcionarios.

Experta como es Rosa Marqués en sociología de la familia, su opinión fue tenida muy en cuenta en la ley que permitió la poligamia (y que de paso ayudaba a su antiguo mentor, Alfonso Paz). La ley especificaba el sentido técnico de esa expresión, no el vulgar, es decir, admitía la posibilidad del matrimonio con varios cónyuges, con independencia del sexo del sujeto. Como es natural —han pasado ya algunos años—, la ley levantó en su día fuertes polémicas. En honor de la verdad, hay que decir también que Rosa Marqués ha sido siempre monógama, rara condición en su ambiente. El caso recuerda el de Francisco Hernández Bermúdez, quien, siendo ministro de Justicia en el Partido Centrista, impulsó la ley de divorcio en España, aunque él no se divorció, para general frustración de tantas lenguas bífidas. No siempre los políticos promueven las leyes para su provecho personal. Estos ejemplos lo demuestran.

—Supongo que el que sea la única mujer de este debate y el que se me haya puesto en el último lugar no quiere decir nada sobre el hecho de la discriminación de las mujeres en este país. No soy yo precisamente una adherente del feminismo, pero en mi etapa de embajadora en Washington trabé contacto con el movimiento feminista en favor de la huelga fiscal. Mi sucesor en el cargo, el compañero Luis Martínez-Zúñiga, sabe de esto más que yo porque le ha tocado vivir de cerca todo su desarrollo. Es un movimiento que ha avanzado incontenible hasta paralizar la vida parlamentaria norteamericana. No sabemos si el movimiento va a conseguir enraizarse en España, aunque todo lo que procede de la gran nación americana es nuestro referente inmediato. Ahí está la moda de las yogurterías o la supresión del alcohol como hábito social. Lo que hay que hacer en este caso de la huelga fiscal es adelantarse a las reformas pertinentes para que tal protesta no tenga lugar. De momento, hemos admitido la figura de «objetor de conciencia fiscal», similar a la militar, y ya tenemos unos cuantos miles de «insumisos fiscales», que no quieren pagar impuestos. Los más radicales se oponen también al pago de tasas y multas. Tengo que decir que la mayor parte de los «insumisos fiscales» son amas de casa, como, por cierto, la mayor parte de los «insumisos militares» son mujeres. Mi propuesta es que nos debemos adelantar a los acontecimientos, debemos asumir esos hechos y no restarles la importancia que merecen. Paso a concretar mis reflexiones en torno al «agujero fiscal», que no va a ser tan difícil de rellenar como el «agujero de ozono» de los polos. Basta con que contemos con la colaboración de las mujeres. ¿No se ha producido el «agujero» por la suma ingente de deducciones familiares? Pues suprimámoslas. A cambio, reconozcamos que traer hijos al mundo, cuidarlos y cuidar al resto de los familiares y a la casa en su globalidad es una tarea importante que merece ser remunerada. Vamos a remunerarla. Por supuesto, con la retención correspondiente. Lo cual supondría una corriente inestimable de ingresos para el Tesoro Público.

—Perdóneme una curiosidad, señora Marqués —se hizo en la pantalla el rostro arrugadísimo, picassiano, de Hernández Bermúdez—. No me parece consistente su argumento. ¿De dónde va a salir el dinero para pagar a las amas de casa? ¿De los otros sueldos familiares? Sería entonces una mera transferencia dentro de la unidad doméstica. ¿Del Estado? El «agujero fiscal» adquiriría proporciones cósmicas: sería un verdadero «agujero negro» que todo se lo tragaría. En cualquier caso, la decisión provocaría una inflación no ya galopante, sino de estampida. La economía de la subcomunidad española no está preparada para eso.

—Déjeme terminar. Encima que hablo la última, me cortan la palabra. Informar de que, al haber desaparecido el desempleo con la iniciativa de la semana de veintidós horas y el adelanto de la jubilación a los cincuenta años de edad, bien se podría derivar el dinero, que antes se gastaba en subvencionar a los parados, en retribuir el trabajo de las amas de casa. Esto se está haciendo en parte en Estados Unidos y no estamos hablando precisamente de un país socialista. Aquí podríamos ser un poco más progresivos si hemos de asumir el proyecto de progreso que está en nuestra plataforma. Se podría empezar por el equivalente al salario mínimo interprofesional para ir ascendiendo por un gradiente baremizado en función del número de hijos menores y jubilados en la casa.

