Zacarias se curó, le tenía apego a la vida y hasta hoy no sabe cómo fue a parar al lazareto. A no ser que haya leído algo, en algún pliego de cordel, sobre la peste de la viruela, pues se escribieron muchos que se desparramaron y recorrieron el mundo y muchos cantores y versificadores se ocuparon de ella, poniendo en rima el triste relato del llanto, el pus y la muerte. Varios impresos se venden en las ferias del nordeste, pero ninguno más verdadero que este abecé que aquí se acaba porque ya se le terminó el tema.
Sin embargo, antes de terminar, repito, y crean los que quieran creer, que quienes atajaron a la viruela negra suelta por las calles de Buquim fueron las putas de Muricapeba, dirigidas por Tereza Batista. Con sus dientes limados y el diente de oro, Tereza masticó la viruela y la escupió en los matorrales; la viruela salió volando hacia el tren en desalentada fuga rumbo al río São Francisco, una de sus moradas preferidas, mientras el pueblo volvía a sus casas solitarias. En una escondida gruta la viruela aguarda otra oportunidad Si no toman medidas un día volverá para acabar con el resto del pueblo. ¿Y dónde encontrar para encabezar la pelea a otra Tereza da Bexiga Negra?