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La fiesta del casamiento de Tereza Batista fue tema de conversación y elogios durante largo tiempo en la ciudad de Bahia. Rodolfo Coelho Cavalcânti celebró la alegría y la grandeza del hecho en un pliego que publicó; fue una fiesta que dio que hablar, inolvidable.

Por la abundancia de comida, había cuatro mesas repletas de todo. En una, sólo comidas con aceite y coco, desde vatapá[145] hasta efó[146] de hojas, las moquecas y los xinxins[147], el acarajé y el caruru, el quitandê tan exótico. En las otras, todo género de comidas: gallinas, pavos, patos, veinte kilos de sarapatel[148], dos lechones, un cabrito, las mesas repletas y todavía más comida esperando en la cocina. ¿Y en cuanto a los postres? Mejor no hablar, sólo de variedades de coco había cinco. En bebidas, botellas y barriles, cerveza, cócteles varios, botellones de vino Capelinda, whisky, vermouth, coñac, cachaça de San Amaro y refresco. Bebidas en el hielo y en los estantes, todo repleto. El doctor Nélson Taboada, presidente de la Federação das Industrias, le regaló al novio, asociado bien querido, una docena de botellas de champaña para el brindis. Los hornos de la Panificadora Nosso Senhor do Bonfim trabajaban sin cesar, pero no para servir a la población de Brotas; ese día estaban a disposición de la fiesta solamente. ¿Acaso el feliz contrayente, Almério das Neves, no es el dueño de próspero establecimiento a punto de convertirse en un emporio? Un favorecido de la suerte, un bienaventurado, tenía derecho a celebrar con gran pompa su segundo casamiento.

Bahia entera recibió invitación para ir a la fiesta y, si alguien no la había recibido, vino igual, no faltó ninguno. Se realizó en la casa de Almério, al lado de la panadería, por eso hasta cerca de los hornos bailaban los invitados ya adentrada la noche. La jazz-band «Os Reis do Som», del cabaret Flor de Loto, recibe felicitaciones por la animación, pero el mejor momento fue después de la media noche cuando el «Trio Eléctrico» se puso a tocar en la calle y la fiesta se convirtió en carnaval.

Unánimemente compareció la corporación de los panaderos, los monopolistas españoles y los nacionales. Estaban los compañeros de Almério en la cofradía de la iglesia de Bonfim y los del candomblé de São Gonçalo do Retiro. Sentada en un sillón de alto respaldo, estaba mãe Senhora, rodeada por su corte de obás. Representando a otros candomblés, la mãe-pequenha Creusa, la mãe Menininha do Gantois, Olga de Alaketu, Eduardo de Ijexá, el maestro Didi y Nezinho de Muritiba. Los artistas para quienes había posado Tereza, Mário Cravo, Carybé, Genaro, Mirabeau y los que todavía esperaban igual ocasión, que ya no se daría nunca más. Entre ellos, Emanuel, Fernando Coelho, Willys y Floriano Teixeira que, por su nombre y por ser marañense y charlatán, le recordaba a Tereza al amigo Flori Pachola, el del París Alegre, en Aracaju. Junto con los pintores, los escritores consumiendo whisky, eligiendo marcas, esos perdularios, esos snobs de João Ubaldo, Wilson Lins, James Amado, Ildásio Tavares, Jehová de Carvalho, Cid Seixas, Guido Guerra y el poeta Telmo Serra. El alemán Hansen y los arquitectos Gilberbert Chaves y Mário Mendonça escuchaban atentos, el maestro Calá cuenta por milésima vez la historia verídica de la ballena que desembocó en el río Paraguaçu y se tragó un cañaveral entero. Si alguien tiene ocasión de encontrarse con el grabador de los líricos caseríos y las bravías cabras, aproveche para oír la historia, quien no la oyó no sabe lo que se pierde.

Así, por la lista de nombres, parece que hubo exceso de hombres y escasez de mujeres. No hay que engañarse, pues cada uno estaba con su esposa, algunos con varias. En nombre de Lalu, doña Zélia le llevó un perfume a la novia y, en su propio nombre, un anillo de fantasía; doña Luiza, doña Nair y doña Norma llevaron flores. ¿Y las mujeres de la vida, ésas no cuentan? Serias, casi solemnes, vestidas con gran discreción, las celestinas. Las señoras de garitos de alto copete: Taviana, la vieja Acácia, Assunta, doña Paulina de Souza, del brazo con Ariosto Alvo Lirio. Modestas, retraídas, unas tímidas muchachas, algunas con sus enamorados al lado. Una princesa, la negra Domingas, favorita de Ogum.

En un rincón de la sala, casi escondido por la cortina de la ventana y por el maestro Amadeu Mestre Jegue, Vavá en su silla de ruedas. Tereza lo había elegido como padrino juntamente con Paulina, Toninha y Camafeu de Oxossi. Ésos ante el juez. Ante el cura, fueron el pintor Jenner Augusto y su esposa, una aristócrata sergipana de auténticos pergaminos, y, fíjense ustedes, nada prejuiciosa. Los testigos de Almério son el banquero Celestino, que le proporciona crédito y consejos, el abogado Tibúrcio Barreiros, el doctor Jorge Calmon, director de A Tarde, toda gente de alcurnia. En la ceremonia religiosa, el novio conservó los mismos padrinos de su anterior casamiento, Miguel Santana, obá del Axé do Opô Afonjá, bueno para bailar y cantar, patriarca antes rico que ayudó a Almério en sus comienzos como comerciante, y Taviana, la dueña de la residencia donde por dos veces encontró novia. Habiendo sido tan feliz en su casamiento con Natália, ¿por qué cambiar de padrinos? Zeques, en plena convalecencia, llevará los anillos.

Para celebrar la ceremonia religiosa fue elegido don Timoteo, un benedictino flaco, asceta y poeta. Para el acto civil, estuvo Santos Cruz, por aquel tiempo todavía juez en lo civil.

Estando con la guitarra a mano, seguramente Dorival Caymmi le cantará algo a la novia, ¿no le compuso acaso una modinha? Con él trae a dos muchachitos, los dos con pinta de músicos, uno llamado Caetano y el otro Gil. En cuanto al brindis por los contrayentes, ¿quién podría hacerlo mejor que Reginaldo Pavão?; para esas circunstancias de bautismos y matrimonios, no hay orador más indicado que el sin igual concejal.

Sólo faltaron el maestro Manuel y Maria Clara, pues el saveiro Flecha de San Jorge estaba de viaje, en Cachoeira. Tampoco apareció el maestro Caetano Gunzá, si bien la barcaza Ventania estaba recibiendo carga, fondeada en Agua dos Meninos. Es que el maestro Gunzá no era hombre de fiestas, le bastaba la fiesta del mar y las estrellas.

Imposible encontrar un novio más alegre. Con ropa nueva, traje blanco de género inglés, lujos de rico, de hijo predilecto de Oxalá. Poco antes de las cuatro de la tarde, la hora señalada para el casamiento, un mensajero aparece trayendo un recado para Tereza, la novia le pide a Almério que vaya urgentemente a casa de doña Fina, donde ella se prepara para la boda.