—Le pido perdón si interrumpo —era la imagen del moderador, visiblemente fatigado—, pero lo que propone usted incrementa el gasto público, no lo alivia y además no nos propone ningún nuevo ingreso sustancial, que es lo que aquí nos convoca. Cíñase al tema, por favor.

—Si es que no me dejan redondear mi argumento. Lo mío es un paquete de medidas en favor del grupo más destituido de la sociedad, que son las mujeres. Por un lado, se daría un subsidio a las amas de casa y por otro las personas activas pagarían un impuesto extra por el hecho de estar trabajando. Téngase en cuenta que las personas ocupadas son una minoría de la población (apenas siete millones), pero son la minoría privilegiada. No me parece justo que, encima de tener trabajo, cobren los cuantiosos salarios que asegura el Estado del bienestar. Al menos que una parte de ese salario revierta al Estado. Ya veo a través de las pantallas que casi todos ustedes hacen gestos de protesta. No se alarmen mis queridos amigos. En el impuesto no incluyo a los dirigentes de la Administración, como es obvio, por lo mismo que se excluyen de la normativa de la semana de las veintidós horas y de la edad de jubilación a los cincuenta años. Quedamos en que lo nuestro no es un trabajo, sino una dedicación indeclinable al interés público. La prueba es que todos los que nos encontramos aquí estábamos ya en el servicio público hace quince años y algunos hace más de veinte años. Eso es un buen síntoma de salud de una clase dirigente. Pero a lo que iba y sintetizo, que ya veo al moderador amenazándome con el zumbido. La combinación de un subsidio a las amas de casa y de una retención extraordinaria en el sueldo de las personas ocupadas (casi todas ellas varones, hay que decirlo, en esto hemos retrocedido muchísimo) significaría un alivio para la población femenina. Después de todo, son las mujeres las que siguen trayendo los hijos al mundo, aunque sea ahora por implantación. Si no se ayuda especialmente a este sector, el problema número uno, que es el del retroceso demográfico, se agudizará. A este ritmo, en la próxima generación seremos ya una subcomunidad de mulatos. Me imagino el argumento de una posible ley para conceder una cuota del 25 por ciento a los negros en todos los puestos de trabajo de cierta calificación. Antes de llegar a ese extremo habrá que pensar un poco. No podemos seguir importando cada año doscientos mil niños africanos. Yo no soy una racista y en Washington traté mucho a los negros, pero la cuestión es muy sensitiva. Si no ayudamos a las mujeres, éstas seguirán adelante con la «insumisión sexual», ya saben a lo que me refiero. Las consecuencias pueden ser imprevisibles. Noto que se me está acabando el tiempo.

—¿Puedo intervenir? —se asomó a la pantalla la cara bermeja de Carlos Tomillo—. Supongo que en lo de la «insumisión sexual» estará incluido el precedente de la famosa sentencia de la Audiencia de Barcelona, de abril de 1989, la tengo aquí, en la que se sostenía, leo, que «toda mujer, por prostituta o débil mental que sea, tiene el total derecho a que sólo le toque el culo quien ella consienta». Creo yo que es un buen principio.

—Estoy de acuerdo —continuó Rosa Marqués perfectamente seria, en contraste con su oponente, que parecía regocijado por la travesura—. Estoy de acuerdo con tal de que se elimine esa cláusula de «por prostituta o débil mental que sea». Me parece un lenguaje abusivo. Es como si yo digo que «todos los ministros, por chulos o cretinos que sean, tienen derecho a que se les respete». Estamos en las mismas. La «insumisión sexual» es algo más profundo. Consiste en que va a llegar un día en que muchas mujeres hagan «huelga de holganza», vaya que se van a negar al cumplimiento conyugal. Sobre todo porque ahora no se necesitan las relaciones sexuales para tener hijos. Me parece un gran progreso. Así las relaciones entre los sexos, hasta ahora tan envidiosas, podrán ser por fin entre personas libres e iguales.

