Con las velas desplegadas, el saveiro corta el mar de Bahia. La brisa sopla en la alta noche. Tereza Batista salpicada de agua, sabiendo a mar, con olor a vegetación marina, los negros cabellos sueltos al viento, resucitada, ¡aleluya! Se apoya sobre el pecho del maestro Januário Gereba. Al timón, Janu sopesa las cualidades de la embarcación que está en venta, si está en buenas condiciones la compro y pago al contado, el compadre Gunzá me puso el dinero en el banco a interés, ¡qué compadre más formidable! ¿Qué nombre le vamos a poner? Antes de elegir el nombre del saveiro, Tereza dice:
—¿Sabes que maté a un hombre? Era muy malo, sólo merecía la muerte, pero me pesa en la conciencia.
Januário mira su pipa de barro:
—Vamos a descargarte la conciencia ahora mismo, de una vez para siempre. Era malo, que se vaya con los cazones, especie de peces desgraciados. Así, quedas libre de ese peso.
Sonríe en la noche oscura, en su sonrisa renace el sol. Ése ya está descargado, pero hay más, Janu.
—Un hombre murió dentro de mí, en el momento mismo que nos juntábamos. No sé si para los demás había sido bueno o malo, para mí fue el mejor hombre del mundo, mi marido y mi padre. Pero llevo su muerte en las entrañas.
—Si murió en ese momento, está en el paraíso. El que muere así es un privilegiado y un protegido de Dios. Echa afuera el cuerpo de ese justo, quedas libre de su muerte, pero debes retener todo lo bueno que te dejó.
El mar se abrió y se volvió a cerrar. Tereza suspiró aliviada. Gereba le preguntó:
—¿Hay alguno más? Si tienes más, hay que aprovechar para tirarlo al mar. Por aquí cerca descargué a mi mujer muerta.
Tereza se acordó de aquél que no había llegado a ser, que fue arrancado de su vientre antes de nacer. Puso la mano sobre la del maestro Januário Gereba, Janu de mi amor, hizo que el timón se moviera, cambió el rumbo del saveiro, se dirigió a una pequeña ensenada entre bambúes, en la margen del golfo, un escondido remanso. Tereza se echa sobre la popa:
—Quiero que me hagas un hijo, Janu.
—Soy bueno para eso.
Allí, sobre el filo del amanecer, río y mar.
Bahia, de marzo a noviembre de 1972