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¿Un helado de pitanga o de mangaba, un refresco de caju o de maracaja, jenipapada? El dulce en almíbar puede ser de jaca o de mango, de plátano en rodajas, de guayaba. ¿Prefiere aluá de abacaxi o de gengibre? ¿Un acarajé, un abará? Son preparados por Agripina, nadie los hace mejor. Acepte algo, tengo mucho placer en ofrecérselos. La charla, para ser completa y agradable, tiene que estar acompañada de comida y bebida ¿no le parece?

Sí señor, ya lo conozco, lo tengo visto por aquí, por esta casa pasa gente de todas partes, señor. Pobres y ricos, viejos con experiencia y jóvenes fogosos, un pintor de cuadros y otro de paredes, el abad del convento y la mãe-de-santo, el sabio modesto y el tonto vanidoso, todos vienen a darme la mano, con todos converso, en cualquier idioma, no me preocupo, Dios creó los idiomas para que la gente se entienda y no para entorpecer el conocimiento y la amistad entre las personas. Recibo a todos con cordialidad, pues soy de fina educación bahiana y voy contando todo cuanto sé, todo lo que aprendí en estos ochenta y ocho años ya cumplidos y bien vividos.

¿A quién se parece Tereza Batista, tan castigada por la vida, tan cansada de recibir golpes y de sufrir, y sin embargo, de pie, con todo el peso de la muerte sobre la espalda, porfiando en arrancarle a la maldita un niño? Pues yo le diré a quién se parece.

Sentada en este patio, viendo desde lejos las aguas del río Vermelho, mirando los árboles, algunos centenarios, la mayoría plantados por mí y por mi familia, con estas manos que empuñaron la carabina en los matorrales de Ferradas, en las luchas del cacao, recordando a João, mi finado, un hombre alegre y bueno, rodeada por mis tres hijos, mis tesoros, y por mis tres nueras, mis hijas y rivales, por los nietos, nietas y bisnietos, por mis parientes y amigos, yo, Eulalia Leal Amado, Lalu para los que me quieren, le digo, señor mío, que Tereza Batista se parece al pueblo y a nada más. Se parece al pueblo brasileño, tan sufrido y nunca derrotado. Cuando creen que murió se levanta del ataúd y anda.

Acépteme un refresco de umbu, un helado cajá. Si prefiere whisky, también se lo puedo servir, pero no le alabo el gusto.