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¿Dónde están las vacunas, señor Maximiano Silva das Negras, dónde las guardaron tan bien guardadas que siendo yo director del Puesto de Salud y responsable de la salud de la población del municipio, todavía no pude poner los ojos encima de esas benditas vacunas, de repente tan necesarias? ¿Por qué no las busqué antes? Cuando asumí el cargo me garantizaron que Buquim tenía un clima privilegiado, condiciones ideales para el descanso y perfectas de salud pública; me juraron que Buquim era el paraíso, un Edén perdido en el sertón, la paz. Fantasma de un pasado sórdido, espanto de los antiguos, aparición macabra barrida por el progreso, erradicada para siempre, no sólo la viruela sino cualquier otra epidemia, ¡viva nuestro paternal gobierno! Me engañaron, me engañaron. Dónde están las vacunas señor Maxi, tenemos que aplicarlas inmediatamente, mientras haya tiempo y gente.

Ah, lo liaron, doctorcito, los grandes jefes en Aracaju gozando de la vida, a la caza de un jovencito lindo y pico de oro, garañón, protegido por el Gobernador, para ser ascendido tiene que pasar unos meses en Buquim, un paraíso, el culo del mundo, y si la viruela aparece por allá se consagra como un genio de la medicina y como un macho de verdad; ay, déjeme que me ría, doctor, le pasaron por encima. Las vacunas, un resto debe haber todavía de la última remesa en él armario de las drogas, ése casi vacío, la llave la guarda Juraci, esa señora toda orgullosa, dándose importancia y con cara de quien come mierda, amenazando quejarse por escrito si alguien le pone una mano encima; si tuviera un trasero grande, pase, pero con esas nalgas que tiene, Dios mío. Hace más de un año que anduvo por aquí un equipo de vacunadoras voluntarias; lo formaban chicas estudiantes, bajo el mando y la guía de una matrona de respeto, un pedazo de mujer, doctorcito; tuve ocasión de acompañarlas por las casas en el trabajo de la vacunación. Ayudaba a las mocitas a convencer a algunos reacios, a base de golpes y amenazas, de las ventajas de la inmunización; panda de ignorantes, si no se les dan explicaciones se esconden por los montes. Sacudiendo los culitos iban las estudiantes, tenían que recorrer todo el vasto interior a cuenta de Salud Pública, durante las vacaciones escolares. Vacunas hace meses que no mandan, pero las prometen, lo que es ya bastante esfuerzo para los de Aracaju, todos gozando de la vida mientras nosotros aquí nos matamos trabajando: el doctorcito con esa belleza cabocla, doña Juraci con las pajas, una histérica que acaba la paciencia hablando de su novio, y yo cazando negras por ahí, a la aventura. La llave la tiene la bruja, doctor.

Rápido, Juraci, muévase, haga algo, no lloriquee, no amenace con desmayos, acabe con los vómitos; traiga las vacunas y prepárense usted y Maxi das Negras, sí, usted señor, para salir a vacunar, para eso el Estado le paga con el dinero de los contribuyentes. Lleven la caja con las vacunas, custodiados por la policía si es necesario, vacunen a todo el mundo, empezando por mí, para dar ejemplo a la población y para darme ánimo. Yo no voy con ustedes porque mi deber es permanecer aquí, en el comando de las operaciones.

El stock existente, sépalo, doctorcito de nada, no alcanza más que para vacunar a los escolares, a algunos graduados y se acabó. Levántese la manga de la camisa que en seguida lo vacuno, a lo mejor todavía es tiempo, ya veremos; después puedo vacunar a este lacayo vil; yo no lo necesito, me vacuné en Aracaju antes de venir, porque mi novio me dijo que no había que creer en esos discursos de que la viruela estaba erradicada, me dijo que no le creyera al Director; ése que me persigue porque mi padre es de la oposición y yo estoy comprometida para casarme. Por aquí, por las cercanías, por las casas de la gente rica, por las tiendas, puedo vacunar, pero no cuente conmigo para salir por las afueras a vacunar a la ralea; no nací para tocar a los apestados y para andar viendo pus, soy una joven honesta, de familia honrada, no soy una cualquiera como esa vagabunda, su amiga, sacada de la prostitución, que usted se trajo para afrenta de los hogares honestos de Buquim. Si quiere vacunar al populacho, llame a la vagabunda ésa y vaya con ella.

Ay, no discuta, señorita, no se queje, no me ofenda, no lo merezco, siempre la traté con respeto, pero ahora le exijo obediencia, cumpla mis órdenes, soy el doctor, soy el director del Puesto, respéteme y dese prisa, ¿no ve que estoy aterrado?

Cuando abra Correos, Maxi das Negras, envíe un telegrama oficial a Aracaju pidiendo más vacunas con urgencia y abundancia porque la viruela negra nos está arrasando.