—Señora Marqués —interrumpió el moderador, con cara desencajada—. No quisiera parecer machista, pero el tiempo se nos ha ido hace un buen rato y aquí no mando yo, sino la publicidad. Son las leyes del mercado, la «mano invisible». Esto iba muy bien, pero nos estamos saliendo de madre y nunca mejor dicho. Los televidentes tienen que votar y la verdad yo, en su lugar, no sabría cuál es la propuesta que usted ha hecho. Estoy seguro de que alguno habrá entendido que aquí hay que votar si hay derecho a tocar el culo de las…

—¡Protesto! —gritó, no, aulló enfurecida Rosa Marqués—. Está usted condicionando el voto y además con groserías. Esto no es fair play, mi amigo. Me parece insano que un moderador tome partido. O se conduce el programa de otra manera o no pienso atender a más teleconferencias. Punto.

—Bueno, bueno, no se irrite, no tome a mal mis palabras. No he sido yo quien ha traído a relucir esa sentencia, tan famosa como desgraciada. Lo que más siento es que haya sido en Barcelona. Pero veamos ya los resultados del retrograbador. Esto va muy despacio, señora Marqués. Lo siento. A pesar de que sabemos que la mayor parte de la audiencia es femenina. ¿A ver? No llegan a tres millones de votos. Esto es la democracia directa. Tampoco es mal nivel, teniendo en cuenta que muchos maridos van a estar en contra de lo que usted ha dicho. No se me excite otra vez, madre de Dios, ¿qué le han dado a esta señora? Entonces, hemos rebasado el tiempo con creces. Mi papel de moderador termina aquí. Sólo recordar que este debate no tiene ninguna virtualidad jurídica, es sólo una forma de participación al más alto nivel. Esta noche hemos planteado un nuevo sistema de colectivización pacífica de los recursos públicos, que no otra cosa son los impuestos. Vamos hacia una fiscalidad más robusta. La subcomunidad española haría un mal negocio si no destinara los recursos necesarios para las necesidades que sólo pueden satisfacerse a través de actuaciones públicas en sectores cuyas carencias son evidentes, para asegurar una mayor cohesión social y las necesarias economías externas. El gasto público, con todos sus problemas, no puede ser el muñeco de trapo, la cucaña nacional, contra el que se descarguen, desde todos los acimuts, todas las descalificaciones y reproches. Por eso hemos planteado aquí los temas con entera libertad, con total pluralismo. En la sociología española, el gran desafío no son los impuestos, sino los servicios públicos. Entre otras cosas, porque, a mejores servicios públicos, mejor información sobre los contribuyentes. Nosotros —y al decir nosotros hablo por la Administración Tributaria— tenemos hoy una información que no teníamos ayer y mañana tendremos una información que no tenemos hoy. De momento disponemos de la información suficiente como para tener ocupado a Represión Fiscal durante todo este siglo que pronto va a empezar. Llegará un día en que Represión Fiscal esté al tanto de todos los presupuestos de los hogares, día por día, ingresos y gastos, por mínimos que sean.

Las amas de casa no tienen que temer esta fiscalización. La vigilancia sobre el defraudador asegura la libertad del tributario y el triunfo del Estado. La fiscalidad es la esencia de la política, es la política en estado puro, es la política de verdad. Esta noche hemos hecho una demostración al efecto. No intentábamos llegar a una solución, sino plantear correctamente el problema. En nuestra sociedad los problemas son cada vez más complejos y los problemas complejos no admiten soluciones simples. Por eso hemos discutido para mejorar la progresividad de la fiscalidad. Un impuesto progresivo es una aventura complicada y romántica. Esto es una democracia de participación y sólo nos resta que los sociólogos interpreten estos resultados y que el Líder Modélico nos ilumine con sus enseñanzas. Esto será en un próximo programa a esta misma hora. Todas las cadenas habrán de conectar con nuestros servicios centrales, aquí en Despeñaperros. Estén atentos a sus pantallas. De momento en la suya tienen la lista de los galardonados con el coche eléctrico a resultas del uso que han hecho ustedes del retrograbador. En nombre de Galerías Depreciadas y de la Televisión de la subcomunidad española les doy las gracias por haber estado con nosotros. Buenas noches.