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Demasiados milagros, en opinión del amigo, que no cree en esas cosas. Orixás que aparecen a cada instante, cosas de encantamiento y de magia. Un viejo de barba y bastón que aparece de pronto y le cierra los caminos a la policía, que abre las puertas de la iglesia, un poeta muerto hace cien años que salva muchachas, Ogum Peize Marinho alentando, Exu empujando al comisario, haciéndolo estrellarse contra el suelo y quebrarse las piernas, San Onofre velando en la desierta zona el cuerpo de Vovó; para un materialista esto es demasiado, quiere el relato de la verdad pura y no cosas de hechicería.

No se lo discuto, el número de intervenciones no es problema, no hay que olvidarse de que el caso sucedió en la ciudad de Bahia, situada al oriente del mundo, tierra de conjuros y ebós. Por aquí, mi estimado amigo, los imposibles son pan de todos los días para el pueblo, que es incapaz de inventar mentiras a propósito de un asunto tan loco.

Dígame, distinguido señor, por favor, ¿cómo sería posible que las putas, sin un céntimo, sin armas y sin conocimientos, pudieran enfrentarse a la policía y ganar la batalla de los burdeles cerrados, si no contasen con la ayuda de los santos y los orixás, de los hechiceros y los poetas? ¿Qué hubiera sido de ellas, dígame, usted que tiene tanta capacidad y fantasía?

Yo no le di explicaciones, sólo le conté cosas porque usted me lo pidió con insistencia, y un chófer de taxi tiene la obligación de tratar bien a la clientela, de conversar y hacer comentarios para que el recorrido sea más ameno. El que quiera explicar todo, conocer cada detalle, meter la vida en los límites de las teorías, es sólo un falso materialista, y perdóneme, es un sabio de medio pelo, un historiador de corto vuelo, un tonto.

Para terminar agregue un despropósito más a los muchos que oyó; me sucedió a mí, Edgard Rogaciano Ferreira, conocido en toda la plaza de Bahia por hombre serio y enemigo de patrañas. Ya le dije cómo aquella noche vi vacío el pedestal de la estatua del poeta Castro Alves; en esa plaza yo tengo mi parada. Pues bien, al despertarme, algo más tarde, pasaban los coches de la policía llevando a las mujeres a la cárcel y levantando los ojos hacia el monumento ¿qué es lo que veo? La estatua del poeta en su lugar de siempre, el brazo extendido hacia el mar y en la mano un cartel rasgado con figuras de mujeres y palabras sin sentido, «todo el poder a las putas», ¿qué era eso? Y ahora salga de ese lío, si puede, estimado amigo. Buenas noches, le deseo que lo pase bien y tenga cuidado con Exu.