51

Para hacer un llamamiento de gran repercusión en toda la ciudad, ocupa los micrófonos de radio Abaeté «instalados en el corazón de la pelea», el concejal Reginaldo Pavão «esa figura popular de las lides políticas que se encuentra aquí, enfrentando a nuestro lado un considerable peligro, en la benemérita tentativa de encontrar una salida para esta situación cuya gravedad aumenta a cada instante».

La voz tronante del astuto cazavotos resuena en el ámbito de millares de hogares. Ni desde la tribuna del Concejo Municipal, ni desde los palcos de las campañas electorales obtuvo nunca tanta audiencia. En toda la ciudad los aparatos de radio están encendidos, la población atenta a las noticias sobre los sucesos que se están desarrollando, al destino de los burdeles cerrados.

«Con el corazón sangrando», Reginaldo Pavão se dirige a los «Oyentes de radio Abaeté, al pueblo de Bahia, a la población metropolitana», relata el «dantesco espectáculo» que se está desarrollando ante sus ojos «empañados por la emoción», los compara con aquéllos ocurridos «en la Roma de los Césares, de que nos habla la sublime historia universal». Sus palabras vibran en el aire «tengo la voz embargada en lágrimas».

Lanza una conmovida llamada a las prostitutas «Confío en el patriotismo de las gentiles patricias que los temporales de la existencia echaron al lupanar. No irán a cometer la villanía de dejar a los héroes del Atlántico Sur, a los invencibles hijos de la gloriosa nación americana, en la…». ¿Cómo puede decirlo? Diga «viendo los barcos», concejal, use la expresión del comisario Labão Oliveira ya popularizada por los locutores escondidos en los vanos de las puertas de Maciel y del Pelourinho «… no dejarán viendo los barcos a esos bravos que arriesgan su vida para que todos nosotros, inclusive vosotras, gentiles patricias, galantes magdalenas, gocemos de las aventuras y de los bienes de la civilización. Vuestra inconveniente abstinencia amenaza con crear un problema diplomático, prestad atención a la gravedad del hecho, mis estimadas hermanas prostibularias».

El patético discurso alcanza un éxito indescriptible entre los oyentes de radio Abaeté. Una pena que esa conmovedora llamada no llegara a las rameras, ocupadas en recibir golpes y escapar, desparramadas por las calles, tratando de salvarse de las patas de los caballos.

En seguida, Reginaldo Pavão se dirige a Su Excelencia, el Gobernador del Estado «con el respeto debido a la elevada figura del gran hombre situado a la cabeza de los gloriosos destinos de Bahia», le invoca los «sentimientos cristianos y la comprobada capacidad de estadista», los marineros bajan a tierra, las mujeres resisten las órdenes de la policía, la situación en la zona es de cuidado, el conflicto podrá extenderse y amenazar la tranquilidad de las familias bahianas. El noble edil recurre al nobilísimo Gobernador «ordene, Excelencia, la libertad de las dueñas de pensiones todavía presas, y permítales la reapertura de las casas cerradas ayer por la policía dispuesta a mudarlas de Barroquinha a Bacalhau». Se trata de una emergencia, Gobernador, suspenda la orden de traslado, impida que el conflicto «aún restringido a los límites de la zona, asuma proporciones de catástrofe nacional, ¡quizá internacional!».

En la ciudad aterrorizada las familias cierran las puertas de sus casas, los teléfonos del palacio de Gobierno y de la Jefatura de Policía no paran de sonar, pidiendo que se tomen medidas.