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El día siguiente fue de fiesta en la zona. A las doce las mujeres de Barroquinha dieron el aleluya y abrieron los burdeles. Las muchachas presas el día anterior comenzaron a salir a partir de la madrugada, también los bohemios salieron con ellas, solidarios en los bares y las cárceles.

Por la mañana, el viejo Hipólito Sardinha, jefe de la gran firma inmobiliaria, incorporadora del monumental conjunto turístico PARQUE BAHIA DE TODOS LOS SANTOS, fue visto ante las ruinas de los edificios de la Ladeira do Bacalhau, devorados por el fuego. Venía acompañado por el abogado de la empresa, un maestro del derecho. El fuego evitó los gastos de la demolición pero había impedido la renta de los alquileres durante dos años a las prostitutas, buenas inquilinas que pagan caro y no se retrasan. Aun así, tal vez no habría que lamentar ningún perjuicio y sí en cambio alegrarse de la ganancia. El ilustre abogado y el patrón se pusieron de acuerdo en la caracterización indiscutible de la responsabilidad civil del Estado en el incendio, en virtud de su incuria en la preservación del orden público. Como los caserones formaban parte de la zona de la prostitución, a raíz de la rebelión y sedición de la tarde y la noche de los burdeles cerrados, fueron quemados, cabiéndole al Estado pagar los perjuicios a los propietarios, víctimas de la incapacidad de las autoridades responsables.

De tal modo, nada se perdió con el incendio de los edificios, aparte de un sujeto de poca valía como Cincinato Gato Preto, con el cuello abierto a navaja y carbonizado en la hoguera de marihuana. Un perjuicio sólo en lo que se refiere a la hierba desperdiciada.

Sólo quedó presa Tereza Batista. Aunque hubieran decidido soltarla con las demás, habría sido imposible. Después de la visita de Peixe Cação, no se encontraba en estado de salir a la calle. A pesar de estar bajo de forma, debido a su persistente dolor en los testículos, el paternal policía no se redujo a mandar a los apaleadores. Participó también, personalmente.